La modernización de la Federación Española de Fútbol es una ilusión que se deshace al analizar sus estructuras internas. Abusos contra mujeres, como el caso Rubiales, siguen siendo moneda de uso común. Desde la actitud de Rubiales hasta la celebración de la Supercopa ¡femenina! en Arabia Saudí, la federación no parece estar dispuesta a un cambio creíble.
Abusos contra las mujeres en el deporte siempre ha habido y, por desgracia, los continuará habiendo. El “caso Rubiales”, en 2023, fue una de las muchas puntas de iceberg en este asunto, pero no fue, ni mucho menos, el único ni el primero.
En 2025, Yves Jean-Bart y Rosnick Grant, expresidente y exvicepresidente de la Federación de Fútbol de Haití hasta 2020 fueron sancionados por el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) de Lausana a una inhabilitación de por vida por el Comité de Ética de la FIF. Ambos cometieron abusos y agresiones sexuales contra las mujeres (jugadoras el primero y mujeres árbitras el segundo).
Hay más precedentes, por supuesto: la liga de futbol femenina de Estados Unidos (NWSL) fue sacudida por múltiples casos de acoso sexual y abuso de poder en 2021, con denuncias contra entrenadores como Farid Benstiti, Paul Riley y Richie Burke, quienes renunciaron o fueron despedidos tras las acusaciones. La NWSL, como consecuencia, implementó protocoles más estrictos en la materia. En cualquier caso, ya había jugadoras como Alex Morgan y Megan Rapinoe que exigieron con anterioridad cambios estructurales para garantizar un entorno seguro en el fútbol femenino.
El caso Rubiales
El control del falso feminismo que es una gran lacra en este país.
(Luis Rubiales, expresidente de la RFEF)
Mucho ha llovido desde el famoso beso que el entonces jefe de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales propinó, sin su consentimiento, a la futbolista Jenni Hermoso.
Corría el 20 de agosto de 2023 y la selección española de fútbol femenina acababa de ganar el mundial. A efectos de poder blando o de poder reputacional de España en el mundo, el mensaje fue terrible: España no era el país moderno que parecía, tras casi cuarenta años en la Unión Europea.
Un beso en la boca a una futbolista en horario de máxima audiencia de un hombre que preside una federación deportiva. Eso no se le ha ocurrido ni al presidente de la federación del país más retrógrado en términos de respeto a la mujer… y eso que hay algunos, como se ha visto… De dichos países no trasciende demasiado; las estructuras de poder imponen la ley del silencio. No sólo en fútbol, aunque nos centraremos aquí en dicho deporte.
El "caso Rubiales" como reflejo de estructuras de poder
La polémica en torno al beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso es un ejemplo de dinámicas de poder y abusos contra las mujeres en el deporte y la sociedad en general.
El deporte se concibe como herramienta de poder blando. Es de dominio público que, como se verá, gobiernos y organizaciones lo utilizan para mejorar o rescatar la imagen internacional y fortalecer relaciones diplomáticas. En este sentido, Rubiales hizo un flaco favor a su país.
Y es que el fútbol no es apolítico. Nada lo es. En el llamado “deporte rey”, todo se halla profundamente vinculado a la política y a cuestiones de poder. Esto es así desde la organización de torneos hasta el comportamiento de dirigentes futbolísticos. Lo peor de todo, una vez ofrecido el bochornoso espectáculo del beso, es que el foco comienza a desplazarse hacia los antecedentes y las acciones posteriores, ahondando en el desmontaje de la imagen de modernidad de España.
Vamos con el “antes” (del beso): en el palco de autoridades Rubiales, en la enésima ocasión de (ibérica) efusividad, se agarró los genitales. Si ese gesto lo hace un aficionado, pues mira, no es que sea exquisito, pero, al fin y al cabo, sólo es un aficionado anónimo; total: peores cosas se han visto.
