Otras veces he hablado aquí del camino de Can Aymerich, que lleva al colegio de Lúa y Kalita, donde hay un muro, inquietante, como lo son todos, ya que siempre sirven para separar, física o mentalmente. Tal como nos explican algunos filósofos: el muro simboliza los obstáculos que encontramos en el camino de la verdad y el conocimiento.

Sin embargo, este tiene la particularidad de que cambia de aspecto varias veces al año, pues una hermosa hiedra lo cubre totalmente; podría decirse que lo humaniza e, incluso, hay temporadas en las que le añade belleza. Nada que ver con los tétricos muros que separan países y mucho menos con el famoso Muro de Berlín de tan triste recuerdo.

Nuestro muro es otra cosa y a principios de noviembre, como estamos ahora, la hiedra muta porque es un ser vivo y autosuficiente. Una pregunta retórica: ¿nos gusta el otoño? Por supuesto, pero no a todo el mundo. Con esta estación no hay unanimidad, algo que suele ocurrir con la primavera, que se lleva todos los elogios y ha sido cantada durante siglos.

Como está llegando una época en que los días se van haciendo más cortos, la producción de clorofila se reduce en las plantas y surgen otros pigmentos diferentes al verde: son los carotenoides, tan necesarios para capturar la luz menguante y que dan a las hojas un color amarillento para un aprovechamiento óptimo.

En otros tipos de árboles, las hojas se vuelven rojas o púrpura, debido a la antocianina, por eso recuerdo con melancolía a Japón, donde cada cambio de estación es una fiesta y en este caso es la celebración momiji-gari (caza de hojas otoñales) que para el budismo es un periodo espiritualmente importante, porque evoca lo efímero de la vida. Las primeras manifestaciones de esta fiesta en la historia las encontramos en el Manyooshuu (Colección de las diez mil hojas), es el waka, que quiere decir literalmente «poema japonés» y es la primera gran antología de poesía japonesa de más relevancia histórica, pues se diferencia de la poesía kanji (poemas chinos). Reúne unos cuatro mil quinientos poemas escritos entre los siglos VII y VIII, durante el Nara-jidai (periodo Nara), entre los que predominan los tankas.

En esta época, los arces y sobre todo los ginkgos biloba tiñen los bosques y los parques de tonos espectaculares, arrebatadoramente bellos, es el llamado koyo o momjii, en tránsito hacia los grises que llegarán al final de otoño, que también emocionarán, porque es lo que tienen las estaciones, siempre habrá alguien que las ame, porque le recuerdan lo que un día amó en ellas.

He vuelto al colegio a las cinco de la tarde para recoger a las niñas, cuando la luz palidece, porque se acerca el invierno. Pronto, el muro, se quedará sin hojas que lo amparen y mostrará su faz envejecida. Al pasar junto a él, he evocado otros inviernos ya lejanos en mi memoria. Y otros muros, pienso en el legendario The Wall de Pink Floyd, tan icónico para la gente de mi generación, aunque yo nunca llegué a entenderlo, debido a su planteamiento conceptual y a su complejidad tanto lírica como musical.

De pronto, oigo en la radio algo mucho más cercano que me produce al instante nostalgia, canta Eso que tú me das Pau Donés, de Jarabe de Palo, suena en Los 40 Classic.

Eso que tú me das Es mucho más de lo que pido Todo lo que me das Es lo que ahora necesito

Eso que tú me das No creo lo tenga merecido Todo lo que me das Te estaré siempre agradecido

Así que gracias por estar Por tu amistad y tu compañía Eres lo mejor que me ha dado la vida

Por todo lo que recibí Estar aquí vale la pena Gracias a ti seguí Remando contra la marea…

La canción compuesta por Pau, la dedicó a las personas que le acompañaron durante su enfermedad.

Unos días antes de su muerte, Jordi Évole le entrevistó en su casa de Betlan, un pueblo a cinco minutos de Vielha, en la provincia de Lleida. En dicha entrevista, el músico, razona sobre su próxima partida de forma serena, a la vez que expresa su pesar por irse tan pronto, lo que hace sus reflexiones mucho más sinceras:

Muchas gracias por todo. ‘Eso que tú me das’ es una canción de agradecimiento porque lo que me ha dado la vida ha sido estupendo. He estado muy bien, lo he pasado muy bien, he pasado mejores momentos, momentos más duros, pero la vida se la agradezco a quien sea. Yo como he vivido estoy súperagradecido.

¿Por qué no me puedo quedar un poco más a disfrutar de todo esto? Eso me pone muy triste. Tengo ganas de reír, de llorar y, sobre todo, de vivir.

La canción fue lanzada el 23 de mayo de 2020. Pau murió el 9 de junio del mismo año, tenía 53 años.

Actualmente, noviembre de 2022, solo en YouTube, lleva más de 72 millones de reproducciones.