Hoy día, en la era del uso de las tecnologías, la consabida inteligencia artificial, el arte conceptual y la idea minimalista, es interesante encontrar aún a artistas locales conectados con su territorio que plasman la temática autóctona de sus lugares de origen en sus creaciones a través de las herramientas de siempre, como bien lo son desde todos los tiempos: un caballete, tubos de óleo y/o acrílico y pinceles, con la inclusión de su pura inspiración. Uno de esos discursos plásticos lo encontramos en el trabajo de la diseñadora gráfica y artista plástica Vilma Rojas, que vive y desarrolla su arte en su lugar de origen: la isla de Margarita, en la provincia de Nueva Esparta, Venezuela.
La historia del arte, desde los testimonios de los bisontes de las Cuevas de Altamira (Cantabria, España), Giotto, Miguel Ángel, El Greco, Diego Rivera, Monet, Cézanne, Matisse, entre tantas otras referencias en la historia del arte hasta los años 70 del siglo XX, hacía uso, por lo general, de su ingenio y reinterpretación de un tema, y lo representaba, en el caso de la pintura de caballete, mediante un lienzo, pigmentos y pinceles.
A partir de la innovación —diría hiper radical— que hiciera Steve Jobs y que revolucionó un antes y un después en la historia como era conocida hasta entonces, generando una nueva época de la humanidad por el nacimiento y uso cotidiano de la tecnología digital, estábamos acostumbrados a los utensilios clásicos utilizados por los artistas. Más allá del pop art, el cinetismo y el arte en movimiento, en donde el genio de Picasso introdujo la tercera dimensión en dos dimensiones, el arte también se dividió en dos vertientes: los tradicionales, que seguían haciendo uso de la técnica universal de caballete-pigmentos-pincel, y los tecnológicos, que hacen uso de la realidad aumentada, las instalaciones interactivas o el arte generativo.
Más allá de la polémica que se pueda generar entre la idea de uno y otro bando, es muy gratificante que aún encontremos a artistas plásticos —digamos clásicos— que, mediante los utensilios de siempre para el pintor de caballete, realicen sus creaciones interpretando su entorno cotidiano, en el cual se mezclan elementos u objetos icónicos de su historia familiar con el paisaje físico que inunda sus ojos y de los lugares de donde son o eligieron vivir.
Uno de estos ejemplos actuales es la artista plástica venezolana Vilma Rojas, nacida en el estado o provincia de Nueva Esparta, en la famosa y turística isla de Margarita. Vive sus primeros años en su lugar de origen y luego se traslada hacia la capital del país, Caracas, para cursar estudios universitarios. En la Universidad José María Vargas se gradúa en la Facultad de Arquitectura y Artes, en la especialidad de Diseño Gráfico. Durante y posteriormente a su formación universitaria, realiza una formación intensiva y continua en talleres de arte puro, en la especialidad de dibujo y pintura, por espacio de más de 10 años, complementándolos con cursos de estudio de la figura humana, aerografía, tinta sobre plástico, origami, entre otras formaciones artísticas.
Vilma Rojas, Silla entre cuadro y arabescos, 2000. Óleo sobre lienzo, 110 × 120 cm. Colección familia Narváez.
Al culminar sus estudios, y algunos años después, decide residenciarse de forma permanente en su lugar de origen, la isla de Margarita, y ha trabajado como facilitadora y docente de talleres de pintura al óleo, coordinadora de exposiciones, coordinadora general del Museo Pueblos de Margarita, Museo de Música y Arte. Además, como artista, participa activamente en innumerables exposiciones colectivas de artistas locales, y en una ocasión en la elaboración del mural de la Guardería FONDENE, junto con un grupo de artistas y niños de la Escuela Básica Villa Rosa, El Poblado, Porlamar.
Ha realizado ilustraciones de portadas de libros y ha participado colectivamente en experiencias de intervención al aire libre de objetos como faroles de calles y moldes de mariposas agigantadas, por mencionar parte del largo recorrido formativo y profesional de esta reconocida artista margariteña, lo cual le ha valido premios y reconocimientos. Ha sido objeto de los siguientes premios y reconocimientos:
II Premio de Pintura, XII Salón General en Jefe Santiago Mariño, El Valle.
II Premio de Pintura, XVI Salón de Arte Pampatar.
Día de Porlamar, V Concurso al Aire Libre, Galería Galpón.
Mención Especial, Salón Nacional de Pintura “Francisco Mata y sus Canciones visto por los Artistas”, Sambil Margarita.
Botón de Honor otorgado por la Alcaldía de Marcano en reconocimiento a la labor cultural realizada en el municipio Juan Griego.
Premio Mujeres en el Arte “Elba Salvati de Izaguirre” otorgado por la AVAPNE en el VI Salón de Verano, Centro Comercial Sambil Margarita.
