El 25 de octubre de 2020 se realizó en Chile un plebiscito para votar si la ciudadanía chilena deseaba que la actual Constitución política del Estado fuese reemplazada por una nueva y si en el caso de ser aprobada esa Nueva Constitución, había que optar por una Convención Constituyente (CC) que estaría compuesta por un 50% de parlamentarios y 50% de independientes o bien si se prefería optar por que el 100% fuesen «independiente».

Reflexiones previas fundamentales

Casi el 80% de los electores votamos por la opción «apruebo» que haya una Nueva Constitución y además que el 100% de los constituyentes sea independiente. La denominada «clase política chilena» está muy deslegitimada.

Quienes pensábamos que esta sería una oportunidad de poder lograr una Constitución que nos orientara hacia las bases de un nuevo paradigma, que he denominado de «Integración de los opuestos», debilitando el actual paradigma de «lucha de los opuestos para prevalecer», quedamos defraudados.

El concepto de independiente implícitamente implicaba que se sufrague por las personas, desde sus características y competencias y no por pertenecer a alguna ideología. Que al ser independientes se esperaba que se fijaran requisitos para poder ser candidato, determinadas competencias, antecedentes y características personales como ciudadano/a, según los protocolos que se fijaran. Entre estas, tener claridad respecto a la función de una Constitución para un país y la labor y la actitud que implica vivenciar a fin de participar en su redacción: capacidad de escuchar, empatizar con el resto, trabajar en equipo, no estar rígidamente ideologizado o aparecer monotemático, testimoniar apertura mental. Vivir consecuentemente según valores humanistas y éticos. Gran oportunidad.

Esperábamos que previo al proceso eleccionario, con los candidatos ya seleccionados, existiese un período en que estuviese disponible de manera amigable para la ciudadanía, los antecedentes de cada candidato junto a una síntesis redactada por cada uno de ellos acerca de sus visiones de la sociedad y del país.

Esperábamos que la cantidad de candidatos que a cada distrito les correspondía ser electos, resultaran de acuerdo a las mayorías de votos resultantes, de mayor a menor, obtenidos democráticamente según el principio de «un votante un voto», presentados los candidatos en una lista única ordenadas alfabéticamente. por supuesto que sin escaños reservados o nombramientos «a dedo» ni con otros criterios que no fuesen las simples mayoría votadas.

Nada de esto sucedió y el resultado del texto Constitucional final propuesto al plebiscito de salida fue consecuencia de este conjunto de «anomalías», que podría considerarse como una gran estafa a la ciudadanía chilena.

En lugar de presentar candidatos independientes en listas alfabéticas únicas en cada distrito, según se hubiese reglamentado y de acuerdo al cumplimiento de los requisitos y los protocolos que se hubiesen fijado, se optó por listas similares a las que se utilizan para los candidatos de partidos políticos en las elecciones habituales del país. Una jugada maestra que la mayoría no advertimos.

Después del plebiscito de entrada del 25 de octubre 2020, el 23 de diciembre se aprobó la Ley 21.298 de Escaños Reservados. Entre los 155 escaños de la CC, se fijaron 17 reservados para candidatos de pueblos originarios, cualquiera sea la cantidad de votos que reciban. Además, también habría paridad de género. Condiciones estas a espaldas de quienes ya habíamos sufragado por 100% «independientes» y electos según mayoría de votos.

El espíritu de la votación del plebiscito de apertura quedó destruido. Candidatos sin una selección de acuerdo a requisitos previos de competencia y antecedentes. Listados según agrupaciones ideológicas de candidatos para todos los distritos de Chile, con nombres diversos como Vamos por Chile, Apruebo Dignidad, Lista del apruebo, Independientes por una nueva Constitución y otros, con votaciones similares a las que se usan en el caso de los partidos políticos tradicionales. Es decir, «independientes» agrupados ideológicamente, (como políticos ideologizados), elegidos según votaciones de listas, (y no de acuerdo a una lista única en cada distrito), con un 11% de los 155 escaños reservados para algunos privilegiados más allá de los votos que hubiesen recibido. Un gran engaño para quienes votamos por elegir Constituyentes que fuesen independientes de ideologías rígidas y competentes para redactar una Constitución que sea «la casa de todos».

Las elecciones de convencionales constituyentes de Chile de 2021 se realizaron el 15 y 16 de mayo de 2021 para elegir a los integrantes de la Convención encargada de redactar una Nueva Constitución Política de la República. Por la manera como se organizó el plebiscito y de quienes terminaron redactando el texto constitucional, parece lícito preguntar si dicho proceso habrá sido producto de una maquinación organizada. La sospecha de «cocinería» que manipuló la elección de candidatos y el modo de agruparse en las papeletas para ser electos, tergiversa la independencia y competitividad de los mismos. El texto final ha sido el resultado de ello.

