Cuando uno analiza el ritmo de vida cotidiano de millones de personas, especialmente en occidente, cuando en la rutina diaria uno tiene la oportunidad de interactuar con muchas personas conocidas y desconocidas, un halo de claustrofobia puede sentirse hasta el estomago y más allá. No es la claustrofobia típica de sentirse recluido en un pequeño espacio que provoca angustia. Nuestro espacio vital no está, aparentemente, limitado. Pero si nuestra libertad personal, que va más allá de elegir qué película vemos en el cine o que plato de los tres del menú del restaurante elegimos. La limitación invisible existe, nos guste o no, y en ese contexto la desidia, la infelicidad y el estrés cunden en nuestros estados de ánimo. Todas estas conclusiones han sido extraídas personalmente en diversas actividades cotidianas y laborales que me han permitido establecer contacto con una pluralidad de ciudadanos muy, muy heterogénea. Y esa es una percepción innegable para quien cada día lidia con la sociedad.

Quizá por eso, de un tiempo a esta parte, esa desidia y a la vez ese anhelo de nuevos valores, nuevas pautas de cotidianidad en las vidas de muchos ciudadanos se plasman en ciertos cambios, quizá tenues, quizá imperceptibles. Por ejemplo, paseando por casi cualquier barrio de España y, pese a la crisis, afloran infinidad de comercios dedicado a los remedios naturales y herboristerias. Por no hablar de academias y centros vinculados a terapias alternativas. Se trata de nuevas ofertas que van más allá de la medicina general o tradicional y que indagan en nuevas vías de salud. Todo el mundo ya ha escuchado hablar de reiki, flores de Bach, kineseologia, por no citar el yoga, pilates o la meditación. Se trata de nuevas respuestas ante esa crisis de valores instaurada en la que muchas estructuras clásicas comienzan a quebrarse ante la decepción del actual modelo en el que cada día los informativos descubren nuevas decepciones: intereses farmacéuticos, intereses empresariales, intereses bancarios. Y los únicos intereses de los ciudadanos son esos, los que pagan al banco.

Una de estas nuevas terapias, o más bien estilos de vida, que parece llegar a nuestras vidas a través de estos centros es el Chi kung, una disciplina originaria de China y practicada durante miles de años (hay referencias a su práctica que datan de 6000 años de antigüedad) con claros fines terapéuticos. Etimológicamente, la palabra “Kung” o “Gong” significa trabajo. Por su parte “Chi” o “Qi” se refiere a la energía que fluye por el cuerpo. Como resultado, Chi Kung significa el cultivo de la energía corporal para aumentar y controlar su flujo.

Para aquellos descreídos o agnósticos sobre este tipo de disciplinas o filosofías de vida, es necesario entender que el Chi kung tiene fundamentos científicos. De hecho forma parte del cuerpo de la medicina tradicional china, la cual establece que el cuerpo humano esta formado por una red de meridianos que ejercen como canales energéticos de nuestro cuerpo.

Al lector también le resultará familiar el concepto del Ying-Yang o dicótoma eterna oriental. Pues bien, el Chi kung también se basa en esta teoría que muestra y demuestra la relación de las cualidades complementarias, desde lo masculino y lo femenino a la luz o la oscuridad. Básicamente esta teoría establece que en la naturaleza todo tiende a la armonía, que todo es neutro y se encuentra en equilibrio, pues no puede existir luz si no hay penumbra. Y ello es extrapolable a la naturaleza humana.

En la practica del Chi kung la concentración es la clave del éxito. Al concentrar la atención y hacer determinados ejercicios, se generará y se hará que circule el Chi a través del cuerpo. Con la concentración se acumula el Chi y mentalmente adquirimos la capacidad de guiar o canalizar la energía por estos canales hacía los diferentes órganos de nuestro organismo.

Beneficios prácticos

A efectos prácticos, esto se traduce en varios aspectos positivos y saludables con la práctica del Chi Kung, el cual ayuda al funcionamiento de varios sistemas principales de nuestro organismo:

  • Su practica potencia y regula las actividades cerebrales y neuronales, lo que estimula el funcionamiento del sistema nervioso. También es beneficioso para el sistema endocrino.
  • Incide beneficiosamente en el sistema circulatorio.
  • Regula el funcionamiento del sistema respiratorio.
  • Ayuda en los procesos del sistema digestivo.
  • Obviamente incide saludablemente en las funciones musculares y óseas.
  • Favorece el buen estado del sistema inmunitario.

Para aquellos que quieran iniciarse en esta milenaria tradición y establecerla como un estilo de vida, hay una serie de pautas importantes a seguir. Por ejemplo, requiere de una actitud relajada física y mentalmente. La respiración es fundamental en este sentido: debe ser abdominal y consciente[1]. También es de vital importancia la calma y la armomia en cada uno de sus movimientos. Se trata de una disciplina que requiere movimientos lentos y gráciles, especialmente de brazos y piernas, que dejan en nuestro cuerpo una sensación de paz y relajación, muy alejada de aquellos que podemos realizar en nuestras rutinas cotidianas y que tan perjudiciales son para nuestra salud. Tras unos pocos minutos, su práctica empieza a reportarnos física y mentalmente una sensación de felicidad y sosiego. Su práctica habitual permitirá, lo creamos o no, una sensación de control de la energía de nuestro cuerpo. Y eso es mucho decir.

Un estilo de vida

En definitiva: los beneficios del chi kung vienen íntimamente ligados a nuestra calma y serenidad, unidos a nuestra respiración consciente. Lógicamente, cuando respiramos mejor nuestra oxigenación es más efectiva y, por ello, nuestra circulación sanguínea más saludable, lo que nos aporta una mayor relajación y equilibrio. Por tanto, el chi kung -también denominado Chi Gong o, usualmente su variante más conocida en coccidente, el Tai-Chi, que es una derivación de los dos primeros- tiene como objetivo reequilibrar los sistemas energéticos de nuestro organismo y mejorar así nuestra salud física y mental. El Tai-Chi concretamente se basa en movimientos lentos y rítmicos ajustados a la respiración.

Muchos beneficios, observados no solo en adultos sino en niños y en la tercera edad, nos muestran que su práctica habitual contribuye a disminuir nuestro nivel de estrés y a mejorar nuestra memoria y atención (lo vengo practicando ya hace un tiempo y doy fe). Sus beneficios para las personas que sufren depresión son tangibles, ya que esta disciplina incrementa los niveles de serotonina en nuestro cerebro. El tai-chi tiene un efecto calmante/relajante que disminuye nuestra ansiedad y repercute positivamente en quienes padecen trastornos del sueño. Algunos gimnasios de toda la vida ya empiezan a incluirlo en sus clases habituales... Por algo será.

Notas

[1] http://wsimag.com/es/bienestar/13540-ante-el-estres-respiracion-consciente