En los últimos años, las películas de género se han convertido en el mejor recurso cinematográfico para estudiar la crisis sociopolítica de España. Filmes como El desconocido, primer largometraje del gallego Dani de la Torre, entretienen al público y, al mismo tiempo, plantean dilemas morales y reflexiones muy vinculadas a la actualidad. Por esa misma senda camina el nuevo thriller de Daniel Calparsoro Cien años de perdón, aunque la película también toma ideas de la genial Plan Oculto, en la que Spike Lee demostraba su capacidad para rodar cine comercial sin renunciar a la denuncia social.

En plena gota fría, el centro de la ciudad colapsado por el tráfico, una banda de ladrones atraca la sede del Banco del Mediterráneo en Valencia, convertida en símbolo de la corrupción española. El plan parecía perfecto. Sin embargo, las dificultades surgen de forma inesperada y la desconfianza se instala entre los asaltantes. Pero el desasosiego también llega a las altas esferas del Estado, preocupadas por los secretos que el atraco pueda revelar a la sociedad.

La probada experiencia de Calparsoro en el suspense resulta evidente desde los primeros segundos del filme. El cineasta barcelonés imprime a la película un ritmo rápido y consigue mantener la tensión y los enigmas desde el principio hasta el satisfactorio final. Más allá de la sabía dirección y de un guion muy bien armado e inteligente, Cien años de perdón también se beneficia de una brillante factura técnica al nivel de los mejores thrillers. El montaje ágil y la fotografía funcional, pero cuidada, que rara vez sobrepasa los límites del banco y cuando lo hace suele ser para mostrar planos generales del diluvio en la ciudad, transmiten la tensión y el suspense con fluidez, sencillez y eficacia, sin grandes artificios. La música, en segundo plano, colabora en la gestión y desarrollo del suspense sin subrayados excesivos.

De todas formas, la película no se conforma con narrar un simple atraco. Calparsoro deja espacios para la reflexión y profundización en los personajes, sobre todo en los dos protagonistas, los atracadores a los que dan vida Luis Tosar y Rodrigo de la Serna. Son breves arias en las que los intérpretes pueden mostrar los matices de sus personajes y que también sirven para introducir pequeñas gotas de humor.

Sin desmerecer el trabajo de Tosar ni del resto del reparto, en el que figuran unos eficaces José Coronado, Marián Álvarez, Raúl Arevalo, Patricia Vico, Joaquín Furriel y Luciano Cáceres, la estrella de la función es el argentino Rodrigo de la Serna. El actor ofrece un trabajo vibrante y eléctrico que desvela progresivamente las capas del ladrón. El suyo es el papel más complejo y elaborado. El actor no desaprovecha la oportunidad de lucirse y demostrar su buen oficio.

Junto con el humor y el tratamiento de los personajes, Cien años de perdón sobresale por la inserción de la corrupta actualidad española en la trama policiaca. A medida que pasan los minutos, los límites entre delincuencia y orden establecido parecen más difusos. ¿Quién ha violado más leyes y está en situación de perder su libertad y posición? ¿Es la delincuencia común la que ahoga el país con más fuerza? ¿Hasta dónde pueden llegar las instituciones para mantener sus secretos? Mientras se plantean estas cuestiones, la desconfianza surge y desaparece entre los personajes y los propios espectadores. ¿Hay buenos y malos ladrones? ¿Quiénes son?