Los días terminan más rápido de lo que prevemos, y es en ese momento de quietud en el que pensamos que ha pasado como si fuera ese último sorbo del vaso, ese que no quieres tomar aunque sabes que solo vacío podrás volverlo a llenar.

Dice Evelyn Underhill que el silencio «no envuelve a sus iniciados en una calma aislada y sobrenatural, ni los aísla del dolor y el esfuerzo de la vida cotidiana», sino que «más bien les otorga una renovada vitalidad, administrando al espíritu humano no -como algunos suponen- un bálsamo sedante, sino el más poderoso de los estimulantes».

Últimamente reflexiono tanto sobre el silencio como trato de encontrarme con él. Los años te van obligando a buscarte, disfrutar de ti por más tiempo. Puedo estar rodeado de gente fantástica, de personas que me quieren, quiero y aprecio, e intento hacerlo siempre que puedo, pero necesito tener mis espacios de silencio.

El silencio no es solo un punto de encuentro con uno mismo, también puede ser una virtud el ser capaz de controlarlo, de evitar la palabra.

Uno escribe, medita, lee, corre en solitario, camina y piensa en silencio. Uno vive, de vez en cuando, en un silencio necesario. En ocasiones, para algunos es difícil de entender. Puedes convertirte, a ojos de los demás, en un bicho.

Hay personas que sienten la necesidad de estar continuamente acompañados. No saben estar, ni quieren, solos. La soledad obligada es un fracaso; la soledad que se busca es una necesidad vital.

La libertad de uno, consigo mismo y con los demás, es saber cuándo puede elegir estos momentos. Para alguien que no escriba, que no lea, que no medite, que no estudie, creerá que no le serán necesarios momentos de silencio, momentos de encuentro consigo mismo. Está equivocado.

Parece que vivimos en un mundo en el que se hace imposible encontrar, en el día a día, minutos, instantes para el silencio. Encontrar el silencio es encontrar minutos para estar con nosotros, con lo mejor de nosotros.

Hay a quien el silencio le da miedo. En cambio, desde tiempos remotos, en algunas culturas encontraron en el silencio un beneficio vital. Puedo asegurar, por experiencia, que el estar callado te evita muchos problemas, además de generarte beneficios más que saludables.

El silencio es paz, el silencio es salud e higiene mental.

Alejarnos, aunque tan solo sea un rato, de los ruidos mundanos, de los televisores y las conversaciones absurdas, cuando hemos terminado el día de trabajo, nos permite encontrarnos con nosotros. En coaching es uno de mis consejos y recomendaciones fundamentales: acostumbrarse a estar un tiempo con uno mismo cada día, en silencio. Solos tu mente y tú. Hacerte esas preguntas tan necesarias tras una intensa jornada: ¿adónde vas?, ¿qué quieres?, ¿qué te preocupa?, ¿cómo actuar ante determinada circunstancia? Solo el silencio te puede dar pautas y respuestas.

Quien sabe valorar y estar en silencio, suele ser la persona que más sabe escuchar.

El silencio nos ordena. En el silencio rompemos nuestro desorden diario y, en pocos minutos, ordenamos nuestra cabeza, dispuestos a buscar otra jornada repleta de retos. El silencio nos llena de tranquilidad, de serenidad. Nos impulsa a la paz.

Cuando he tenido que tomar alguna decisión importante, cuando he tenido que meditar sobre alguna cuestión que me altera la vida, busco el silencio. Muchos obstáculos los he vencido parando y sometiéndome a tiempos de silencio, de encuentro conmigo.

Lo fundamental del silencio es que nos hace crecer a nosotros mismos: de dentro afuera.

"Con la palabra, el hombre supera a los animales, pero con el silencio se supera a sí mismo". Paul Masson