A comienzos del siglo XIX, los colombianos, y muchos católicos alrededor del mundo, seguían temiendo por el futuro de sus muertos. Este miedo provenía de las ordenanzas dadas por las autoridades de cada lugar que prohibían enterrar más gente en iglesias o monasterios, lo cual se traducía en términos religiosos en dejar desamparadas las almas de los difuntos porque no se encontraban descansando en un campo santo.

En el caso específico de Bogotá, la capital de Colombia, la creación de un cementerio para la ciudad que permitiera cumplir la ley se ordenó desde 1791, cuando el virrey José de Ezpeleta firmó el decreto del 11 de abril de aquel año. Aún así, el miedo de la gente rica a ser enterrada junto a los pobres y la lentitud e incumplimiento de las leyes llevaron a que solo hasta luego de la independencia de Colombia, concretada en 1819, se iniciaran las obras del que sería el cementerio de la ciudad.

En el año de 1827, Simón Bolívar, primer presidente de la República de Colombia, firmó el decretó del 11 de octubre que volvía a prohibir los entierros en templos, capillas y bóvedas. Ese mismo día, el coronel Pedro Alcántara Herrán, que era el intendente interino de Cundinamarca, firmó un decreto donde ordenaba la construcción de un cementerio para Bogotá. El primero en ser enterrado allí fue Ángel María Cuervo, hermano del filólogo y humanista Rufino José Cuervo. Ángel murió el segundo día de marzo de 1937 y usó la bóveda número 1 del cementerio, la que su padre Rufino Cuervo había comprado para dar ejemplo mientras era gobernador de Bogotá.

Desde aquellos días y hasta hoy, el Cementerio Central de Bogotá es conocido por albergar a muchos de los personajes mas importantes de la historia colombiana. Presidentes, escritores, militares, políticos, empresarios y anónimos con grandes panteones tienen lugar allí. Una visita guiada a este lugar puede dejar una imagen de la política colombiana en los casi 200 años de vida republicana; a la vez que se disfruta del arte que adorna las tumbas y panteones.

Pero un cementerio no puede solo tener la faceta terrenal, la de cómo está hecho y quién está allí. El Cementerio Central de Bogotá es visitado frecuentemente por fieles que van a pedir o agradecer favores recibidos; no lo van a la Piedad dorada que está en el centro del lugar, van con necesidades o favores a las tumbas de distintos personajes que no tienen que ver mucho con la religión o una vida mística. Uno de ellos es Leo Kopp, un empresario alemán que hizo vida en Colombia, fundó la cervecería más grande del país de nombre Bavaria y concede favores a quienes le susurran al oído a la estatua del pensador dorado que está sobre su tumba. Al parecer, la generosidad que lo llevó a construir un barrio entero para sus empleados -Barrio La Perseverancia, ubicado a unas cuadras del centro de la ciudad yendo al norte- trascendió la muerte, eso es lo que aseguran los mitos.

Caso similar es el de Julio Garavito; matemático, físico y astrónomo colombiano nacido en Bogotá, a quien homenajean un cráter en la luna y un billete en su país. El primero, desde 1970 por decisión de la Unión Astronómica Internacional; el segundo, desde 1996 por decisión del congreso de Colombia. La tumba de Garavito es la única pintada del cementerio, con un tono azul como el del papel moneda en el que está su rostro. Algunas personas van hasta allí y frotan este billete mientras piden favores.

A estos y a otros importantes personajes los cobijan las bóvedas del muro ovalado que rodea la parte central de la edificación. Al igual que Bogotá, la periferia parece haber quedado relegada a las clases menos favorecidas. Mientras la parte central tiene lugares ya marcados con nombres de familias, las bóvedas circundantes tienen espacios en blanco sin nombre que esperan inquilino temporal. Los espacios de la ‘muralla’ son temporales, los del centro del lugar no.

La visita al Cementerio Central parece obligada si se contara parte de lo dicho aquí, sin embargo no es de los lugares mas promocionados de Bogotá. Desde 1987 es monumento nacional y tiene recorridos guiados. Si puede, cruce su puerta principal guardada por la estatua hecha por Colombo Ramelli, que se confunde como el ángel de la muerte pero que realmente es Cronos, el dios del tiempo.