Barcelona es una ciudad que ha crecido de manera continuada desde finales de siglo XIX, casi ininterrumpidamente, basando su crecimiento en la industria, el comercio, la cultura y, en los últimos años, el turismo. Además, cuatro grandes acontecimientos han supuesto un gran paso adelante para la urbe. El primero de estos eventos fue la Exposición Universal de 1888. En 1929 tuvo lugar la Exposición Internacional, en 1992 los Juegos Olímpicos, y en 2004 el Fórum Universal de las Culturas.

En Barcelona se guardaba un grato recuerdo de la Exposición Universal de 1888, acontecimiento que supuso un gran avance para la ciudad en el terreno económico y tecnológico, y urbanístico, como la remodelación del parque de la Ciutadella1. Por ese motivo, desde el gobierno regional de la Mancomunitat de Catalunya, se proyectó una nueva exposición internacional, para dar a conocer los flamantes avances tecnológicos y proyectar la imagen de la industria catalana en el exterior.

Una vez más, la exposición originó la urbanización de una parte de Barcelona, en este caso la montaña de Montjuïc, y la plaza de España, pero a la vez dejó mejoras en toda la ciudad.

Montjuïc y la nueva arquitectura

La montaña de Montjuïc, en la zona meridional del término municipal de Barcelona, se caracteriza por tener un gran acantilado sobre el mar Mediterráneo, a su sureste, cuya cima está a una altitud de 178 metros, mientras que su manto desciende hasta la ciudad por el norte y el noroeste por los barrios de Poble Sec y Sants. Antes de la urbanización de 1929, la montaña era un lugar caótico donde convivían instalaciones militares, canteras, alguna instalación industrial, barrios de barracas, y diversas explotaciones. Pero en Montjïc no había parques ni instalaciones deportivas ni culturales, ni jardines ni paseos, ni miradores. Este Montjuïc desordenado y caótico es el que había antes de 1929.

La Exposición Internacional de Barcelona tuvo lugar del 20 de mayo de 1929 al 15 de enero de 1930. Ocupó una superficie de 118 hectáreas de Montjuïc, hasta llegar a la plaza de España, y tuvo un coste de 130 millones de pesetas de la época. Los edificios, y el urbanismo que propició la Exposición Internacional, se llevaron a cabo mayoritariamente en un nuevo estilo arquitectónico que empezaba a acorralar el modernismo omnipresente hasta esa época en Barcelona. Se trataba del Noucentisme, un movimiento catalán inicialmente artístico y literario, pero que pronto se materializó en una arquitectura de inspiración grecolatina. El Noucentisme, defendido por Eugeni d’Ors (1881-1954) y por la misma Mancomunitat de Catalunya, suponía la expresión plástica de una nueva corriente artística que sobrevaloraba las manifestaciones catalanistas y su relación con la estética clásica y mediterránea.

La Exposición Internacional también supuso la introducción en España de las corrientes de vanguardia internacionales, representadas por el racionalismo, a través del pabellón de Suecia y, muy especialmente, del pabellón de Alemania, del consagrado arquitecto Ludwig Mies van der Rohe. La Exposición dejó en herencia edificios e instalaciones, algunos de los cuales se han convertido en emblemas de Barcelona, como el Palacio Nacional, el Teatro Griego, el Poble Espanyol y el Estadio Olímpico.

Muchos de estos edificios fueron proyectados con una gran monumentalidad, pero este monumentalismo no llegó nunca a materializarse en la calidad de los materiales, lo que fue especialmente grave puesto que varios de estos predios se convirtieron en instalaciones permanentes, que requirieron reformas y mantenimiento para corregir las patologías originales. De entre las grandes herencias de la Exposición, el autor de este artículo destaca la Fuente Mágica y el pabellón de Alemania.