Mención otorgada por el municipio Mariño en la exposición “Explosión Bicentenaria”, con la obra “Alfarería, Identidad Cultural”, Galería Red de Arte.
Mención Honorífica en la VI Exposición Colectiva “Con la Fe en Nueva Esparta”, con la obra “Serie Mosaicos... Frutas”.
Reconocimiento otorgado por la Alcaldía Bolivariana General en Jefe Juan Bautista Arismendi, en “Homenaje a la Mujer”.
Botón de Honor por el aporte cultural a la ciudad de La Asunción, otorgado por la Alcaldía Bolivariana del Municipio Arismendi, La Asunción.
Hija Adoptiva de la ciudad de La Asunción, título otorgado por la Alcaldía Bolivariana General en Jefe Juan Bautista Arismendi, La Asunción.
Más allá de esta trayectoria, y volviendo al tema inicial, Vilma es una artista que, haciendo uso de los utensilios clásicos de soporte-pigmentos-pinceles, ha desarrollado un discurso plástico en el que los elementos protagonistas están directamente vinculados a su “terruño” y cotidianidad margariteña.
Vilma Rojas, Aguamanil, 2001. Tinta china y técnica mixta sobre papel vegetal, 33 × 35 cm.
En cuanto al color, al vivir en una isla caribeña, encontramos en su paleta colores cálidos y vibrantes, llenos de azules y verdes que representan la inmensidad del mar y el vínculo que hace alusión directa de todo habitante isleño a su paisaje, a la luz —en su caso casi blanca—. Por otro lado, hace uso de abundantes pigmentos amarillos, naranjas y rojos que expresan los atardeceres del sol radiante de Margarita.
En cuanto a su temática, a lo largo de su desarrollo pictórico ha integrado objetos utilitarios que recuerda de su infancia, en donde, en esas casas antiguas de solares de una planta, abundaban los lisonjeros, pilones (objetos elaborados de madera para moler y majar los granos, como los de maíz, por ejemplo), vasijas de barro, teteras y pisos de mosaicos antiguos.
También ha incorporado flores, particularmente cayenas, que inundaban las calles de su Porlamar natal y las casas familiares tradicionales margariteñas, así como arabescos, que utiliza como recurso de patrones elaborados, creando una atmósfera que denota orden y armonía.
Como elemento característico, ha introducido un pez autóctono y típico de la isla, “el Torito” (Torito Hexagonal), que antes abundaba y era muy buscado por su delicioso gusto, pero que actualmente está muy escaso y posiblemente en peligro de extinción. Era muy común el “torito asado” que preparaba su abuela para las comidas familiares, y quizá por esos recuerdos entrañables, y por su rareza actual, lo ha convertido en protagonista de sus series temáticas.
Además de los objetos utilitarios y de su “pececito”, la artista trabaja en series en las que ha incorporado otros temas, como las máscaras africanas y motivos religiosos, entre ellos imágenes de Jesucristo y de la Virgen María. Como referencia, la Virgen del Valle es la patrona de la isla y del oriente venezolano; cada septiembre se realiza la procesión y miles de peregrinos visitan su santuario.
En cuanto a la técnica de composición pictórica, Vilma hace uso de la cuadrícula como su sello característico, incluyéndola a medida que avanza en otras formas, no solo en lo lineal, sino en varias partes de las obras. Actualmente, utiliza la cuadrícula como recurso difuminado, que da la idea de que la obra se estuviera deshaciendo; una connotación diferente, como si desapareciera aunque siga presente.
Estos recursos en sus composiciones reflejan el arraigo que siente esta artista por su lugar de origen y residencia, al representar recurrentemente la fauna y flora de su región. La paleta de color es un distintivo de su identidad isleña y muestra cómo el mar y sus recursos naturales e históricos (vasijas, lisonjeros, mosaicos) expresan una identidad de generaciones que la vincula a su terruño e impregna sus lienzos de memorias de la niñez.
Vilma Rojas, Zurciendo la colcha II, 2012. Técnica mixta sobre lienzo, 97 × 85 cm.
Como recurso pictórico, el uso de la cuadrícula puede rememorar la herramienta de orden que le proporcionaron sus estudios en diseño gráfico, permitiéndole encontrar un orden compositivo y generar la armonía que representan el color y los temas, mediante esa técnica de lo pasado que se difumina en el presente.
En fin, la artista es una auténtica representante de un “artista endógeno” que se nutre de sus recuerdos, del ambiente y de lo que han visto sus ojos en cuanto a paisajes exóticos, flora, fauna y mar, y que, en vez de tecnología cibernética, sigue haciendo uso de los recursos elementales y ancestrales de las artes plásticas dentro de su comunidad, desempeñando el rol de genuina artista con denominación de origen, lo que la hace particularmente especial, recurrente y testimonio de lo que ha sido y es la identidad margariteña en la región insular de Venezuela.