Previo al Día del Trabajador (1ro de mayo), se celebra en Uruguay el Día del Trabajador Rural.

En este emotivo artículo, entrevisté a una joven de 25 años, oriunda del departamento de Soriano, que representa a miles de trabajadores rurales uruguayos cuya labor sostiene gran parte de la economía nacional.

En Uruguay, los derechos laborales de los trabajadores rurales fueron formalmente reconocidos a partir de la Ley N° 18.441, promulgada en 2008 y reglamentada en 2010. Esta ley introdujo la jornada máxima de 8 horas para el sector agropecuario, reconociendo una deuda histórica con quienes desarrollan tareas fundamentales para el país. El 30 de abril se estableció como el Día del Trabajador Rural para simbolizar la conquista de estos derechos y dignificar una tarea que, hasta entonces, había sido tradicionalmente desprotegida (Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 2010).

Débora Mezquida, joven de 25 años de Soriano, encarna el espíritu de sacrificio y pasión que caracteriza al trabajador rural. Todos los días, haga frío o calor, recorre 7 kilómetros en auto —tras 9 años de haberlo hecho en moto— para llegar al Establecimiento Dos Antonios, dedicado a la lechería y ganadería. Su jornada comienza a las 4:00 de la mañana en invierno (a las 3:00 en verano) y continúa en la tarde a partir de las 15:30 horas, completando cuatro viajes diarios entre su hogar y el tambo.

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El vínculo de Débora con el medio rural nació desde pequeña. Sus padres trabajaban en el campo, y desde niña participaba en las tareas agropecuarias: alambrado, cuidado de animales y otras labores. A los 14 años, mediante el permiso especial del INAU, ingresó formalmente al trabajo rural haciendo suplencias. Hoy, es tambera y responsable de la fosa de ordeñe, funciones que requieren constancia, fuerza y habilidad.

Cuando le pregunté qué significa para ella el tambo, su respuesta fue clara y emotiva:

El campo para mí significa mucho; me encanta vivir y ver la naturaleza, a los animales. Me gusta la tranquilidad.

A pesar del esfuerzo físico que implica su rutina diaria, Débora afirma que siempre va contenta a trabajar. Les canta a las vacas —cumbia y folclore— mientras entran a ordeñarse, generando un ambiente sereno que facilita la tarea. Estudios veterinarios demuestran que la música calma a los animales y mejora su productividad, una intuición que Débora ha aplicado de manera natural.

Entre los desafíos de su labor, menciona la incorporación de vaquillonas nuevas, animales jóvenes, más ariscas y nerviosas, que requieren paciencia y destreza para ser manejadas. Además, las condiciones climáticas representan un gran reto:

  • En verano, las temperaturas en el tambo, por su estructura metálica, pueden superar los 40 °C.

  • En invierno, deben soportar temperaturas cercanas a los 0 °C, lluvia, viento y enfermedades respiratorias.

En cuanto a la equidad de género, Débora señala que históricamente fue difícil que las mujeres accedieran a empleos rurales. Pocos patrones estaban dispuestos a contratarlas para tareas de tambo o ganadería. No obstante, reconoce avances:

Antes no se nos valoraba. Ahora algunas cosas cambiaron para mejor.

Según datos del Censo Agropecuario 2011, en Uruguay trabajan en el campo 67.704 hombres (63,3%) frente a 39.257 mujeres (36,7%) (Instituto Nacional de Estadística, 2013). Aunque minoritarias, las mujeres rurales juegan un rol clave no solo en el trabajo agrícola, sino también en la vida comunitaria y familiar.

Uruguay sigue teniendo en la agropecuaria una de sus principales fuentes de riqueza: en 2023, la carne vacuna, la celulosa, los lácteos, el arroz y la soja representaron más del 70% de las exportaciones de bienes (Uruguay XXI, 2024). El trabajo rural sostiene la base misma de la economía nacional y la identidad cultural uruguaya.

Débora, con humildad y sabiduría, recomienda a las mujeres animarse a este rubro:

Prueben y vean lo lindo que es ganarse su propio sueldo haciendo lo que a una le gusta.

Lo que más valora de su empleo es el compañerismo y el buen ambiente de trabajo. Su sueño es tener su propia chacra y seguir creciendo en un entorno rural. Aun así, reconoce que el tambo es una labor dura: "No hay feriados ni descanso. Las vacas deben ser ordeñadas todos los días, sino se enferman."

Débora no es ajena a la realidad social. Reflexiona sobre la juventud de hoy, a la que percibe perdida:

Me gustaría que los jóvenes buscaran un medio para salir adelante. No todo está perdido.

La historia de Débora Mezquida no solo homenajea a los trabajadores rurales este 30 de abril: también invita a reflexionar sobre los valores de sacrificio, amor a la naturaleza, compañerismo y esperanza. Valores que, más allá de las estadísticas y las cifras, siguen siendo el verdadero motor que mueve al Uruguay profundo.

En tiempos donde la conexión con la tierra parece difuminarse en las ciudades, el testimonio de jóvenes rurales como Débora recuerda que la vida, el trabajo y la dignidad siguen latiendo fuerte en cada amanecer de campo.