El pasado octubre, Miguel Alarcos, profesor de Latín en la Universidad de Oviedo e hijo de Emilio Alarcos Llorach (probablemente el lingüísta español más importante de la segunda mitad del siglo XX), abrió la caja de los truenos. En un homenaje a su difunto progenitor, se leyó un poema en bable. Alarcos hijo tachó este acto de "insulto a la memoria de su padre" y a la llingua asturiana de "puta mentira de políticos y filólogos paletos" (sic). Más tarde, según informaron los medios locales, pidió perdón personalmente a algunas personalidades de la cultura asturiana, pero no salió a disculparse en público.

La reacción no se hizo esperar. La Academia de la Llingua Asturiana y el Consejo de Estudiantes de la Universidad de Oviedo mostraron su profundo rechazo a las chuscas palabras de Miguel Alarcos, así como otras figuras del panorama regional. Nadie destacado salió en su defensa. En las redes sociales, la repulsa fue enorme, tanto de hablantes de la llingua como de ciudadanos indignados tanto moral como intelectualmente.

Resulta simplemente vergonzoso que un profesor universitario de Latín, al que se le supone cierto nivel intelectual, sea incapaz de reconocer en el asturiano una lengua hija, dialecto de la que enseña, aunque no tenga la relevancia que alcanzó a lo largo de la historia el castellano, una posición que disfruta a menudo sin oposición. Don Emilio debe de estar revolviéndose en la tumba, pues, aunque se mostrase en vida contrario a la normalización del bable, oponerse a su existencia y encima de manera tan grosera lo hubiese sacado de sus casillas.

El concepto de lengua no es unívoco, ni sincrónica ni diacrónicamente, y con frecuencia está teñido de manipulaciones políticas. Basándonos en la idea tradicional de lengua, o de idioma -la expuesta por don Manuel Alvar-, al asturiano le faltó no dejarse avasallar ante el castellano y no contar con una literatura que lo prestigiase. Si vamos a la definición de lengua del Diccionario de la Real Academia Española de hoy día, el asturiano cabe perfectamente.

Por supuesto, el asturiano tiene dialectos, como cualquier otra lengua; ninguna es totalmente uniforme en el espacio que ocupa. La cuestión de "los bables" (occidental, central y oriental) es discutida y discutible, pero no existen razones de peso para postular la ininteligibilidad mutua de las tres variantes. Ciertamente, es difícil encontrar hablantes "nativos" del bable normalizado, pero la creación de una llingua unificada supone dejar fuera ciertos localismos, al igual que se hizo con el vasco. Dicho en pocas palabras, "renovarse o morir".

En los 23 años que tengo nunca me he sentido invadido por el asturiano ni que me lo hayan impuesto, ni he oído de nadie en dicha situación. Actualmente hay una ley de uso que no siempre se cumple y que a nadie obliga a usar el asturiano. Desde un punto de vista más técnico, el asturiano no es ninguna deformación del castellano; más bien sucedió al revés, si nos atenemos a los libros de historia lingüística. Al señor Alarcos le vendría bien la lectura de Historia de la lengua española del profesor Francisco Abad Nebot, o la de Lapesa, o la de cualquier otro, por favor.

Todas las lenguas son un producto cultural que en ningún caso debería desaparecer. Las imposiciones, más que con leyes, muchas veces se evitan con educación y con sentido común, algo que se echa de menos en la política y a veces incluso en la sociedad española.