Hace más de una década que la palabra transhumanismo resuena en las mesas de debate compartidas entre filósofos y científicos, mucho tiempo después de que el biólogo Julian Huxley acuñara el término1. Pero lo que implica este concepto ha aparecido mucho antes en nuestra contemporaneidad.

Quien ha leído libros o ha visto películas como Blade Runner (1982), Yo, robot (1950), Inteligencia artificial (2001) o la serie Black Mirror (2011), por citar solo algunas obras, ha conocido, sabiendo o no el significado de la palabra, al transhumanismo. No obstante, fue alrededor del año 2000 cuando los temas latentes en esas obras de ficción pasaron de ser especulaciones ficticias a ser objeto de investigaciones más serias. Cuando la Universidad de Oxford dio una oportunidad a las preocupaciones del filósofo sueco Nick Bostrom, autor del artículo “Existencial risks” (2000) y fundador de World Transhumanist Association, el tema ingresó oficialmente al ámbito académico. O, si se quiere, empezó a “tomarse en serio”.

Hoy en día, se nota que el tópico comienza a decantar en la cultura general cuando vemos entre los bestsellers de las librerías, por ejemplo, a Homo Deus (Yuval Noaḥ Harari, 2015) o Cuerpos inadecuados: el desafío transhumanista a la filosofía (Antonio Diéguez, 2021), entre muchos otros libros relacionados al transhumanismo.

No obstante, para entender a fondo este movimiento habría que tener en cuenta las muchas dimensiones que implica. Están los matices que dan los distintos autores que han pensado o que piensan el asunto. Están también los diferentes corrientes dentro del transhumanismo (a saber, por ejemplo, el abolicionismo, el extropianisimo, el posgenerismo, entre otros). Y, por último, existe la extensa ramificación de cuestionamientos éticos que deriva de él.

Ahora bien, en su definición más básica, el transhumanismo implica:

  • un movimiento filosófico y cultural;

  • el uso de la ciencia y la tecnología para mejorar las capacidades físicas, intelectuales y psicológicas del ser humano;

  • la creencia en que es posible, e incluso deseable, superar las limitaciones biológicas del ser humano como la enfermedad, el envejecimiento y la muerte (OpenAI, 2023).

Evidentemente, los objetivos que persigue el transhumanismo del siglo XXI sólo serían posibles mediante tecnologías propias de nuestra época, como son la biotecnología, la inteligencia artificial, la nanotecnología y la manipulación genética. En este sentido, sería descabellado comparar nuestro transhumanismo a cualquier tiempo pasado.

Sin embargo, si los puntos anteriores son las características del transhumanismo, ¿acaso el ser humano no lo ha sido siempre? Y es que la esencia del transhumanismo no es para nada moderna: querer mejorar las condiciones físicas y psíquicas del ser humano se remonta al nacimiento de las primeras tecnologías como son el fuego, la rueda o el lenguaje. Incluso, algunos dirían, el deseo superador del transhumanismo es una realidad tan antigua como lo que originó el relato de Adán y Eva o el que representa el mito de Ítalo.

En ese sentido, hay autores que identifican en el transhumanismo aquella conocida soberbia judeocristiana que llevó a los primeros hombres a querer “ser como dioses”, o la hybris griega que llevó a Ítalo a acercarse mortalmente al sol. La analogía contemporánea de estos personajes podría ser, por ejemplo, el científico que desarrolla una app donde guardar toda la información del cerebro de una persona para “descargarlo” más allá de su muerte física, y así trascender la limitación del cuerpo y vivir para siempre.

Pero he aquí que la esencia del transhumanismo no es solo mejorar la especie humana sino, como indica el prefijo trans, transcenderla. Dejarla atrás. En esto, el sueño transhumanista es el mismo anhelo que expresaba el propio Platón en sus diálogos Fedro y Fedón.

Así, el corazón del transhumanismo remite directamente a ideas ya elucubradas por los griegos y en especial por Platón, para quien el cuerpo era la “cárcel del alma” del que un día, por fin, nos liberaríamos para volver a nuestra verdadera forma de ser.

Notas

1 Se considera que fue el genetista evolutivo Julian Huxley, admirador de Galton y de H.G. Wells, quien por primera vez utilizó el término transhuanismo, en su ensayo “Transhumanismo”, en 1957.