Barcelona es una ciudad que ha crecido desde finales de siglo XIX de manera continuada, casi ininterrumpidamente, basando su crecimiento en la industria, el comercio, la cultura y, en los últimos años, el turismo. Pero además de este crecimiento digamos orgánico, se han añadido cuatro grandes acontecimientos que han supuesto un gran paso adelante para la urbe. Estos acontecimientos fueron las dos exposiciones Universales de Barcelona, de 1888 y 1929, los Juegos Olímpicos de 1992 y el Fórum Universal de las Culturas de 2004 (este último en menor impacto relativo).

La Exposición Universal de Barcelona 1888 tuvo lugar entre el 8 de abril y el 9 de diciembre. A la Exposición concurrieron 22 países de todo el mundo, y recibió unos dos millones y medio de visitantes. Ese mismo año 1888 tuvieron lugar otras cuatro exposiciones menores, ninguna de ellas calificada de Universal. Fueron la Centennial International Exhibition de Melbourne (Australia), la International Exhibition de Glasgow (Escocia), el Grand Concours International des Sciences et de l'Industrie de Bruselas (Bélgica), y la Exposição Industrial Portuguesa de Lisboa.

La Exposición Universal de Barcelona 1888 se inauguró oficialmente el 20 de mayo, por parte del rey Alfonso XIII (que tenía dos años), la reina regente María Cristina, el presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta, y el alcalde de Barcelona, Francesc Rius i Taulet, entre otras autoridades políticas y militares.
En 1888 Barcelona tenia 530.000 habitantes, y era la ciudad más importante de España por su potencia industrial y comercial. Existe consenso entre los historiadores en considerar que la organización de la Exposición Universal de 1888 reflejó la buena relación entre la monarquía española restaurada y la burguesía industrial catalana, que había apoyado el retorno de la monarquía (después de la primera República Española), en busca de una paz social que permitiera un desarrollo económico.

Pero no todos los políticos locales estaban de acuerdo con la organización de la Exposición, básicamente por motivos económicos. Por ejemplo, el político independiente miembro de la Comisión de Hacienda Melcior Gassull, ejerció la oposición política al proyecto en el consistorio, arguyendo que sobre el ayuntamiento de Barcelona pesaba un enorme déficit y que tenía otras atenciones más precisas y necesarias a que acudir. Aunque los argumentos económicos en contra eran aceptados incluso por parte de los defensores de la Exposición, la importancia política y comercial del acontecimiento acabó convenciendo a la mayoría del consistorio; por ejemplo, el regidor Antoni Vallès, en referencia a la Exposición Universal afirmó: “España la quiere, Catalunya la desea, y Barcelona la exige”.

A finales de siglo XIX las Exposiciones Universales se consideraban los mayores eventos políticos, económicos y sociales del mundo. Organizar una exposición era una oportunidad de desarrollo económico para la ciudad organizadora y otorgaba un gran prestigio internacional. Este fue el motivo principal por el que Barcelona organizó la Exposición Universal de 1888, junto con la oportunidad de un gran cambio urbanístico para la ciudad.

A pesar que la idea original partió del empresario Eugenio Serrano, después de una serie de problemas económicos, el proyecto lo asumió el alcalde de Barcelona Francesc Rius i Taulet, que se rodeó de un grupo de empresarios, políticos y figuras públicas, como el arquitecto Elies Rogent, Lluís Rouvière, el banquero Manuel Girona, Manuel Duran, Josep Ferrer, Claudi López Bru (Marqués de Comillas), Carles Pirozzini, Jacint Verdaguer, Josep Pujol, y Ramon Romaní, que constituyeron la comisión ejecutora de la Exposición.

La Exposición se desarrolló en una superficie de casi 400.000 metros cuadrados, en una nueva zona de Barcelona fuera del centro medieval, en los barrios de la Ribera y la Ciudadela. Tenía como puerta de entrada el Arco del Triunfo, obra del prestigioso arquitecto Josep Vilaseca i Casanovas. El recinto expositivo se extendía por el parque de la Ciutadella, el actual zoológico, y parte de la estación de Francia hasta el barrio marinero de la Barceloneta.