Pero Luis Rubiales no era un personaje anónimo. Si, además, comparte presencia con otros directivos y autoridades y con la reina Letizia y la infanta Sofía que, a más inri, es menor de edad, ya estamos hablando de otra cosa.
Ramón Rubiales, quien no captó la gravedad de la situación, se decidió a convocar una asamblea extraordinaria de la RFEF para explicar su visión de lo sucedido. En primer lugar, dio su versión del gesto de tocarse los genitales: era un “ole tus huevos” a Jorge Vilda (el seleccionador de España entonces) a modo de reconocimiento de su éxito.
Mucho mejor: no se agarró sus cosas por gusto, era un homenaje. Nos quedamos más tranquilos. A continuación, continuó el pliego de descargo: que el beso a Jenni era en un momento de alegría, como se lo podía haber dado a su hija, aunque cabe preguntarse si a sus hijas les da besos en la boca.
A continuación, se dirigió a sus hijas conminándolas a no llorar, que estaba orgulloso de ellas ¿Cómo no iban a hacerlo ante el espectáculo que estaba dando su (orgulloso) progenitor?
Lo que ocurrió después pasa a los anales de la vergüenza ajena. Rubiales continuó su intervención, en tono altamente victimista, denunciando lo que él llamaba el “falso feminismo” en España (en su contra, por supuesto) y asegurando que se estaba llevando a cabo una “ejecución social” contra él: se consideraba víctima de una persecución injusta.
Al final, se dirigió a sus hijas, dando su particular definición de feminismo: que la verdadera igualdad no consistía en diferenciar entre lo que dice un hombre y una mujer, sino en distinguir entre la verdad y la mentira. Pues vale.
Aseguró que él estaba diciendo la verdad y les pidió a sus hijas que lo aprendieran como una lección de vida, añadiendo que ellas sí eran feministas de verdad, a diferencia de quienes apoyaban el “falso feminismo”.
Toda su intervención fue recibida con aplausos de casi todos los asistentes, a muchos de los cuales se les veía con cara de póker e incómodos. Otros optaron por no aplaudir. Definitivamente: todo el mundo pensó que aquella reunión tenía por objeto su dimisión. Al asegurar que no dimitiría, pillando a todos por sorpresa, se vio claro que la intención del entonces directivo no era otra que un baño de masas ante el organismo que -lo dijo- lo eligió.
Con todo, Rubiales no estaba solo: algunos periodistas le apoyaron. Ante uno de ellos, aseguró que no tendría sentido empañar la celebración del mundial por unas supuestas agresiones sexuales, pues al final lo importante sería el triunfo, olvidando el pequeño detalle de que era a las jugadoras a quien se había aguado la fiesta. Por si no quedaba claro, incidió, jaleado por el periodista que le apoyaba, en que hablar de su beso y no del triunfo de la selección era propio de “tontos del culo”. Muy conciliador.
Lo más triste de todo esto es que muy pocos deportistas hombres arroparon a sus compañeras. Desde el principio, solo Iker Casillas mostró su apoyo. Más tarde, Pau Gasol y apenas dos o tres jugadores de la liga. Y nada más. Los patrocinadores y otras figuras públicas guardaron silencio... hasta que Rubiales empezó a oler activo quemado.
Había que distanciarse. Solo entonces aparecieron Xavi o Iniesta, pero con una semana de retraso. Otros, como Xabi Alonso, tardaron un mes en pronunciarse.
Consecuencias del “caso Rubiales”
El caso siguió su curso y se llevó por delante a Rubiales, algunos cargos más y al seleccionador de entonces, Jorge Vilda. Se fueron conociendo detalles de cómo la federación no sólo no apoyaba a las futbolistas, sino que, además, las presionó para que desmintieran sentirse molestas por la actitud de Rubiales. Pero ellas no estaban de acuerdo.
