Las sociedades contemporáneas se caracterizan, en su interior, por sus distintas identidades políticas, que responden a diversos grupos sociales, económicos, y políticamente organizados, entre otros aspectos. Las identidades políticas contemporáneas surgieron, para ponerle un origen, con la Revolución Francesa, cuando desde allí, al ubicarse los jacobinos y los girondinos a la izquierda y a la derecha del Parlamento, surgieron los conceptos de izquierda y derecha, que hoy siguen usándose, a nivel nacional e internacional.

En el curso del siglo XIX aparecieron las corrientes anarquistas, socialistas y comunistas, los liberales y conservadores, los republicanos y monarquistas, los cristianos y socialcristianos. Dentro de estas corrientes se dieron sus variantes, socialistas revolucionarios, socialistas reformistas, socialistas corporativistas, marxistas, leninistas, marxistas leninistas, trotskistas, maoístas, eurocomunistas, estalinistas, anarcocomunistas, socialistas libertarios, anarquistas colectivistas, ecosocialistas, demócratas, libertarios, libertarios o liberales progresistas, republicanos socialcristitanos, progresistas socialdemócratas, social demócratas, fascistas, nazistas, antifascistas, anticomunistas, antisocialistas, populistas, antiimperialistas, nacionalistas, anticolonialistas, y otras formas de llamarse.

Las principales de estas corrientes se basan en un ideario político, en una teoría política o en un método de análisis político, también en una práctica de lucha, que responde al ideario político de un pensador o grupo de pensadores que le dan cuerpo a esas corrientes, a una filosofía o una teoría política, con relación a una manera de ver la organización social y política de un sistema de vida, en el que se vive o se aspira a vivir.

Estas corrientes se dieron en el seno de la sociedad capitalista que emergía y de la Revolución Industrial del siglo XIX, y a finales de este siglo con el origen del imperialismo mundial como una fase del desarrollo capitalista, con sus monopolios, oligopolios, trust y carteles. La Revolución Industrial creó las condiciones para la disputa de las regiones de materias primas estratégicas que ocasionó, de fondo, la Primera Guerra Mundial.

La vida política en Costa Rica, especialmente en el siglo XIX, se identificó con la figura de grandes hombres, que le dieron su apellido a las corrientes políticas a las que pertenecieron o que les siguieron, cuando no se agrupaban bajo las banderas de los liberales o los conservadores, especialmente en la construcción del Estado Nacional. También se identificó por la Guerra Nacional y centroamericana contra los filibusteros norteamericanos en 1856 y 1857 que se enmarca en esta situación.

En el caso del siglo XX costarricense se puede señalar el Jimenismo por Ricardo Jiménez, el Cortesismo por León Cortés, el Calderonismo por Rafael Angel Calderón Guardia, el Morismo por Manuel Mora, el Figuerismo por José Figueres Ferrer, el Oduberismo por Daniel Oduber, el Mongismo por Luis Alberto Monge, el Arismo por Oscar Arias Sánchez. Estas corrientes ya casi no tienen ningún peso político y sobre todo partidario, desde el punto de vista organizativo. El ideario político de estos personajes también se ha desdibujado, no tiene asidero en la realidad ni en seguidores, mucho menos en partidos políticos que así los exalten.

El caudillismo y el gamonalismo, basado en nombres y apellidos, eran formas corrientes en que se manifestaba la vida política antes del surgimiento de los partidos políticos, como organizaciones para la lucha por el poder y la representación política. Aun con partidos políticos siguieron existiendo los caudillos en su interior, partidos que giraban alrededor de las grandes figuras dirigentes de esas organizaciones.

En el siglo XX costarricense, especialmente a partir de la década de 1920 empezaron a manifestarse las corrientes reformistas, de influencia social cristiana, la comunista y socialistas, la social demócrata, algunos intentos de organizar grupos fascistas, sin que llegaran a formar partido político. Con mucho peso y presencia estaban las corrientes nacionalistas y antiimperialistas.

La presencia imperialista en Costa Rica, por la existencia de monopolios norteamericanos en importantes ejes de la economía y vida nacional desde 1884 produjo movimientos nacionalistas y antiimperialistas, fuertes en la primera mitad del siglo XX contra los monopolios de la United Fruit Company, la Electric Bond and Share, la Good Year, la Panamerican Airways, entre otros, y algunas batallas importantes en la segunda mitad del siglo XX, contra el Contrato de la Aluminium Company of America, ALCOA, y en los primeros años del siglo XXI, contra la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, TLC-CA-RD.

En la segunda mitad del siglo XX esas corrientes continuaron, en el marco de la Guerra Fría, y del mundo bipolar que surgió desde la Gran Revolución Rusa, de octubre, de 1917, hasta la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991.