Gran parte del recinto estaba ocupado por edificios diseñados por los arquitectos catalanes más reputados del momento. El edificio más importante fue el Palacio de la Industria, de 70.000 metros cuadrados. La Ciudadela había sido con anterioridad un recinto militar, de triste recuerdo para los barceloneses, pero aun así se conservaron tres edificios de la época militar: el Palacio del Gobernador, el Arsenal y la Capilla castrense.

Los tres edificios se mantienen aún hoy en día en pie y, tras algunas adaptaciones, siguen en activo. El primero acoge el instituto de educación secundaria Verdaguer, mientras que el segundo es actualmente la sede del Parlamento de Catalunya. El hecho que estos dos edificios pasaran de ser representantes de la represión militar de Barcelona a parte de la Exposición Universal, y posteriormente a sedes educativas y parlamentarias catalanas, no deja de ser un hecho de justicia poética.

Gran parte de los edificios de la Exposición fueron diseñados con carácter efímero, tanto por cuestiones presupuestarias como urbanísticas, puesto que estaba previsto su desmantelamiento para poder levantar en el espacio restante el gran parque actual de la Ciudadela. De los edificios de la Exposición que permanecen en pie destacan: el Arco del Triunfo, el Café-Restaurante llamado Castillo de los Tres Dragones, obra de Lluís Domènech i Montaner (actualmente Museo de Zoología), la Galería de las Máquinas (hoy ocupada en parte por los servicios del zoo), el Museo Martorell de Geología, de Antoni Rovira i Trias, y el Umbráculo, proyectado por Josep Fontserè i Mestre.

El incentivo de los actos feriales de la Exposición Universal conllevó la mejora de las infraestructuras de toda la ciudad, que dio un enorme salto hacia la modernización y el desarrollo. También se aprovechó para poder acabar proyectos que hacía años que estaban en marcha pero que no se terminaban nunca. Entre las mejoras urbanas destaca la finalización de la urbanización del frente marítimo de Barcelona, entre el parque de la Ciutadella y la Rambla, construyendo el paseo de Colón y un nuevo muelle hoy llamado Moll de la Fusta. Se aprovechó para reurbanizar el barrio de la Ribera, e inaugurar el gran mercado central barcelonés, el Mercat del Born, obra de Josep Fontseré, que había iniciado las obras en 1884.

También se inauguraron Las Golondrinas, embarcaciones de recreo que, todavía hoy, salen frente al monumento a Colón y dan un paseo marítimo a los visitantes.

Una de las obras más famosas de la Exposición Universal de 1888 está situada fuera del recinto ferial. Se trata del monumento a Colón, obra de Gaietà Buïgas i Monravà, centrado en la plaza Portal de la Pau, punto de unión del paseo Colón con la Rambla. Se inauguró el 1 de junio, en plena Exposición. Para poder construir el monumento se abrió una suscripción popular, pero más tarde el Ayuntamiento de Barcelona se hizo cargo del coste de la obra, visto que las aportaciones de particulares eran insuficientes; además el presupuesto inicial, unas 300.000 pesetas, fue ampliamente superado. A pesar que la concepción del monumento es de Buïgas, el conjunto escultórico de la base fue repartido ente los mejores escultores catalanes de la época (Josep Llimona, Agapit Vallmitjana…).

El conjunto del monumento alcanza los 57 metros de altura, coronado por la imagen de Colón de 7 metros fundida en hierro. La estatua representa a Colón con el brazo derecho extendido y el dedo índice señalando hacia el mar. Inicialmente se dijo que señalaba a América, pero esta afirmación creó polémica, ya que este continente se encuentra en el sentido contrario a lo que señala el dedo. Hay historiadores que afirman que el dedo señala hacia la isla de Mallorca (donde nació Colón, según una reciente teoría). Antes de la aprobación del proyecto de Buïgas, el ingeniero francés Toulouse J. Lapierre había presentado un proyecto de una torre de madera de 210 metros, que fue desestimado por razones presupuestarias. También el ingeniero catalán Pere Falqués había presentado el proyecto de la Gran Torre, de 200 metros de altura, obra de hierro y ladrillo, que terminó con el mismo resultado negativo que el proyecto de Lapierre, por la misma razón presupuestaria.