Origen de la Exposición de 1929

La idea de una nueva exposición comenzó a gestarse en 1905, promovida por el arquitecto y político catalanista Josep Puig i Cadafalch (1867-1956). Inicialmente se pensó que el recinto de la exposición estuviese en los márgenes barceloneses del río Besós, pero en 1913 el ayuntamiento decidió su ubicación definitiva en Montjuïc. Debido al auge de la industria eléctrica desde finales del siglo XIX se pensó realizar una Exposición de Industrias Eléctricas, prevista inicialmente para 1917, aunque se retrasó debido a la Primera Guerra Mundial. Después de la contienda militar, como la denominación “industrias eléctricas” ya no tenía sentido puesto que la electricidad ya no era una novedad, pasó a llamarse Exposición Internacional de Barcelona.

El proyecto de Puig i Cadafalch recibió el respaldo de los empresarios a través de la organización patronal Fomento del Trabajo Nacional. En 1913 se creó una comisión mixta para la organización del evento, formada por representantes del Ayuntamiento y de Fomento del Trabajo Nacional, siendo nombrados comisarios de la organización Puig i Cadafalch, Francesc Cambó (1876-1947), que poco después sería ministro de Fomento del gobierno de España; y Joan Pich i Pon (1878-1967), concejal del ayuntamiento, del que sería más tarde alcalde.

En 1915 Puig i Cadafalch presentó el primer anteproyecto, que se dividió en tres proyectos, cada uno encargado a un equipo de arquitectos diferentes, los tres dirigidos por los más reputados arquitectos del momento:

  • La parte baja de la montaña de Montjuïc se destinaba a la Sección Oficial, proyecto de Puig i Cadafalch.

  • La parte alta de la montaña se destinaba a Sección Internacional, proyecto encargado a Lluís Domènech i Montaner (1849-1923).

  • El sector de Miramar, destinado a la Sección Marítima (que finalmente no se llevó a cabo), encargada a Enric Sagnier (1855-1931).

Para conseguir las 110 hectáreas previstas para el proyecto de la Exposición, se expropiaron muchas parcelas privadas de Montjuïc, puesto que la gran mayoría no pertenecían al ayuntamiento de Barcelona.

Las obras de la Exposición

Las obras de la Exposición Internacional se iniciaron en 1917, a cargo del ingeniero Marià Rubió i Bellver (1862-1938), urbanizando la montaña de Montjuïc, y simultáneamente también la construcción de los jardines diseñados por el paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier (conservador del Bois de Boulogne de París), junto con el catalán Nicolau Rubió i Tudurí (1891-1981). Las obras se iniciaron a un ritmo lento debido a las dificultades del ayuntamiento con la expropiación de las parcelas, y posteriormente por las dificultades que comportaba la explanación de los terrenos en la montaña de Montjuïc.

En 1920 se inició la construcción de les primeros palacios en el eje principal de la Exposición, bajo la dirección de Puig i Cadafalch, que se inauguraron en 1923, para las exposiciones de la Agricultura y el Mueble, que sirvieron como ensayos de la futura Exposición Internacional.

La instauración de la dictadura de Primo de Rivera en 1923 desaceleró las obras, introduciendo algunos cambios significativos. Por ejemplo, la nueva plaza que se estaba configurando en la intersección de la Gran Vía con el eje principal de la Exposición, y que sería la entrada principal al evento, pasó a denominarse plaza de España. Fueron derruidas las Cuatro Columnas monumentales (obra de Puig i Cadafalch) que se encontraban detrás de la Fuente Mágica por ser consideradas un símbolo demasiado catalanista (columnas que se reconstruyeron en 2010). En este período dictatorial, Puig i Cadafalch fue relegado por sus ideas catalanistas y su vinculación con la Mancomunitat de Catalunya (que había sido abolida), y la organización recayó en manos del Mariano de Foronda y González Bravo (1873-1961), siendo nombrado Pere Domènech i Roura (1881-1962) director de las obras de la Exposición.

La Fuente Mágica

Carles Buïgas (1898-1979) fue un arquitecto e ingeniero catalán que ha pasado a la historia por el magnífico diseño de la iluminación del Palacio Nacional y por el ingenio hidráulico y lumínico de la Fuente Mágica de la Exposición Internacional de Barcelona 1929. La fuente se encuentra justo en el eje principal de la Exposición.

