Exposición individual de Pace Taylor en el Pelaires Cabinet. Comisariada por Sasha Bogojev.
Para su debut en España, Pace Taylor ha preparado una pequeña serie de dibujos al pastel y acuarelas que tratan sobre el deseo y la intimidad. Si bien su obra anterior ya hacía referencia en cierta medida a esta fuerza psicológica y emocional tan compleja y multifacética (el deseo de aceptación social, de cambio, dentro de la práctica artística), estos nuevos dibujos y acuarelas son una referencia directa al deseo en las relaciones y la sexualidad.
Y ahí, justo al comienzo de esta introducción, el término «dibujo» crea cierta confusión al observar la obra de le artista afincade en Portland. Aunque técnicamente entra en esa categoría por el medio y el soporte elegidos (pastel y papel), el atractivo casi pictórico de la obra hace que el término resulte algo inadecuado. Y esto es el resultado directo del esfuerzo consciente de Taylor por manejarlo de una manera que aleja el pastel de lo típico del medio y lo acerca a los gestos, superficies y texturas pictóricas omnipresentes. El uso de su luminosidad específica, la superficie aterciopelada y la forma en que interactúa con la superficie esponjosa y porosa del papel crean ciertos momentos texturales que «compensan» con éxito la ausencia de marcas que se consigue fácilmente con un medio viscoso.
Curiosamente, los pasteles no fueron la primera opción de Taylor, aunque con el tiempo demostraron ser la elección adecuada para el tipo de sensibilidad y atmósfera que quería transmitir. Como persona trans queer, rechaza las categorías o estructuras existentes porque no sirven a nadie, y su obra mantiene una actitud o atmósfera similar. Partiendo del dibujo, la ilustración y el retrato figurativo, pero empleando el medio tradicional de una manera que evoca las cualidades físicas de la pintura, las imágenes se perciben deliberadamente abiertas, ambiguas y fluctuantes. Al contrastar la planitud con la representación a veces exagerada del volumen, las cosas tienden a desorientar o incluso a resultar grotescas. Reflexionando sobre su experiencia y la idea de que el cuerpo es algo extraño en lo que habitar o estar, las escenas, algo peculiares, están dominadas por figuras caleidoscópicas con miembros alargados, rasgos faciales o expresiones poco comunes, perspectivas sesgadas, etc. Las historias podrían fácilmente ir en diferentes direcciones, ya que los protagonistas, normalmente andróginos, no revelan sus emociones o intenciones de forma transparente. Y en estos ejemplos concretos, estas ambigüedades y diferencias se acentúan aún más con el uso de elementos surrealistas o de realismo fantástico, alejando aún más las imágenes de la realidad y haciéndolas más abiertas.
Con las acuarelas, el enfoque y la forma de pensar sobre el proceso creativo cambian significativamente, ya que el medio exige respuestas y decisiones más rápidas. Taylor busca algo reconocible en las manchas y las salpicaduras, convirtiéndolas en retratos de rostros o escenas con una luminosidad interior. Mientras que los pasteles permiten un control más directo de cada pequeña mota de medio que se manipula o se maneja sobre el papel, la acuarela, especialmente cuando se trabaja en húmedo sobre húmedo, solo permite un cierto control sobre cómo actúa el medio sobre la superficie. Esto da lugar a un tipo diferente de ambigüedad o toque grotesco, al tiempo que se vislumbran momentos de absoluta belleza entre manchas de color que parecen pruebas de Rorschach. Al mismo tiempo, esta forma de trabajar rápida, intuitiva y espontánea profundiza en el subconsciente y se acerca a la idea surrealista del dibujo automático, así como a la noción de que cada persona tiene sus propias visiones, realidad y deseos.
El frecuente uso de un rubor notable, casi como el de un payaso, en las mejillas o las orejas sugiere ansiedad, emoción y otros «sentimientos intensos», que instantáneamente hacen que el protagonista parezca más vulnerable y, con ello, más cercano. Taylor utiliza la posición de artista y creador como conducto para experiencias, emociones y pensamientos, dejando muchas cosas abiertas al espectador. Simplemente nos sumergen en un sentimiento determinado, en lugar de imponernos pensamientos u ofrecer respuestas. Teniendo en cuenta que comprender nuestros propios deseos, y más aún los de los demás, puede provocar miedo o ansiedad, el deseo actúa como aglutinante y alterador en las relaciones, uniendo a dos personas y creando al mismo tiempo distancia. Esto incluye el efecto que otras personas tienen sobre nuestros deseos y anhelos, y cómo eso nos influye. Especialmente a nivel emocional, pero también en la forma en que ajustamos o modificamos nuestro cuerpo en consecuencia y, más allá, en cómo todo ello afecta a nuestra propia relación con nuestro cuerpo. Esto es particularmente importante, ya que Taylor utiliza el arte sobre todo con el fin de expresar, dar forma, observar y, quizás, comprender mejor el complejo viaje que supone navegar por los propios sentimientos y deseos frente a las expectativas externas. Es, literalmente, «todo lo que hace durante todo el día».
(Texto de Sasha Bogojev, comisario de la exposición)