Los tiburones son una parte fundamental del equilibrio ecológico de los océanos. Existen más de 530 especies identificadas en el planeta para este año 2025. Los hay de todos los tamaños, desde minúsculos ejemplares hasta el pez más grande del mundo. Su mala fama se disparó desde que Spielberg estrenó en 1975 su película Jaws, que redujo su reputación a la asociación inmediata con el peligro y a la injustificada fama de “comehombres”.
Hace un par de meses vi un documental de la encantadora de tiburones Ocean Ramsey y de su compañero, además de una charla motivacional del fotógrafo mexicano Gerardo del Villar. Al escucharlos me vino de inmediato la imagen de Jacques Cousteau, porque todos tienen en común su pasión y preocupación por el estudio, la investigación y la conservación de esta especie animal.
En lo particular, siempre me han llamado la atención. Recuerdo, siendo muy niña con cuatro o cinco años, estar pegada al costado de mi padre viendo los documentales de Cousteau, en especial los que se referían al “Gran Blanco”.
Los escualos son animales en extremo interesantes porque el hombre no ha conseguido dominarlos, como sí ha pasado con los delfines y las orcas. Son misteriosos, elegantes e importantes. Han estado en el planeta desde antes de los dinosaurios y forman parte del eslabón superior de la cadena alimenticia en los océanos y mares. Por lo tanto, son vitales para el equilibrio ecológico, para que podamos alimentarnos del mar y disfrutar de las playas. Además, siendo carroñeros, contribuyen a limpiar el océano de la basura arrojada de forma irresponsable por los seres humanos.
Por todo ello, estos animales son una especie vital para la conservación de la vida marina. Como indiqué anteriormente, se conocen más de 530 especies y, hoy en día, debido al cambio climático, su presencia en playas —por ejemplo, en Florida, Estados Unidos— es más frecuente que en épocas pasadas.
Por su condición solitaria, su instinto primitivo, su escasa capacidad de aprendizaje y su limitado desarrollo gregario y comunicacional, no han podido ser amaestrados por los humanos. Sin embargo, debido a la atracción instantánea que producen, hay mucha investigación asociada a ellos. Y es por esa razón que se conocen y validan sus comportamientos, sus hábitats, su dieta según la especie, su apareamiento, estilo de caza y movimientos.
Todas estas razones los hacen tan atractivos que existen servicios turísticos destinados a su avistamiento en hábitats naturales. Estas experiencias se realizan de forma planificada y con un alto porcentaje de seguridad, siempre que se sigan las reglas e indicaciones de los especialistas y guías. También existe la opción de un contacto más directo, como el buceo con ellos, siguiendo nuevamente todas las directrices de los responsables de estos paquetes turísticos.
Como nota importante —y antes de lanzarnos a esta increíble aventura—, a la hora de elegir destino y operadora es fundamental tener en cuenta el respeto hacia la actividad. La empresa debe mostrar conocimiento en biología, comportamiento y conservación de los tiburones, y no limitarse a ver el turismo como un mero negocio rentable.
Según la literatura actual en internet, los mejores lugares que ofrecen turismo con tiburones son los siguientes: Maldivas, Galápagos, Belice, Costa Rica, Bahamas, Filipinas, Hawái, Isla Guadalupe, Australia, Sudáfrica y la Polinesia Francesa.
Es importante remarcar el hecho de elegir una operadora de servicio con ética profesional en cuanto al respeto por las especies. Entre los factores a destacar están, por ejemplo, que no alimenten a los tiburones, ya que esto altera su patrón natural de alimentación. También es relevante que no ofrezcan contacto directo con los ejemplares, pues se arriesga tanto la integridad del animal como la del turista. Además, la actividad debe realizarse en hábitats naturales y no en tanques con animales en cautiverio.
Se debe tener en cuenta la reputación de la operadora en cuanto a certificaciones, prestigio, personal experimentado, grupos pequeños y previamente capacitados, enfatizando siempre la seguridad de animales y personas. También debe recordarse que, con su práctica, se contribuye al conocimiento y a la divulgación de la importancia de los tiburones para el planeta. Por supuesto, hay que considerar la capacidad instalada con que cuenta la operadora: tipos de embarcaciones, experiencia de los guías, normas de seguridad, seguimiento exhaustivo de regulaciones y elección de la época idónea para realizar la actividad. A esto se suma la corresponsabilidad de nuestra parte, como la exigencia de certificación previa de buceo, entre otros aspectos.
Hacer este tipo de turismo —si se pretende realizar de forma responsable— implica capacitación, investigación y selección del operador de servicios. Es necesario estar al tanto de que la empresa trabaja bajo las regulaciones de conservación de los respectivos países, de la seguridad que ofrece en cuanto a equipos y guías, y, por sobre todo, del respeto y compromiso para divulgar el papel tan importante de estos animales.
Yo aún no lo he hecho —ni sé si lo pueda realizar—, pero me apasiona observar documentales de divulgación sobre estos misteriosos animales. Tampoco como cazón ni consumo cápsulas de cartílago de tiburón. Debido a la práctica indiscriminada de caza con fines estéticos, afrodisíacos, supersticiosos y tantos otros, muchas especies que llevan más de 400 millones de años en el planeta se encuentran hoy en peligro de extinción.
Definitivamente, hay que desmitificar la idea de que los tiburones son una amenaza para los humanos, cuando en realidad ocurre lo contrario. Al entrar al mar ingresamos en su hábitat, donde existe una cacería indiscriminada. Al escuchar a los investigadores a los que he hecho mención —Ramsey y Del Villar, inspiración para los conservacionistas—, quienes son especialistas en el comportamiento de estos animales, se confirma que no son automáticamente “cazamujeres” ni “cazahombres”. Al igual que nosotros hacia ellos, sienten curiosidad. Evidentemente, hay que ser muy cautelosos al desarrollar actividades marinas y estar conscientes de que en esa inmensidad hay vida y animales que, debido al cambio climático, se acercan con mayor frecuencia que antes a las costas.
Además, esta es una actividad costosa que implica desplazamientos aéreos, terrestres y marítimos, contar con certificaciones y pagar el servicio. No es una experiencia fácil ni frecuente. Es, como ellos, excepcional.
Sigo siendo una observadora y, desde la comodidad de la tecnología en mi casa, disfruto de la información y de los documentales. No sé si incluso teniendo el dinero llegaría a realizarlo, pero lo que sí es apasionante es el trabajo de los investigadores y conservacionistas, que nos ayudan a entender la vital importancia de la presencia y conservación de los tiburones en los océanos.