En febrero de 2025, el juez dictó sentencia. En su dictamen, otorgó “plena credibilidad” a Jenni Hermoso al considerar claro que el beso por sorpresa de Rubiales a la futbolista sin el consentimiento de esta alberga una "connotación sexual" clara. Fue, con todo, una sentencia que no satisfizo a nadie y ambas partes la recurrieron.
Rubiales no es un lobo solitario
Ahora bien ¿cómo había llegado el Sr. Rubiales hasta un puesto que, en gran medida, representa a los españoles ante el mundo? La respuesta hay que buscarla en los llamados ciclos largos o estructuras permanentes de una institución (deportiva, en este caso).
La sociedad española había evolucionado desde el franquismo a una sociedad democrática y moderna, de corte europeo occidental, pero su federación de fútbol permanecía, sin embargo, anclada en el pasado.
Muestra de ello es que, tras Rubiales, se eligió nuevo presidente de la gestora de la RFEF: Pedro Rocha, quien también fue imputado por corrupción por desvío de fondos en la RFEF entre 2018 y 2023.
La investigación se centra en contratos opacos, entre los que se incluye el traslado de la Supercopa de España a Arabia Saudí, firmado por Rubiales y la empresa Kosmos de Gerard Piqué. El Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) Lo inhabilitó durante dos años. De Arabia Saudí tendremos ocasión de seguir hablando.
Desde el 16 de diciembre de 2024 es el presidente de la Federación es Rafael Louzán. El gallego fue uno de los firmantes de un manifiesto que pedía la destitución de Rubiales tras el beso de Sidney. Sin embargo, ya había sido condenado en 2021 por prevaricación en un asunto relacionado con el fútbol en Pontevedra. La sentencia por prevaricación conllevó su inhabilitación para ejercer cargo público durante siete años, aunque posteriormente, en febrero de 2024, fue absuelto.
Lo que no se explica es cómo alguien condenado por un delito puede optar a presidir la RFEF. Louzán ha sido también protagonista de otros procesos judiciales (supuesto soborno en el alquiler de unos locales en Vigo), aunque no se pudo probar nada.
Decíamos que Rubiales y sus métodos no son nuevos. Ya hemos visto sus sucesores, pero también hay que hablar de los que le precedieron.
Tras la dictadura franquista, la RFEF tuvo al mando a presidentes como Pablo Porta (1975-1984) un falangista (partidario de Franco). Le sucede José Luis Roca (1984-1988). Ambos dirigentes estuvieron implicados en casos de corrupción.
Les sucedió Ángel María Villar (1988-2018), quien no fue mejor. El mandatario fue destituido por el TAD en 2018 por multitud de casos de corrupción e incluso fraude electoral.
Como se ve, la apariencia exterior era democrática ¡con elecciones y todo! Pero la realidad era otra: caciquismo, manipulación electoral y corrupción.
(No) aprendiendo de los errores: “lo de Arabia Saudí”
El caso Rubiales tuvo su vertiente positiva: del mismo modo que se había ocasionado un agujero considerable al prestigio reputacional de España, también se emitió el mensaje de que toda la sociedad estaba comprometida por solucionarlo. Se dio la circunstancia de que, excepto la ultraderecha, todos los partidos políticos en España, incluso los ideológicamente antagónicos, coincidieron en que la situación debía cambiar: era un mensaje potente.
Y entonces, llegó lo de Arabia Saudí.
En enero de 2025, Rafael Louzán aseguró que estaban trabajando activamente para que la Supercopa de España femenina se juegue en Arabia Saudí en los próximos años.
Además, manifestó su intención de renovar el acuerdo de la Supercopa masculina hasta 2034, y que mantenían una buena relación con el gobierno saudí.
¿Mundial de la igualdad?