Nuevamente el paradigma que nos caracteriza por miles de años, el de «lucha entre opuestos por prevalecer» fue el que se impuso. Además del muy triste espectáculo que dieron los Constituyentes durante el proceso de redacción, entregan un texto final que en su conjunto es preocupante. Muchos pensamos que el texto propuesto para plebiscitarse el próximo 4 de septiembre está lejos de ser aceptable para la sociedad chilena y compromete gravemente el futuro de Chile. A continuación, entrego algunos elementos para que los lectores se den cuenta a lo que nos estamos enfrentando.

Para la reflexión de los lectores

El material que contiene este artículo trata de informar cabalmente a los lectores a tener una visión del Chile actual. También aportar a la reflexión de quienes tienen dudas respecto a la opción que han de tomar en el Plebiscito de salida.

Incluye: a) una explicación acerca de plurinacionalidad que entrega el abogado Fernando Atria, uno de los principales redactores del texto final de la CC, junto a mis comentarios; b) Un diálogo entre dos reconocidos personajes del periodismo y la política chilena, también comentados por mí y c) una colaboración de un dilecto amigo acerca del tema educación como «razón» que él tiene para votar apruebo, lo que también comento.

1) Fernando Atria y la plurinacionalidad

En este video de YouTube, el abogado Fernando Atria explica en qué consiste la «plurinacionalidad»:

Mas allá de la muy académica explicación que nos entrega Atria, surgen algunas dudas: ¿Es el texto de la CC lo suficientemente claro como para que el término de plurinacionalidad que se utiliza no lleve a interpretaciones que se apliquen, de hecho, o de derecho, de manera que se termine dividiendo territorialmente al país, generando una violencia aun mayor que la existente?

Las recientes declaraciones de Héctor Llaitul, dirigente de la CAM (Coordinadora Arauco Malleco): «La prioridad nuestra es canalizar la violencia hacia el sabotaje, hacia un sabotaje muy bien dirigido», con lo cual reconoce que han estado atentando contra el Estado de derecho y que lo continuarán haciendo; una evidencia preocupante. Recientes sucesos informados el 1 de agosto por los medios que el aeropuerto de Curacautín ha sufrido destrucción y quemas de aviones pertenecientes al Club Aéreo, que la organización Resistencia Mapuche se atribuye dicha autoría. Que la CAM anuncia planes para incendiar 7 fundos de empresas forestales en Angol, son ilustraciones de lo que ocurre a diario.

De aprobarse el texto actual en el plebiscito, ¿no les dará aun mayor asidero a estos grupos armados de seguir haciendo estos actos de sabotaje, de destrucción, de asesinatos, al estar amparados por un texto constitucional que los reconoce como una o más naciones autónomas dentro de la nación chilena?

¿Qué independientemente a lo que el texto de la CC señala «que la nación chilena tendrá integridad del Estado y un territorio único e indivisible», eso no necesariamente se respetará por parte de esos grupos armados, ya que están en una actitud de «guerra contra la nación y el Estado de Chile» públicamente declarada, reconociendo además la autoría de innumerables actos de sabotaje y destrucción ya efectuados, conviviendo por ahora con una actitud de pusilanimidad e inacción de las autoridades del país ante esos hechos? En la práctica, están ejerciendo la delincuencia y la violación al Estado de derecho con toda impunidad.

El uso del término, «plurinacional», en el texto de la CC, ¿no se trasforma en la práctica en una «Caja de Pandora», en una gran posibilidad de mayor violencia y desmembramiento de la integridad territorial de Chile, dado el contexto actual en la Araucanía y resto del país, ¿con autoridades pasivas, incompetentes y sobrepasadas por la violencia desatada?

Una cosa es la posible interpretación académica del texto que hace Atria y otra muy diferente podrían ser las consecuencias prácticas que el texto actual de la CC puede generar en nuestro país si fuesen aprobadas en el plebiscito de septiembre.

¿No habría sido mejor reconocer una multiculturalidad y la garantía de que todas las culturas han de respetarse dentro de lo que es el Estado de derecho, haciendo al mismo tiempo un reconocimiento a los pueblos ancestrales, aquellos que existían previos a la formación de la República de Chile como Patrimonio de nuestra Nación, que la sociedad, sus Instituciones y los poderes del Estado han de ampararlos y apoyarlos para que sus culturas puedan ser sustentables en el tiempo reconociendo además la diversidad de las mismas?

La situación en que está la zona de Araucanía en Chile a la fecha de este artículo, se puede vislumbrar con estas ilustraciones.

2) Diálogo entre dos conocidos personajes (julio 2022)

Invito a escuchar este diálogo entre Beatriz Sánchez, periodista y ex candidata a la presidencia de la República y Cristian Warnken conocido periodista, escritor y académico.

Chile necesita priorizar la razón y la cordura, el Bien Común ciudadano, la necesidad de cambios que generen los recursos para implementar un proceso sustentable en el tiempo hacia una sociedad de bienestar, pacífica y armónica con un profundo cambio cultural, que evite la polarización, que nos abra hacia la empatía, el respeto mutuo, el respeto a la diversidad, sin privilegios corporativos o personales para nadie, sin ningún tipo de «escaños reservados» tan propios a una dictadura o a lo que tristemente se denominó «democracia protegida» con senadores «designados» al comienzo de la «democracia». Nada de eso es lo que el texto propuesto por la CC nos presenta.