Buïgas empezó a trabajar en 1917 en la oficina técnica de la Exposición, y en 1919 sería nombrado jefe del Servicio de Transportes e Instalaciones Electromecánicas de la Exposición. Diseñó el proyecto de iluminación del palacio de la Industria, las fuentes del palacio Real de Pedralbes, y las cascadas y surtidores de la gran escalinata del palacio Nacional de Montjuïc.

Entre 1927 y 1928 Buïgas presentó diferentes proyectos de la Fuente Mágica al comité ejecutivo de la Exposición, que los tachó de irrealizables por los elevados presupuestos y el tiempo limitado para su ejecución. Buïgas expuso su último proyecto en el palacio de la Agricultura, durante una visita del dictador Primo de Rivera, que al ver sus dibujos exclamó “esto resulta magnífico, muy nuevo y deslumbrante”. A partir de ese momento Carles Buïgas no encontró trabas presupuestarias para llevar a cabo su proyecto de fuente monumental.

Cuando la fuente se inauguró en 1929 causó una profunda impresión, por el enorme caudal de aguas que tenía (2600 litros por segundo, accionadas por cinco bombas de 1100 CV de potencia), y sobre todo por los más de treinta juegos de aguas diferentes, todos ellos con sus pertinentes coloraciones. Para definir la fuente monumental recién inaugurada, el adjetivo más usado por la prensa nacional e internacional fue “mágica”, y por ese motivo finalmente quedó bautizada como la Fuente Mágica. A propósito de la fuente, el periódico Bursen Courier escribió en mayo de 1930: “es la obra más formidable de un arte que aún no tiene nombre, el arte de la luz”. En 1937 Le Miroir du Monde publicó:

Las fuentes luminosas de Barcelona habrían maravillado a millones de visitantes, y hecho más por la gloria del Certamen que todas las demás realizaciones reunidas.

El ingeniero Longsberg, que tenía idéntico cargo que Buïgas en la futura exposición que debía celebrarse en Lieja dijo:

Deberán transcurrir muchos años antes que pueda realizarse una obra de este género que supere técnicamente la realizada en Barcelona por representar ésta un muy marcado progreso en dicha especialidad de la técnica moderna.

El pabellón de Alemania

Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969) ha sido reconocido como uno de los pioneros de la arquitectura moderna, junto con Walter Gropius, Frank Lloyd Wright y Le Corbusier. Pero sólo Mies van der Rohe participó en la Exposición Internacional de 1929, con el pabellón de Alemania, que muchos arquitectos consideran el edificio más perfecto del siglo XX.

El gobierno de la República de Weimar (Alemania) aceptó la invitación de participar en la Exposición Internacional de Barcelona en 1928, y acto seguido encargó a Mies van der Rohe el diseño del pabellón oficial (y el de suministro eléctrico), que contó con la colaboración de la interiorista Lilly Reich. En enero de 1929 Mies viajó a Barcelona para decidir la ubicación del pabellón de Alemania, desestimando la situación propuesta por la organización y escogiendo como emplazamiento el eje transversal de la Fuente Mágica, un lugar fuera de la sección internacional donde se agrupaban la mayoría de países invitados. La radicalidad moderna del pabellón, y el impacto que causaría en la historia de la arquitectura, sólo fue reconocida en ese momento en España por los arquitectos catalanes Rubió i Tudurí y Màrius Gifreda.

Explicar el pabellón de Alemania queda fuera del alcance de este artículo (quizá más adelante podremos hacerlo en otro escrito monotemático en Meer). Pero, a grandes rasgos, las características básicas que hacen del pabellón una referencia arquitectónica única son: la inexistencia de una fachada principal, la utilización moderna de la cubierta plana, la planimetría del espacio arquitectónico, y una estética basada en materiales nobles sin ornamentación. Como el pabellón fue diseñado como una obra efímera, fue desmontado en 1930, sin que nadie protestase por la desaparición del futuro mito arquitectónico. En 1980, el arquitecto Oriol Bohigas, desde el ayuntamiento de Barcelona, impulsó su reconstrucción, obra encargada a los arquitectos Ignasi de Solà-Morales, Cristian Cirici y Fernando Ramos, que iniciaron las obras en 1983, y el pabellón reconstruido se inauguró en 1986.