La pregunta es: ¿de dónde viene dicha relación? Los caminos nos llevan, de nuevo, a Rubiales, quien llamó al acontecimiento “mundial de la igualdad” (¿o del “verdadero feminismo?). Se da, además, la casualidad de que Louzán ya trabajó con Rubiales. éste, junto a Piqué (ya hemos visto arriba que les gusta hacer negocios juntos) iniciaron las conversaciones en 2019, firmando un contrato hasta 2029 que Louzán quiere extender ahora, como mínimo hasta 2034 ¿por amor al arte? No: porque Arabia Saudí paga millones de euros por ello. Poderoso caballero….
Arabia Saudí, ¿no había otro país en el mundo más respetuoso con los derechos de las mujeres en el mundo? La pregunta es retórica: claro que lo hay, pero lo que está en juego es otra cosa: los intereses exteriores del país árabe.
Muchas mujeres pusieron su grito en el cielo… y por escrito: en una carta firmada por 131 jugadoras, entre las que se incluyen lo mejor del mundo, se instó a finales de 2024 a Gianni Infantino, presidente de la FIFA a suspender el acuerdo entre la entidad deportiva y ARAMCO (empresa pública de petróleo y gas saudí). Dicha empresa es patrocinadora del torneo. No es la única: Coca Cola, Adidas, Visa, Qatar Airways y Hyundai-Kia también son patrocinadores oficiales.
En este sentido, la misiva exponía que:
las autoridades saudíes han gastado miles de millones en patrocinios deportivos para intentar desviar la atención de la brutal reputación del régimen en materia de derechos humanos, pero su trato a las mujeres habla por sí mismo.
Es esta carta, por cierto, hay pocas españolas; entre ellas se cuentan Maitane López y Marta Torrejón.
Por su parte, Televisión Española rehusó a pujar por los derechos de televisión por la misma razón, si bien si pagó por los derechos del de Qatar, país que tampoco es paradigma de los derechos humanos, en especial los de las mujeres.
¿Son las exigencias de las futbolistas algo revolucionario? ¿es una ocurrencia de 4 (en realidad, 131) trasnochadas? Pues en absoluto: nada como leer los estatutos de la FIFA, que estipulan lo siguiente:
La FIFA tiene el firme compromiso de respetar los derechos humanos reconocidos por la comunidad internacional y se esforzará por garantizar el respeto de estos derechos.
Aunque bueno…son cosas que se dicen. Ya se han celebrado mundiales en la mencionada Argentina, Rusia, Qatar y otros países de similares credenciales democráticas. Si es cierto que las mujeres están más empoderadas, si bien hay que decir que antes tampoco es que hubiera mundiales jugados por mujeres…
La primera competición es de 1970. Dicho año y los posteriores, era un campeonato no oficial y descafeinado (llamado por ello “mundialito”). Entonces, las mujeres tenían prohibido jugar al fútbol en muchos países. Entre 1970 y 1989 fue levantándose dicha prohibición y llegaron muchas selecciones europeas y norteamericanas. No fue hasta 1991 cuando la FIFA tuvo a bien crear una copa femenina de fútbol.
Arabia Saudí y la diplomacia deportiva
La carta arriba mencionada hacía hincapié en que Arabia Saudí no debe albergar ningún mundial ―mucho menos, femenino― y que los países democráticos no deben contribuir al blanqueamiento de una dictadura.
Sin embargo, a nadie se le escapa que cualquier acontecimiento deportivo de carácter ―como la propia palabra dice― mundial es una oportunidad de primer orden para apuntalar el poder blando de un país y mejorar su imagen reputacional.
Ejemplos no faltan. Sin ser exhaustivos, pueden citarse varios casos: en primer lugar, los Juegos Olímpicos de Múnich (1974), donde Alemania pensó proyectar una mejor imagen que seguía dañada por el nazismo. No salió bien: el asesinato de atletas israelíes por terroristas palestinos le aguó la fiesta).
En segundo lugar, el Mundial de Fútbol de Argentina 1978, que la dictadura utilizó para limpiar su deteriorada imagen (encima, ganó).
