En beneficio de permitir al ser humano avanzar en busca de respuestas más importantes a cuestiones menos triviales, quisiera aquí hacer un alegato para que, si me lo permitís, sea el último iluso que haga la pregunta, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Obviamente, antes fue el huevo, pero sé que alguien levantará la mano para preguntar... “pero entonces, ¿quién puso el huevo?”. Le diría que baje la mano y no sea impaciente, porque primero habría que hablar de mutaciones.

Somos mutantes, y no mutantes como los de los cómics. En la vida real los residuos radioactivos causan muerte, no te dan poderes, y las picaduras de araña solo te convierten en un tonto con una roncha en la piel. Yo hablo en serio de mutaciones naturales y, en ese sentido, los humanos somos mutantes, todos, y todos los animales también, pero hablemos un poco del ser humano. Homo Sapiens tiene de media unas 3 mutaciones genéticas propias, que constituyen fallos o variaciones únicas de cada individuo, además de unas 300 mutaciones más heredadas de su ascendencia familiar. Mutaciones que de una u otra manera afectan a la salud y el buen funcionamiento del cuerpo. Podríamos pensar que, siendo así, el humano a estas alturas debería ser una criatura grotesca al punto del colapso mutacional. Pero no lo es, es más, las mutaciones aleatorias son la base de la evolución y no tienen, ni mucho menos, que ser perjudiciales.

Aún a estas alturas hay mucha gente adulta que no conoce el funcionamiento básico de la vida, no hablo a niveles de un científico en la materia, que yo no lo soy, sino de tener unos conceptos que, aunque mínimos, sean adecuados y cercanos a la realidad. Por ejemplo, hay muchas personas que tienen un concepto lamarkiano de la evolución, es bastante común, y creen que si una persona usa mucho el móvil y su hijo usa mucho el móvil, y después el hijo del hijo usa mucho el móvil, al cabo de unas generaciones nacerá un individuo en esa familia con los pulgares más desarrollados. Eso es aceptar a Lamark, anterior a Darwin, que explicaba que las jirafas tenían el cuello tan largo por intentar llegar a los árboles durante generaciones, lo cual es totalmente falso; la herencia de los caracteres adquiridos se llamaba la teoría lamarkiana y yo creo que una de las razones por las que sigue vigente la pregunta del huevo y la gallina es este error de conceptos.

La evolución, obviando otros factores, es un proceso natural basado en desechar o mantener en una especie las mutaciones genéticas que sean favorables o perjudiciales, adaptativamente hablando, teniendo en cuenta que esas mutaciones aparecerán de manera constante y aleatoria.

Pero nos resulta más natural pensar de manera lamarkiana, y en algunos casos no iba desencaminado, pero no podemos mezclar. Por ejemplo, se descubrió en un estudio que los taxistas de Londres, al menos los de la generación pre-gps, tenían la parte del hipocampo más grande que las demás personas. La razón es que el hipocampo guarda nuestra memoria espacial, nuestra capacidad para orientarnos, y la actividad repetida y ardua de memorizar todas las calles de una ciudad como Londres había creado una modificación física en el cerebro. Claro, eso no quiere decir que los hijos de estas personas vayan a tener hipocampos más grandes, es como pensar que un bebé va a nacer musculoso porque el padre haya estado yendo al gimnasio.

Es decir, se puede entender que resulte lógica la pregunta sobre el huevo y la gallina, pero en realidad sería como preguntar, ¿qué fue antes, el ser humano o la placenta? Hablamos de formas de reproducción, y si los dinosaurios eran los ancestros de las aves y los dinosaurios ponían huevos, es evidente que antes fue el huevo. Pero volvamos al momento justo en que se concibe la primera gallina. Tuvo que ser una especie de ave cuyo primer ejemplar se diferenciara del resto por alguna peculiaridad mutacional tan evidente que, aun siendo una ventaja evolutiva positiva, como unas patas más fuertes, un pico mas eficiente, ya no se pudiera considerar parte de la especie anterior; de la especie de la que había nacido. Así, algunos de los descendientes de este ejemplar mantendrían las mutaciones que hacían a la recién nueva gallina ser considerada gallina, diferente, y no solo diferente, sino que hay que pensar que esa mutación se mantuvo, permitiendo la permanencia de esa nueva especie porque incrementaba la capacidad de supervivencia de los ejemplares nacidos así.

Y claro, estos cambios mutacionales no podrían darse en vida, no hay un ejemplar de ninguna especie que en vida pueda tener un cambio genético natural de este tipo. Por eso es absurda la pregunta del huevo y la gallina, parece dar a entender que un ejemplar de una especie cualquiera pueda mutar en vida dando lugar a una nueva especie; absurdo. Esas mutaciones, sean adaptativas o no, tienen que darse en el período de gestación, estados gamético o cigótico, o en estado embrionario, durante la propia formación, y eso implica, por enésima vez, tener que referirme al dilema que nos trae aquí... porque si la respuesta fuera que antes fue la gallina ¿cómo se argumenta eso?

A menos, claro está, que lo que realmente esté en el trasfondo de la perpetuidad de esta pregunta sea, precisamente, la generación espontánea. Y hablo en serio, la no necesidad de huevo, puede que en realidad se esgrima esa pregunta como argumento sutil para ocultar intenciones religiosas; y es que la religión aún se mezcla en este tema evolutivo muy sutilmente, y no me refiero a esos profesores de biología en la universidad pública que afirman ser creacionistas, que hay bastantes... Me explicaré brevemente.

No debemos pensar en la evolución como un proceso que ocurra de un día para otro, no sería acertado pensar que los cambios siempre son evidentes y drásticos. La explicación de la gallina lo parece, pero es una reducción entendible del proceso. Esos procesos se dan durante miles y miles de años, millones de años, y son procesos tan lentos, que para que nuestro cerebro sea capaz de visualizarlo hay que expresarlo linealmente: una linea temporal donde primero éramos monos, después astralopitecus, después habilis, después... Hemos visto esa imagen progresiva muchas veces, el mono que pierde pelo y se va poniendo cada vez más erguido hasta que en la última imagen aparece un hombre con un arma, con una lanza. Y eso introduce otro error a la hora de pensar en la evolución: la linealidad, la intencionalidad asumida en el proceso. Como si fuésemos humanos porque teníamos que convertirnos en humanos, como si fuera una finalidad de la evolución, era lo lógico porque es la tendencia, mejorar un organismo hasta crear la inteligencia, aspirar a lo máximo, es decir, nosotros. Pero desengañémonos, no funciona así, nosotros somos fruto de la casualidad, pensar en que somos la perfección de la evolución es básicamente el pensamiento religioso de que estamos hechos tan perfectos porque somos imagen y semejanza de Dios. Nuestro cerebro no es capaz de entender toda la complejidad de la realidad porque está hecho para la supervivencia, no para entender cada aspecto del universo. Cuando el ser humano no entiende un aspecto de la realidad, y aún así siente que está hecho para entenderlo, crea un dios.

En todo caso, no me voy a ir aún más todavía por estas ramas, porque como decía Michael Ende en su interminable novela: “...eso es otra historia, y debe ser contada en otra ocasión”.

Así que para terminar podríamos decir que gallina no se hace, se nace. Y una gallina siempre nacerá de un huevo, aunque esa gallina sea la primera gallina que existe. Dejémoslo ya, el huevo fue antes. Son muchos años ya preguntando lo mismo, tomemos partido y salgamos de esta nebulosa de conocimiento estancado. Evolucionemos...