Necesitamos una sociedad con una Constitución que nos oriente hacia un proceso de mejora continua, donde impere el diálogo, con medidas amparadas en la filosofía humanista y ética. Una Constitución que genere un rumbo a la sociedad para ir perfeccionando nuestra democracia y la legitimidad de nuestras instituciones. Una sociedad donde haya requisitos de competencias, de antecedentes y características personales para poder ser candidato a cualquier cargo de elección ciudadana. Donde al mismo tiempo exista la equidad de oportunidades para llegar a tener esas competencias.

No es lo que refleja el texto propuesto por la CC para plebiscitarse. La actual Constitución debe reemplazarse por una que realmente nos oriente hacia lo que necesitamos, donde todos/as nos sintamos parte de la misma.

Mensaje de un amigo y compañero universitario

Acá unas palabras del Rector Vivaldi de la Universidad de Chile: «Educar es aprobar».

«Yo estudié en un liceo. Mi padre era médico y profesor de universidad, y mis compañeros de curso eran hijos de comerciantes, de obreros, de gente de mar. Por la localización de la ciudad en que yo vivía, venía mucha gente de pueblos originarios. Un largo etcétera tremendamente heterogéneo que nos permitía configurar la idea de una nación a la que pertenecíamos: desde los ochos años, entendíamos que todos conformábamos un país». Con esa experiencia personal, el Rector Ennio Vivaldi expuso en Casa de América, Madrid, una de sus tesis respecto al crítico momento político y social que Chile atraviesa: «la destrucción y el desmantelamiento de la educación pública» ejecutado por la dictadura está en el germen del llamado estallido social. «Destruir la educación pública hizo que cavaran su propia tumba. Yo veo una relación muy clara entre la destrucción de un sistema que era clave para la cohesión social y lo que va a ocurrir en este país en el que estos conjuntos del tejido no se encuentran», sostuvo. Lo mejor es leer y saber porque se destruyó la educación en Chile, porque se le bajó de un rango Ministerial a uno Municipal, porque la U de Chile que tenía sede a lo largo del País fue desmembrada en Úes. Regionales bajando la Calidad.

Yo también estudié en Liceos: los 2 primeros años de secundaria en el Liceo Comunal de Ñuñoa y los 4 años restantes en el Liceo Manuel de Salas, en Santiago. En el Liceo teníamos formación ética y valórica: eso es lo que da calidad a la educación. Se trata no solo de formar consumidores o personas solo con competencias profesionales para «ganarse la vida». Esos son «conocimientos». La educación de calidad tendría que entregar herramientas a los jóvenes para su autoformación, para desenvolver la consciencia, para aprender a vivir con base en valores humanistas y éticos que los trasforman en ciudadanos.

La educación pública previa a la dictadura era muy superior en calidad a la actual, la que tampoco se recuperó durante los últimos 30 años de los gobiernos democráticos.

Al titular mi amigo las palabras de Vivaldi Educar es aprobar, siento que hay tendenciosidad: Lo que señala Vivaldi es válido; es parte de nuestra historia: ¿quién no podría concordar con ello? Yo reemplazaría ese título que vincula «implícitamente» el «Educar» con la opción de aprobar la propuesta de la CC., por el título Educar es enseñar a reflexionar y a desenvolver nuestra conciencia.

El texto propuesto al plebiscito de salida por la CC está lejos de dar orientaciones claras hacia el solucionar nuestro deterioro educacional. Al ideologizar «lo público» como «opuesto» a la privado, nos divide generando ideologismos dogmáticos y polarizaciones. Lo fundamental es priorizar un cambio cultural en el país como tarea para toda la educación chilena tanto pública como privada.

Entregar elementos, herramientas, para aprender a desenvolver la consciencia como actitud vivencial, voluntaria, presente y futura, abrazando valores de vida, de servicio, humanismo y ética, ha de ser la prioridad nacional en educación.

Ningún credo del siglo 21, ninguna cultura ni tradición respetuosa de las restantes, podría oponerse a abrazar este tipo de valores. La educación nacional ha de colaborar hacia un cambio de paradigma: sin dobles estándares como «derechos humanos» para algunos y no para otros, o sólo exigencias de derechos desvinculados de las responsabilidades como lo presenta el texto de la CC a ser plebiscitado.

Una educación pública gratuita y de calidad como se presenta en el texto de la CC, más que una «garantía» ha de ser parte de un compromiso participativo ciudadano. También parte de un libre desarrollo de diversas alternativas creativas desde tradiciones culturales, de la diversidad de metodologías educacionales, de la experimentación creativa, tanto de parte de la educación privada como de la pública.

La equidad que anhelamos es de oportunidades. La diversidad es un hecho: es parte evidente de la vida manifestada en el universo. La solidaridad y colaboración mutua es el sustento de sociedades sanas y armónicas donde la diversidad se complementa con sistemas de apoyos ciudadanos para la satisfacción de las necesidades fundamentales que nos son comunes. Es una visión propia de un futuro paradigma de integración de los opuestos.