Este período se marcó por la existencia del sistema capitalista y del sistema socialista, como las dos formas principales de organización de las sociedades, y las luchas que se daban, en todas partes del mundo, en una u otra dirección, de avanzar hacia el socialismo o de afianzar el capitalismo.

Con el derrumbe del sistema mundial socialista, y con la existencia de pocos países que se consideran socialistas, como son la República Popular China, la República Popular Democrática de Corea, la República Socialista de Vietnam, la República de Cuba, la República Popular de Mongolia, y la República Democrática Popular de Laos, lo que domina hoy es un mundo capitalista, que dejó la tensión bipolar mundial del período de la Guerra Fría.

Estos países socialistas por sí no constituyen un sistema mundial socialista ni siquiera un eje de países a escala internacional que sean parte de un equilibrio político mundial, ni una seria amenaza a la existencia de los países capitalistas actuales.

Si no hay tensión con relación a esa dualidad histórica, que fue característica del período 1917-1991, y particularmente del período 1945-1991, por la lucha socialismo capitalismo, y por el marco de la llamada Guerra Fría, hoy la tensión gira sobre el modelo mundial de la hegemonía de un poder unipolar, representado por el papel de los Estados Unidos en el escenario mundial, imponiéndose en todos los órdenes de las relaciones internacionales, tratando de redefinir áreas de influencia, y de control, al estilo de las luchas inter imperialistas que se dieron desde 1890 hasta 1945, cuando las grandes potencias provocaron la Primera y la Segunda Guerra Mundial con ese propósito.

De la Primera y de la Segunda Guerra Mundial surgieron la Liga de las Naciones y la Organización de las Naciones Unidas, la primera con poco más de una treintena de países que la llegaron a constituir y, la segunda, con 52 países, entre ellos Costa Rica, que la fundaron en 1945. El resto del mundo, de las distintas regiones de África y Asia, solo existía por medio de los grandes países coloniales o imperialistas que les controlaban y les representaban.

La segunda mitad del siglo XX, después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, al calor de la existencia de los países socialistas recién surgidos, y del Sistema Socialista Mundial, facilitó la Lucha Nacional Libertadora de las colonias. Hizo surgir el llamado bloque de los Países No Alineados. Se habló del Tercer Mundo. Estas situaciones hicieron surgir nuevos mercados.

Hoy las Naciones Unidas tiene 194 países miembros, la inmensa mayoría de ellos surgidos de esas luchas nacional libertadoras y anticoloniales, con lo cual el siglo XX terminó con la mayor libertad del género humano. Hay quienes señalan que con la caída del mundo socialista esa libertad alcanzó niveles más amplios. Con esta nueva situación se replantearon las alianzas internacionales.

También aparecieron nuevas alianzas políticas internacionales el G-8 que comprende a Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Italia, Japón y Rusia. El G-8 hizo surgir el llamado G-20, surgido en 1999, con más países, y más influyentes en la economía globalizada actual, agregando la Unión Europea, Arabia Saudí, China, Corea del Sur, Argentina, México, Australia, Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía. También surgió el grupo BRICS, con Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, siendo Brasil y Rusia los principales suministradores de materias primas de este bloque.

Con esto se ha avanzado a un concepto de multipolaridad política y económica donde los Estados Unidos quiere imponerse hegemónicamente. A ellos se han sumado los bloques del Mercosur, la Alianza del Pacífico, la Comunidad Andina, la Asia Pacific Economic Cooperation y la Association of Southeast Asian Nations, ASEAN-ANSA. Estos grupos, a su vez, actúan como grupos geopolíticos, caracterizados principalmente por los tratados comerciales que se han desarrollado e impuesto. Como bloques geopolíticos operan la Unión Europea, Mercosur, NAFTA, Pacto andino, la comunidad de Desarrollo de África Austral, el Mercado Común Centroamericano, junto con los bloques de poder expresados en organismos militares como la OTAN.

A estos bloques se suman el bloque estadounidense y sus aliados definidos, países de la Europa Occidental, Escandinavia, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda. Además Japón y Corea del sur, Turquía, Egipto, gran parte de Europa Oriental, de los países exsocialistas, la mayor parte del Magreb, Indonesia, Malasia y, temporalmente, Ucrania, el bloque musulmán sunní con Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Omán, Qatar, Kuwait, Jordania, Iraq sunní, Pakistán, Afganistán, que son aliados en la práctica de Estados Unidos, el bloque ruso con Rusia, Bielorrusia, Asia central, parte del Cáucaso, Siria y otros países exsocialistas, el bloque musulmán chií: dirigido por Irán, Yemen, parte de Siria, Iraq y Arabia Saudí, el bloque de la India y sus aliados, y el bloque chino con China, Mongolia, Vietnam, Laos, Corea del Norte. Algunos de estos países pueden cambiar sus alianzas coyunturalmente.

