Recién clausurada, esta XXIV edición -cuatro intensas jornadas con un denso programa que sostiene la promoción de los destinos turístico-arqueológicos- ha reunido 8.500 visitantes, 160 stands abiertos en el Salón Expositivo representando 17 territorios regionales, 12 regiones, Roma Capital y el Ministerio de la Cultura con 500 m2, 20 países extranjeros (por primera vez Arabia Saudita, Líbano, Palestina, la Macedonia griega además del retorno de China, Chipre y España) y diversas entidades, además 100 conferencias celebradas en 5 salas contemporáneamente con 500 relatores presentes, 30 compradores entre operadores turísticos europeos de Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Holanda y España... Confirmándose única en su género, esta Bolsa, fundada y dirigida por Ugo Picarelli, una vez más se ha demostrado una ocasión ideal de encuentros, profundizaciones y divulgaciones de temas relativos a las visitas, gestión, valorización del patrimonio arqueológico así como la promoción del segmento arqueológico del turismo cultural para negocios profesionales, operadores turísticos y culturales públicos y privados, viajeros, el ámbito escolar y universitario y los infaltables medios de comunicación.

Y entre tanta información que abarcaba todas las ramas de la Arqueología, este año se me ha ofrecido seguir con especial atención la franja Subterránea tomando nota de todos los datos sobre cavernas, criptas, catacumbas, galerías, laberintos; en fin, todos esos lugares bajo el suelo empapados de misterio e historia, que atraen por sendos intereses a todo tipo de turistas y peregrinos, brindando unos recorridos emocionales y sostenibles, lejos del mundanal ruido.

En este ámbito, Italia cuenta con 1.154 sitios Unesco, cuyo 20% (221) constituyen grutas y cavernas tanto naturales como artificiales (extractivas, de culto, hidraúlicas, de tránsito, bélicas o asentamientos civiles); mientras las naturales llegan a más de 37.000: el mayor número de cavidades naturales (en proporción a la amplitud del territorio) se encuentra en la región Friuli Venecia Julia, el mayor número en absoluto en Véneto y las mayores en Toscana. Por su parte, Campania cuenta con 1315 grutas naturales: 935 en la provincia de Salerno; mientras las artificiales llegan a 96 en su mayor parte en la provincia de Nápoles, más industrializada.

Un gran interés ha suscitado el tema de las ‘Catacumbas de Italia’, un proyecto lanzado en 2018 por el Cardenal Ravasi, con la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra, mereciendo el premio ‘Paestum Mario Napoli’ asignado por el director Picarelli al Monseñor Pasquale Iacobone, Secretario de la mencionada Comisión, que confirma la existencia de 120 catacumbas en Italia.

Las catacumbas nacen en Roma entre finales del Siglo II e inicios del III con el pontificado del Papa Ceferino (199-217), que encargó al diácono Calixto -nombrado Papa (217-222)- la misión de dirigir el cementerio de la Vía Appia, donde serán sepultados los más importantes pontífices del siglo III. Cabe recordar que la costumbre de sepultar a los difuntos en ambientes subterráneos ya la practicaban los etruscos, los judíos y los romanos, si bien con el cristianismo nacieron sepulcritos hipogeos mucho más complejos y amplios, para acoger en una sola necrópolis a toda la comunidad. El antiguo término para designar estos monumentos es coemeterium, que deriva del griego y significa «dormitorio», subrayando con ello, el hecho de que para los cristianos la sepultura no es más que un estado provisional, en espera de la resurrección final. El término catacumba, extendido a todos los cementerios cristianos, definía en la antigüedad, solamente el de San Sebastián en la Vía Appia. En las catacumbas fueron enterrados los mártires asesinados durante las cruentas persecuciones dictadas por los emperadores Decio, Valeriano y Diocleciano.

Las catacumbas resultan en su mayor parte excavadas en la toba o en otros terrenos de fácil extracción, así las catacumbas se encuentran sobre todo en la Italia central, sureña e insular. Estos cementerios conllevan la presencia de escaleras que conducen a las galerías y en sus paredes se abren las sepulturas de los cristianos normales colocadas a lo largo: estos sepulcros quedan cerrados con lastras de mármol o con ladrillos. Si bien las catacumbas acogen tumbas más complejas como los arcos sobre la caja de toba y los cubículos, y constituyen cámaras sepulcrales.

