Una de las obras más admiradas de Miguel Ángel, en los Museos Vaticanos, son sus pinturas en la Capilla Sixtina. Llamado por Papa Julio II para restaurar la famosa capilla, luego se ve forzado a acceder a pintar la bóveda del edificio, no sintiéndose representado por el arte de la pintura, sí, así como se lee, no porque no se sintiera a la altura, todo lo contrario, él decía que la pintura era un arte menor, que cualquiera podía pintar, ya que era copiar lo que se veía en la naturaleza.
Después de 24 años de realizar esta grande empresa, vuelve en 1536 a los 59 años a trabajar nuevamente en la capilla, pero esta vez en la pared del altar mayor, con un tema tremendo, ambicioso y poderoso: El Juicio Universal.
Para que exista un juicio, debe haber un juez, un Cristo juez, con características que lo presentan joven, alto, musculoso, imponente. El brazo levantado nos hace entender que ya no es tiempo de implorar perdón, sino más bien, de callar y acudir al encuentro del Cristo que nos juzgará por los actos cometidos. Es el brazo en alto, es el que pone en movimiento y en acto el gran juicio.
En las medias lunas de la parte alta, vemos los ángeles que nos presentan los instrumentos más representativos del martirio de Cristo, la cruz, la corona de espinas y la columna donde fue flagelado. Junto a él su madre, María, quién aparece no como la intercesora como otrora en las oraciones de los fieles devotos ante su hijo, aquí el Buonarroti, nos la presenta como espectadora.
Bajo los pies de Jesucristo, un pequeño grupo de ángeles con trompetas largas nos anuncian que el momento de comparecer ante el Cristo-juez, ha llegado.
Vemos a la izquierda un ángel con un libro pequeño, con el nombre de los que se salvaran, es decir, este es el libro de la vida y a la derecha otro ángel con un libro grande de los condenados, libro de la muerte.
Ya todo está preparado
Bajo los pies del juez, dos mártires irónicos del cristianismo, San Bartolomé que, con su piel en la mano, nos recuerda que su martirio fue ser desollado vivo pues, no quiso renunciar a su fe. El rostro que vemos en ella, según la tradición, es un autorretrato del artista. Junto a él, San Lorenzo con una parrilla sostenida en su hombro, instrumento de su sacrificio.
Esta pared de famosos frescos es realizada por petición de Papa Clemente VII, de la importante familia Médicis, quien poco tiempo después, muere. Lo sucede Papa Pablo III, de la familia Farnese, quien le renueva el contrato y agrega una cláusula Motu Proprio, para garantizar así la exclusividad y prioridad del artista para el término de su trabajo.
El papa Farnese tenía un encargado de ceremonias, que hoy sería un secretario, Biagio da Cesena, el cual, al igual que Miguel Ángel, era bastante complejo de tratar y criticó mucho los desnudos de la obra del maestro.
Se dice que un día Biagio, en una ocasión entra sin permiso a la capilla y ve esta gran pared, 12.20 metros de ancho por 13.70 de alto, con sus más de 390 figuras y que su atención inmediata, va a una figura puesta en la parte baja a la derecha, el mitológico rey de Creta, Minos a quien, el gran Dante Alighieri, lo ubica en el giro de los lujuriosos, en su obra “La Divina Comedia”. El Buonarroti teniendo una gran admiración de su obra, toma este personaje y lo sitúa como portero del infierno.
La gran sorpresa para Biagio fue, reconocer en las facciones de este personaje, su cara. Miguel Ángel le había asignado la cara del secretario del Papa, al portero del infierno.
Muchas son las versiones sobre lo que el Papa le habría respondido a su secretario, al ser interpelado por este, por el hecho aquel. El Papa, le habría respondido:
Que encontrándose él en el infierno, no podía hacer nada, pues desde ahí no podía ser rescatado.
Tal vez esta historia es ya muy conocida, se han escrito enteras bibliotecas sobre esta maravillosa obra de Miguel Ángel.
¿Qué es lo que sucede ahora?
Al parecer existe otro Juicio Universal que se estaría atribuyendo al artista, “El Juicio Universal de Ginebra”, debido al lugar donde fue encontrado, en la biblioteca de la ciudad suiza.
Perdido desde hace más de 100 años, habría sido donado por Miguel Ángel al pintor Alessandro Allori, quien lo habría utilizado como modelo para una pintura de altar de la basílica Santísima Anunciada de Florencia (1560 - 1565). Se trata de una fina tela de lino, técnica de olio sobre tela de aproximadamente 96,52 x 81,28 cm.
La estudiosa, Amel Olivares, especialista en arte del renacimiento, después de 8 años de estudio en colaboración con el historiador del arte y conservación, monseñor José Manuel del Río Carrasco, anuncian el hallazgo en el 2024.
La descripción detallada de esta obra se encuentra en el archivo de estado de Florencia del 1792, en documentos relativos a un inventario de las obras de arte de propiedad del marqués florentino Donato Guadagni. En el transcurso de los años, ha tenido distintos propietarios, siendo realizado el último restauro en el año 2015, por Antonio Casciani.
La pintura ha sido analizada desde distintas perspectivas: estudiosos estilísticos, históricos y análisis científicos.
La tela está compuesta por 33 figuras en donde resalta un Cristo con una fina barba, tal como en la pintura del Cristo de Allori, contrario al representado por el Borromini en el fresco del vaticano.
Una curiosidad que presenta la pintura de Ginebra es la aparición de un autorretrato de Miguel Ángel, al menos más joven de los clásicos retratos conocidos.
Luego de este hallazgo y estudio, muchos son los detractores de la posibilidad de que se trate de una obra de Miguel Ángel.
El juicio universal de Ginebra. Oculto desde hace más de 100 años, habría sido donado por Miguel Ángel al pintor Alessandro Allori.
El importante periódico online Finestra sull’Arte, en el artículo de Federico Giannini, menciona que en esta pintura existirían evidentes errores de proporciones anatómicas que el maestro jamás habría cometido. Por otra parte, los colores, aparecen planos respecto al fresco de la Sixtina, faltan las coloridas tonalidades del artista, sobre todo en el manto de la virgen, con figuras que aparecen con relieves menos escultóricos y las nubes se perciben mucho más pesadas.
Así mismo, parece inverosímil que en la tela se vean las partes íntimas ya cubiertas como si Miguel Ángel, hubiese previsto o sugerido la censura que habría sufrido su obra y realizadas por su alumno, Daniele da Volterra en el 1565, luego de las disposiciones del Concilio de Trento que criticaban la desnudez en el arte sacra. Según el periódico, bastaría solo esto para descartar la autoría del florentino de esta obra.
Bien, son las encrucijadas en la que el arte nos presenta posibles nuevas visiones y perspectivas de obras existentes y estudiadas de manera profunda y prolija. No es fácil cambiar paradigmas y presentar verdades absolutas sobre artistas que tal vez, pueden sorprendernos con nuevos estilos y maneras de realizar sus obras, que luego descartaron, continuando a sorprendernos con técnicas que les parecían más llevaderas e innovativas.