“La causa de los victoriosos complació a los dioses; la de los vencidos, a Catón”. Con esta cita clásica se podría contestar a la frase de Churchill con la que Rosa Díez, lider indiscutible -que no indiscutida- de Unión Progreso y Democracia (UPyD), renunció a la autocrítica tras el fracaso estrepitoso de su partido en las elecciones andaluzas del pasado marzo. Si bien es cierto que la política ganó a los críticos de la formación en la subsiguiente reunión del Consejo Político -el máximo lugar de decisión tras el Consejo de Dirección entre congresos- no parece que la herida abierta entre los que se aferran a los primeros principios del partido y los más pragmáticos, que desean un entendimiento con el emergente Ciudadanos de Albert Rivera, vaya a cerrarse pronto. Ni tal vez ya nunca.

El asunto viene ya de antiguo, pero al principio, cuando Ciudadanos (C's) decidió abandonar Cataluña para lanzarse a la política nacional, empezando por Madrid, hubo silencio. Si alguien pensaba que UPyD y C's debían confluir, se lo calló, confiado en que los bisoños naranjas no tendrían demasiado recorrido. Pero llegaron las europeas de mayo de 2014 y los naranjas dieron el campanazo: dos diputados, cuando ni los más optimistas esperaban más de uno; la mitad que UPyD. Asumido el resultado, fue el profesor Sosa Wagner, el cabeza de lista de los magentas, el primero en proponer algún tipo de unión entre las dos formaciones. Le llovieron las críticas de toda la dirección, algunas muy groseras; dolido, dimitió y se fue. Ahora, el catedrático de Derecho Administrativo tiene que estar riéndose para sus adentros, contemplando cómo los que en su día abominaron de su opinión claman por la confluencia.

Pero Rosa Díez hace oídos sordos a quienes le piden que entienda de una manera más abierta la “autonomía” de UPyD. La única concesión que ha dado a quienes cuestionan su liderazgo es un congreso extraordinario en junio, donde no sería del todo extraño que volviese a presentarse, si bien se baraja que Andrés Herzog, su número dos, sea quien reciba la antorcha de la líder. Queda por ver si el partido llegará vivo a lo que vendrá después de las municipales y autonómicas de mayo. Toda la estrategia de interponer sonoras demandas por corrupción -algunas con éxito, como la del caso Bankia- ha dejado a la formación casi sin dinero para la campaña. Y no parece tampoco que el electorado se lo haya agradecido: la última encuesta de Sigma Dos, el pasado domingo 5 de abril, dejaba fuera a los magentas de la Asamblea y el Ayuntamiento de Madrid, su feudo territorial. Y poco antes, un sondeo de Invymark para las generales arrojaba una irrisoria intención de voto del 1,4 %.

Pese a todo, y apoyándose en la democracia indirecta al más puro estilo bipartidista que tanto ha criticado, Rosa Díez y el sector más fundamentalista de UPyD se enrocan en sus posturas que consideran las más morales de todas, achacando la caída de votos a una especie de conspiración de los medios de comunicación y resaltando las diferencias con C's en lugar de intentar siquiera el más mínimo entendimiento, desoyendo a votantes y analistas que aplaudirían una coalición. Con todo, estos defensores de la “pureza” del partido se están quedando solos, con la fuga de afiliados a las filas naranjas y la dificultad para rellenar algunas candidaturas electorales, si bien nadie se atreve a plantear en público una ruptura total en dos de UpyD, que sobrevuela un ambiente enrarecido y prudente. Incluso la dirección ha suspendido de militancia a dos eurodiputados muy críticos con Rosa Díez, Enrique Calvet y Fernando Maura, gesto aplaudido por sus partidarios y recibido con tristeza por los demás. Quedan todavía unos cuantos días para el 20 de abril, plazo máximo legal para comunicar a la Junta Electoral las listas con que se concurrirá a las elecciones. En los territorios más rebeldes con la directiva como Asturias, Castilla la Mancha o Andalucía (donde ha dimitido en bloque el consejo malagueño ante los desastrosos resultados en los comicios) no se descartan movimientos en los próximos días. Mientras tanto, en Valencia, el gran líder de los contestatarios pro-unión, Toni Cantó, guarda silencio. Su mejor actuación.