Entre los edificios efímeros construidos durante la Exposición Universal de 1888, cabe destacar el Gran Hotel Internacional (se derribó después de terminar la Exposición) en el paseo de Colón. El hotel, diseñado por el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, se edificó en el tiempo récord de 53 días. Tenía planta y tres pisos, con capacidad para 2.000 huéspedes. El Palacio de Bellas Artes, obra de August Font, situado delante del museo de Zoología, fue donde se celebró la inauguración oficial de la Exposición, con asistencia de la familia real. El Palacio se destinó a exposiciones artísticas, conciertos y eventos culturales de carácter catalanista. Tras la Exposición Universal, siguió abierto hasta 1942, cuando fue derribado.

La Exposición Universal de 1888 supuso el banco de pruebas del nuevo estilo artístico, el modernismo, que hasta principios del siglo XX fue el que imperó en las nuevas construcciones de la ciudad, especialmente entre la burguesía, y que dejó obras de gran valor artístico y monumental.

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Josep Vilaseca i Casanovas, 1848 — 1910 arquitecto. El Arco del Triunfo se caracteriza por su estilo neomudéjar, con ladrillo visto y esculturas que representan la acogida de Barcelona a las naciones participantes.

La Exposición Universal fue un éxito por el número de visitantes nacionales y sobre todo internacionales, y por el rendimiento económico (a pesar de acabar con un déficit de 6 millones de pesetas). La proyección internacional que la Exposición dio a Barcelona fue impagable. Además, planteada en un momento de depresión económica, revitalizó al sector de la construcción, y el número de visitantes proporcionó grandes ingresos a todos los sectores de la ciudad.

La Exposición de 1888 se considera el primer gran paso de la economía catalana hacia la europeización. Dos años antes del evento, se había fundado la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Barcelona, con el objetivo de velar por los intereses de los industriales catalanes y aprovechar la Exposición para fomentar el flujo comercial extranjero, más allá del débil mercado español. La organización, desarrollo y éxito de la Exposición Universal confirmó el clima de buena relación entre la burguesía catalana y la monarquía instalada en Madrid, pese a las críticas que generó entre el proletariado y los líderes republicanos y catalanistas. La gran cantidad de obras llevadas a cabo durante la Exposición movilizó a miles de obreros, que trabajaron incansablemente, a veces en difíciles condiciones.

Todo esto contribuyó a incrementar la concienciación de los trabajadores que debían unir fuerzas para defender sus intereses. En agosto de 1888, en plena celebración de la Exposición, se fundó en Barcelona el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT); poco después el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) celebró en Barcelona, no por casualidad, el primer congreso de su historia.

Cuarenta años más tarde de la Exposición Universal de 1888, Barcelona repetirá la operación con una nueva Exposición Universal para volver a crecer y situarse en el centro de la atención mundial, y se encontrará con una sociedad diferente, pero con unas polémicas, expectativas, y valoraciones similares a las acontecidas en 1888. Pero esto lo veremos en otro artículo.

A aquellos lectores que hayan encontrado interesante este breve artículo, pueden ahondar en el tema en algún libro de la extensa bibliografía publicada, de los cuales, a mi parecer, uno de los más interesantes es el titulado Arquitectura i Ciutat a l’Exposició Universal de Barcelona 1888, trabajo de investigación de un equipo de arquitectos, urbanistas e historiadores dirigidos por el arquitecto Pere Hereu, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, que se publicó en 1988, con motivo del centenario de la Exposición, editado conjuntamente por la Universidad Politécnica de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona.

En las más de 250 páginas del libro se pueden leer capítulos sobre la sociedad catalana de finales del XIX, las polémicas que generó la Exposición, la crónica prácticamente diaria de las construcciones, y la dimensión arquitectónica y urbana del acontecimiento, todo acompañado por laminas ilustradas de planos de plantas, perfiles y alzados de los edificios, junto con gravados de interiores y exteriores de los principales palacios feriales y otras estructuras.