Las obras fuera del recinto de la Exposición

Más allá de las obras de Montjuïc y plaza España, las reformas afectaron prácticamente todas las calles y avenidas barcelonesas. Se intervino en la plaza Catalunya y en las Ramblas, en la prolongación de la Gran Vía de las Corts Catalanes y en la avenida Diagonal, pero también en los grandes ejes periféricos, como el paseo de Torres i Bages, y el paseo Nacional de la Barceloneta. Se urbanizaron muchas calles, se pavimentaron las aceras, se amplió la red de alcantarillado, se instaló una red de lavabos públicos subterráneos (de los que aún restan actualmente los de las plazas Catalunya y Urquinaona, inaugurados en 1926). También se sustituyó el alumbrado público de gas por una moderna red de alumbrado eléctrico, que ofrecía mejor funcionamiento y automatización.

En la avenida Diagonal de Pedralbes, se rehabilitó una casa solariega del Conde de Güell para un nuevo Palacio Real. Entorno a la nueva avenida de 75 metros de ancho se empezaron a construir numerosos chalets rodeados de amplios jardines. También se urbanizó el amplio paseo de Sant Joan, con una rambla central con parterres en flor y esculturas, paseo que se originaba en el Arco de Triunfo que se había levantado con motivo de la Exposición Universal de 1888. Además de las obras urbanas, la organización del evento aprovechó también para inaugurar nuevos servicios públicos, en especial bibliotecas, para configurar el inicio de una autentica red bibliotecaria municipal.

Se remodeló la gran estación ferroviaria de Francia, a cargo de los arquitectos Pedro de Muguruza y Raimon Duran i Reynals. La estación pasó a tener una fachada monumental de 125 metros de largo, y en el interior las vías están cubiertas por dos naves sustentadas por 13 estructuras metálicas impresionantes. Se eliminaron los pasos a nivel de las vías férreas que cruzaban la ciudad (cortando numerosas calles), soterrando algunos de los ferrocarriles, y construyendo viaductos (como los de la avenida Marina o de la plaza de las Glorias Catalanas).

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Las Cuatro Columnas, también conocidas como las Columnas de Puig i Cadafalch, son 4 columnas con capiteles jónicos que reproducen las que fueron levantadas en 1919 por el arquitecto Puig i Cadafalch donde actualmente está la Fuente Mágica de Montjuïc, en Barcelona.

Conclusiones

Este artículo ha sido un pequeño apunte del gran impacto que la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 tuvo en la ciudad, permitiendo una mejora íntegra en cuanto a infraestructuras urbanas, parques, jardines, ferrocarriles, etc. Gran parte de los edificios de la Exposición son atracciones turísticas y comerciales actuales en la Barcelona del siglo XXI. Se puede profundizar más sobre el tema en el libro “L’exposició Internacional de Barcelona de 1929” de Carmen Grandes, editado en 1988 por la editora Amelia Romero en la colección “Els llibres de la frontera”.

Arquitectónicamente, la Exposición Internacional de Barcelona 1929 permitió ver el paso de una arquitectura historicista de pabellones clásicos, en que detrás de una fachada teatral se escondían técnicas modernas de construcción, hacia una arquitectura verdaderamente moderna, como hemos visto en el pabellón de Alemania de Mies van der Rohe.

Desde 1929 Montjuïc ha sido uno de los grandes parques, y zonas culturales, deportivas y turísticas, para el recreo de los barceloneses y los turistas que nos visitan. Pero Montjuïc también sufrió los años tristes de la Guerra Civil, y los posteriores años de miserias y barranquismo, y no será hasta el acontecimiento de un nuevo evento de características mundiales que se recuperará definitivamente. Serán los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 los que recuperarán parte del patrimonio de la Exposición Internacional de 1929, y que abrirán definitivamente la montaña a la ciudad, pero eso lo contaremos en un futuro artículo.

Notas

1 La Exposición Universal de Barcelona 1888. En Meer.