El mayor número de catacumbas se encuentra en Roma: llegan a unas 60, mientras de igual número se cuentan en la región Lacio. Los cementerios hipogeos más al sur son los de África Septentrional y en especial en Hadrumetumen en Túnez. Otras se encuentran en la localidad toscana de Chiusi, en la umbra Todi, en las abrucesas Amiterno y l’Aquila, en la capital campana Nápoles, en la apuliense Canosa, en la lucana Venosa, en las sardas Cagliari y San Antíoco y en las sicilianas, Palermo -la capital- Siracusa, Marsala y Agrigento.

En estos subterráneos arqueológicos, desde finales del siglo II, se activa un arte extremadamente simple, entre narrativo y simbólico. Las pinturas, los mosaicos, los relieves de los sarcófagos y las artes menores evocan las historias del Antiguo y Nuevo Testamento, representando los ejemplos de la salvación del pasado a los nuevos convertidos, como Jonás, salvado del vientre de la ballena donde el profeta había permanecido durante tres días, recordando la resurrección de Cristo. Del Nuevo Testamento se desarrollan los milagros de curación y de resurrección así como otros episodios, por ejemplo el coloquio con la samaritana en el pozo y la multiplicación de los panes.

El arte de las catacumbas se presenta también simbólico, en el sentido que resultan figurados con sencillez algunos conceptos difíciles de expresar. La mayor parte de los símbolos quedan referidos a la salvación eterna, como la paloma, la palma, el pavo real, el ave fénix y el cordero.

En las catacumbas romanas se conserva la imagen más antigua de la Virgen, figurada en la pintura del cementerio de Priscila en la via Salaria: el fresco se remonta a la primera mitad del siglo III, la Virgen con el Niño en su regazo ante un profeta que indica una estrella para aludir al vaticinio mesiánico, además de otros episodios marianos. Otra imagen de las más representadas en el arte catacumbal es la del Buen Pastor, que asume un significado cristológico.

Entre finales del siglo IV e inicios del V, los padres de la Iglesia describieron las catacumbas mientras, en la segunda mitad del siglo IV, el papa Dámaso encargó la investigación en las tumbas de los mártires en las diversas catacumbas de Roma, procediendo a sendas restauraciones.

Para completar la información, Monseñor Pasquale Iacobone responde a algunas preguntas:

P: ¿Tras el año 2018, se llegó a completar su restauración o, al menos, quedaron listas para las visitas del público?

R: En realidad las operaciones de restauración en las catacumbas no llegaron nunca a interrumpirse y han implicado no sólo el inmenso patrimonio pictórico: de hecho, entre 2016 y 2018, fue restaurada la colección completa de sarcófagos conservada en el Museo de San Sebastián en la via Appia Antigua. La última intervención en orden cronológico se ha llevado a cabo en los frescos de la basiliquita de San Felice y San Adautto en las catacumbas de Commodilla, en el barrio romano de la Garbatella, entre 2021 y 2022. Con esta ocasión se ha podido crear un recorrido visual, dando el primer paso para que este sitio sea visitado por parte de un vasto público.

¿Cuáles son las imperdibles desde el punto de vista histórico-artístico?

Cada una de las catacumbas constituye un testimonio fundamental de la fe de las primeras comunidades cristianas y posee características que la hacen única desde el punto de vista histórico-artístico-arqueológico. Por ejemplo, en las de San Calixto y Priscila se encuentran algunas de las más antiguas representaciones de temas bíblicos, llegadas hasta nuestros días. Asimismo, en la de San Marcelino y San Pedro, se pueden ver algunos cubículos ricamente decorados, pero con toda seguridad es el hipogeo de via Dino Compagni, abierto solamente en ocasiones particulares que compone la más extraordinaria colección de pinturas de la «Roma subterránea».

¿Queda alguna cerrada al público? Y en este caso por cuál motivo?

Actualmente, las catacumbas abiertas al público forman un pequeño porcentaje del conjunto patrimonial. Las razones por las que no es posible abrir a una amplia visita la mayor parte de estos monumentos son diversas y abarcan desde la situación estática de las galerías -que en algunos casos no es posible conferirles seguridad- hasta las necesidades vinculadas a la conservación y a la transmisión íntegra de estos monumentos a las futuras generaciones. La Pontificia Comisión de Arqueología Sacra ya se está empleando en la posibilidad de incrementar el número de sitios visitables, objetivo que se nos propone especialmente en preparación del Jubileo de 2025.