España, por su parte, organizó el Mundial de fútbol de 1982 y las olimpiadas de Barcelona en 1992. Sudáfrica organizó la copa del mundo de rugby, con un Nelson Mandela deseoso de mostrar al mundo que Sudáfrica no debía ser identificada con el racismo del apartheid, además de cohesionar al país.
Desde luego, hay margen de mejora
Todo esto lo saben en Arabia Saudí. Que no va a ser menos. Por todos es conocido que el país no es el paraíso de la igualdad entre hombres y mujeres ni de la libertad de prensa. Muchas mujeres visten niqab (un velo que deja al descubierto solamente los ojos) y viven bajo un sistema de tutela masculina que restringe su libertad en aspectos como educación (dificultades para ir a la universidad, hombres y mujeres separados en las escuelas), viajes y matrimonio.
En cuanto a los derechos laborales, son casi inexistentes. De la situación de los homosexuales, mejor ni hablar. En lo relativo a la libertad de prensa, ser periodista es bastante complicado en el país, sufriendo los profesionales de la información vigilancia constante y censura.
Vamos, que su imagen exterior dista mucho de ser óptima. Por ello, la inversión saudí en la organización de acontecimientos deportivos ha sido cuantiosa: competiciones como la Supercopa de España, el fichaje de Rafael Nadal como embajador del tenis saudí (así como otras estrellas del deporte). Se trata de una estrategia para limpiar y/o reforzar su imagen internacional, blanqueándola.
La FIFA tampoco se queda corta. Su página web es un panegírico que sólo muestra lo bueno que es para las mujeres saudíes el fútbol y el mundial. La seleccionadora nacional, la alemana Monika Staab (otro fichaje estrella), asegura que Arabia Saudí ha avanzado mucho y que las niñas tienen más oportunidades.
España y los mensajes contradictorios
Volvemos a España: había lanzado al mundo un intenso mensaje de sociedad unida contra los abusos a las mujeres en el mundo del deporte. Entonces ¿a qué viene celebrar el mundial femenino, precisamente, en Arabia Saudí, y presumir de buena relación con su gobierno?
Argumentos, como los colores: que si así ayudamos a que avancen los derechos de todos en general y de las mujeres en especial (lo decía Nadal), que, si, total, “lo hacen todos”, al final “lo van a hacer igual”, o “lo va a hacer otro”. Razones pueden aducirse muchas, pero, al final, destaca una seguridad: celebrar un mundial femenino donde las mujeres no tienen derechos denota una falta absoluta de sensibilidad hacia las mujeres. Y ¿qué dicen los futbolistas españoles de todo este embrollo? ¿Se solidarizan con sus compañeras de profesión?
Pongamos el ejemplo de la Supercopa de España, que también se celebra en Arabia Saudí en 2025. En este caso, si hay que resaltar que la Asociación de futbolistas españoles (AFE) se opuso a la celebración de este torneo en el país árabe.
El problema de fondo es el de siempre. Como dijo Alexia Putellas, dos veces balón de oro, “o vamos todas o no vamos ninguna”, ya que al final, quien sale perjudicada, es siempre la mujer. Ya pasó en el mundial de 2023, cuando bastantes jugadoras de muchas selecciones se negaron a ir al torneo en protesta por la desigualdad de condiciones con sus colegas hombres. Al final, te pierdes una cita clave para tu carrera y dejas de recibir ingresos económicos.
Para terminar, la Federación Española de Fútbol tiene un largo camino por recorrer si realmente quiere modernizarse. No basta con implementar cambios superficiales o cosméticos sin una reflexión ―y acción― profunda sobre sus implicaciones.
Es necesario un enfoque más comprometido, que trascienda las meras declaraciones y que priorice el bienestar de las jugadoras. Al fin y al cabo, se trata de algo tan sencillo como que la RFEF esté alineada con los valores que el deporte debe representar.