No había conocido una tristeza tan perdida, desteñida, errante como la que me presentaste al irte. Sin culpas pero llena de sentencias. Tan fría y frágil, como la tez de un rostro que conoció en algún momento el aliento de la vida.

Vivo inanimada, desconcertada ante el aullido absurdo que solo se traduce en el tortuoso silencio que ya no te detecta presente. Ya no me peino 43 veces antes de dormir. No giro en el circulo vicioso de tus pupilas, ya no cuento ni los pasos que faltaron para alcanzarte. No me abrigo, no plancho la ropa, ¿de qué me vale?, si las arrugas más profundas son las de mi piel ante tu ausencia.

Perdida buscando lo que te gustaba de mí,
triste enfrentando lo que no queda de ti,
perdida buscando lo que te entregue,
triste en medio de lo que encontré.

Me rindo ante el abismo que empezó a tentarme en el preciso instante, en el que tu voz, dejó de pronunciar mi nombre.

Inerte ante la suplica de la esperanza,
inválida ante un bolero,
inerte ante un viernes por la noche,
inválida incluso ante un tango.

No había conocido una tristeza tan perdida, desteñida, errante como la que me presentaste al irte. Y todo lo que ahora no pasa, es porque no me toca tu amor. Nadie me enseñó a llorar los vivos. Te fuiste antes de marcharte. Enmudeció el mismo Dios, que en su momento otorgó el edén.

Me fracturo, me resquebrajo, me agrieto, me rajo, me rasgo, me quiebro... me arrastro.

Habitaste las esquinas y los rincones, los bordes, los filos, los espacios, las formas, las maneras, los moldes. Deshabitaste el armario, el espejo del baño; deshabitaste los buenos ratos, las veladas, las tertulias, los cortejos, el romance. Deshabitaste lo que nos unía.

A menudo escucho la casa crujir, murmurar, susurrar. Se sabe vacía, desde que deambulo por los corredores, mencionando tu nombre una y otra vez.

Ahora solo existes en las líneas de un diario sin fecha, en una fotografía olvidada en la solapa de un libro, en el recuerdo húmedo de las sabanas y el café que ya no se sirve para dos.

Vulnerable me derrumbo, en ruinas me desato, me niego y me revelo, protesto. Me reduzco. “Hombre del polvo vienes y al polvo volverás.” Somos la ceniza de lo que una vez fue incendio.

¿Alguien ha visto mi sombra?, ¿será que también llora? Hace tiempo no la veo, ¿se habrá ido contigo? Ahora que lo pienso, creo que el fantasma soy yo. El reloj sigue dando las 3:57 am.

¿Cuánto tiempo puede durar una silla vacía?, ¿cuánto tiempo se puede soportar el ruido de los ausentes? ¡Oh! La hora ha cambiado, 3:58 am, ¿cuántas veces me he peinado?

Frank me recuerda un poco a ti, tiene tu mismo encanto. También a mí se acerca con misterios y picardía, le gusta el silencio. A veces pienso que si no fuese gato, sería el hombre perfecto. Nadie nunca me enseñó qué hacer, cuando se te rompe el corazón.