En 1962, con la premiación de la icónica pintura La violencia de Alejandro Obregón en el Salón nacional de Artistas y la publicación del libro La violencia en Colombia: Estudio de un caso social, se inició un agitado periodo de denuncia social en la obra de los artistas colombianos. La violencia de Obregón fundía con gran audacia y expresión la representación del paisaje colombiano y la muerte en el cuerpo yacente, inerte y torturado de una mujer encinta. Por su parte, el libro La violencia en Colombia, además de los análisis, estadísticas y datos científicos de sus autores, reunía los testimonios de testigos, víctimas y victimarios del conflicto armado ocurrido en Colombia entre 1946 y 1958 entre simpatizantes de los dos partidos políticos hegemónicos -Liberal y Conservador-, y además, compilaba fotografías de los vejámenes ejercidos sobre los pobladores: decapitaciones, cortes macabros sobre los cuerpos, masacres y ajusticiamientos. La publicación se convirtió en un libro polémico e incómodo que dejaba en evidencia la morbosa conducta humana del fanatismo político en la Colombia rural, y además dejaba señalada la responsabilidad de los partidarios políticos liberales, conservadores, militares y curas en medio del conflicto.
Bajo el influjo de Obregón y del polémico libro, jóvenes artistas como Carlos Granada (Honda, 1933 – Bogotá, 2015), Pedro Alcántara (Cali, 1942), Norman Mejía (Cartagena, 1938 – 2012) y Augusto Rendón (Medellín, 1933 – Villa de Leyva, 2020) potenciaron el expresionismo de sus líneas y pinceladas para proponer una agresiva y descarnada presentación del cuerpo abyecto y desgarrado, y así, una nueva figuración violenta surgió como expresión de una manifestación artística de denuncia social. Inspirados en los relatos publicados en el libro de La violencia en Colombia, estos artistas se asociaron en 1965 para crear Testimonios, una exposición presentada originalmente en Cali, luego en la Casa de las Américas en La Habana en 1966, y en la Galería Universitaria de Arte en Caracas en 1967. En 1974, Granada asociado con Umberto Giangrandi (Pontedera, Italia, 1943) y Fabio Rodríguez Amaya (Bogotá, 1950) en el colectivo Taller Cuatro Rojo, publicaron una carpeta de grabados nuevamente bajo el nombre Testimonios, donde se actualizaba el tema aludiendo ya no al conflicto bipartidista, pero ahora a la violencia oficial y a la disensión con el Frente Nacional. Estos trabajos coinciden y dialogan temporalmente con las obras presentadas en Granada ’74 –’78: Reflejos de una violencia oficial.
Si por un lado, el trabajo grupal y las técnicas de reproducción como el fotograbado y la serigrafía promovieron y permitieron llevar imágenes cargadas de denuncia política a una audiencia mayor, el trabajo individual y la aparición de nuevos nombres como como Alfonso Quijano, Leonel Góngora, Umberto Giangrandi, Ángel Loochkartt, completaron y consolidaron la generación de la nueva figuración expresionista, y continuaron durante las décadas de los sesenta y setenta la divulgación de otros testimonios del drama humano en Colombia.
El alinderamiento político, las militancias de algunos de los artistas de la generación y sus simpatías con la Revolución cubana los llevaron a estrechar lazos con la Casa de las Américas en La Habana, una institución cultural que llamaba a artistas de todo el continente para la consolidación de un proyecto artístico latinoamericano político y antiimperialista. Granada participó en las Encuentros de la Plástica Latinoamericana de La Habana en 1972 y 1973 junto a Taller Cuatro Rojo, y Pedro Alcántara presentó allí varias iniciativas, entre ellas el Graficario de la lucha popular en Colombia (1978), un proyecto producido en su nueva asociación de artes gráficas nombrada Taller Corporación Prográfica. El Graficario reunía grabados de 32 artistas -Alejandro Obregón, Alipio Jaramillo, Pedro Nel Gómez, Luis Ángel Rengifo, Lucy Tejada, Augusto Rendón, Carlos Correa, Alfonso Quijano, Luis Alberto Acuña, Jorge Elías Triana, y el mismo Alcántara entre otros-, una presentación del historiador Álvaro Medina, y un texto introductorio de Gabriel García Márquez que celebraba la importancia de las obras de los artistas como aparatos de difusión de la violencia de Estado en Colombia: “En ellos están para ser vistas las represiones más infames, las masacres impunes, la miseria sin misericordia de un país cuyo signo mayor ha sido la injusticia social”.
Como contexto y ampliación de la exposición Granada ’74 –’78: Reflejos de una violencia oficial, esta muestra complementa la revisión histórica a los componentes de la nueva figuración expresionista y algunos de los hitos de su producción que quedaron como evidencias y Otros Testimonios de los acontecimientos críticos que convocaron a la generación a un arte de denuncia.
(Curaduría y textos, Christian Padilla)