La situación que estamos viviendo, en estos días, pareciera hacernos partícipes del nacimiento de una transición hacia un nuevo orden mundial, donde Estados Unidos disputa y trata de imponerse, por la fuerza y por los conflictos militares, como el país hegemónico, en razón de su debilitamiento y decaimiento como líder político mundial, subordinando hasta donde pueda al resto de los países, y con sus guerras unilaterales y preventivas, como las llaman, como la de Ucrania, en la que no le está dando, hasta ahora, el resultado esperado. También nos hace transitar peligrosamente hacia una Tercera Guerra Mundial de consecuencias impredecibles, por el carácter nuclear o atómico que pude tener. Los países europeos conocen de las guerras. El pueblo de Estados Unidos las conoce en películas donde siempre ganan. Biden no puede jugar a la guerra con Rusia para ver como sube sus encuestas de opinión que lo tienen en el suelo. Eso es ser muy irresponsable.

El eje del mal comunista del pasado no es la amenaza. Lo que está en juego es la disputa de regiones, de mercados, de áreas de influencia. Las guerras de Irak y Afganistán, al margen de la legalidad internacional, y de pronunciamientos de la ONU, demostraron la irracionalidad de la política exterior de los Estados Unidos.

Desde el punto de vista militar, de las guerras, la Primera tuvo un saldo de 14 millones de muertos, la Segunda alcanzó 52 millones de muertos, de ellos cerca de 30 millones solo de la Unión Soviética, y alrededor de 200,000 muertos de los Estados Unidos, que se integró tardíamente a la guerra antifascista, hasta diciembre de 1941, cuando la guerra empezó en setiembre de 1939 y terminó en Europa en mayo de 1945, y en setiembre de 1945 en el Asia, con las dos bombas atómicas, del 6 y 9 de agosto, que no había necesidad de lanzarlas genocidamente sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, porque dos días antes de su lanzamiento y explosión el Imperio Japonés prácticamente ya se había rendido. Las dos bombas produjeron casi 300,000 muertos, hombres, mujeres y niños…

Por su parte, la lucha nacional libertadora, de carácter anticolonial y antiimperialista, que produjo la desintegración del régimen colonial mundial dejó casi 28 millones de muertos, entre 1945 y 1989, el doble de la Primera Guerra Mundial y poco más de la mitad de la Segunda Guerra Mundial. Vivimos así una tercera guerra mundial, por sus muertos, sin habernos percatado en la consciencia que la vivíamos.

Los países coloniales, que llegaron al siglo XX, los que tuvieron colonias o sometieron colonialmente territorios y pueblos, en África y en Asia, fueron Bélgica, Francia, Reino Unido, España, Portugal, Alemania, Italia, Dinamarca, Estados Unidos, Japón y Países Bajos. De estos los imperios más grandes fueron Francia e Inglaterra. En las Naciones Unidas aún constan como países que ejercen control colonial, que impiden autonomía nacional de algunas regiones, el Reino Unido, los Estados Unidos, Francia, y Nueva Zelandia.

Curiosamente son los mismos países, en la práctica, que quieren ejercer control y dominio colonial moderno sobre Ucrania, para lo cual han fabricado y urdido las condiciones para la guerra que se ha desatado, sin medir adecuadamente las consecuencias que esta guerra puede tener sobre esos mismos países, la mayoría de los cuales tiene bases de la OTAN, que en caso de la ampliación del conflicto serían directamente afectadas, desatando, sin lugar a dudas un escenario de Tercera Guerra Mundial, que alcanzaría al territorio de los Estados Unidos, donde nunca ha caído una bomba, ni un petardo, como consecuencia o participación en una guerra de estas características. Si sale un disparo de una base de la OTAN, Rusia inevitablemente atacará todas las bases cercanas a sus fronteras, que están sobre esos países. Y ha advertido que el escenario de la guerra se extendería fuera de Europa… en el territorio de los Estados Unidos, sin lugar a duda. Habrá que ver cómo reacciona el pueblo norteamericano con unas bombas nucleares en sus principales ciudades. Se repetirá la lucha por la paz como fue la de Vietnam.

Los Estados Unidos ha ido a pelear a muchas partes del mundo, ha impuesto sus guerras, ha falseado las justificaciones ante la ONU misma, ha tumbado gobiernos incluso en el continente americano, sin que eso haya repercutido en guerras que afectaran su territorio y su población. Pero ahora sí tiene su espada de Damocles.

Las corrientes políticas de inicio de este artículo no son las que están en juego. Son países imperialistas los que están tirando las cartas. En juego está la disputa de la hegemonía y, como estuvo en la Primera Guerra, la disputa de los territorios de materias primas estratégicas.

La paz es lo que nos conviene a todos. El no ingreso a la OTAN de Ucrania y considerar a Ucrania una zona neutral es la salida.