El servicio de inteligencia exterior chino, dependiente del Ministerio de Seguridad del Estado (MSS, por su sigla en inglés), es el responsable de recolectar información sobre aspectos económicos, tecnológicos, científicos, militares y todos aquellos que puedan afectar intereses y la seguridad del país. Hasta donde existe información pública disponible, nunca se ha acusado al gobierno chino o al MSS, de derrocar gobiernos o propiciar golpes militares en América Latina. No se puede decir lo mismo sobre lo que ha sido la presencia de los Estados Unidos en la región.

Desde los inicios de los procesos de independencia de los países latinoamericanos, a partir de 1810, y de la consolidación de la revolución de las colonias -ocurrida en 1776- que significó la derrota y expulsión de los británicos de su territorio, Estados Unidos proclamó la llamada Doctrina Monroe. Ella buscaba alejar la presencia europea del continente, especialmente de Inglaterra, Francia y España, entre otros, indicando que su intervención en asuntos de los nuevos países representaría un acto de agresión. El presidente James Monroe, ante el congreso de la Unión, en 1823, sintetizó en pocas palabras lo que pasó a ser la columna vertebral de la política exterior estadounidense: «América para los americanos». El mensaje que pudo haber sido visto con simpatía por los nuevos estados que se habían sacudido del yugo colonial, pasó a ser rápidamente «América para los Estados Unidos» y la región fue sometida a los intereses de las grandes corporaciones que iniciaban su expansión. Cada vez que un país quiso tomar un camino propio, sus gobernantes fueron derrocados y su lugar lo ocuparon dictadorzuelos sanguinarios, sumisos y corruptos cuyos nombres quedaron grabados en la historia: Trujillo, Batista, Somoza, Duvalier, Stroessner, Videla, Banzer, Pinochet y tantos otros.

La revolución cubana en 1959, que despertó tantas ilusiones y que vino a romper la hegemonía estadounidense, rápidamente se transformó en una dictadura que, si bien otorgó derechos a sus ciudadanos, ahogó sus libertades, transformándose en una pesadilla para tres generaciones de cubanos. Estados Unidos inútilmente ha buscado derrocarla y mantiene hasta hoy un bloqueo económico que castiga al pueblo y solo ha fortalecido a la dictadura que se mantiene apoyada en un sistema represivo. Hoy Venezuela y Nicaragua, con matices, han seguido el modelo cubano consolidando gobernantes mediocres, aspirantes a dictadorzuelos que han decepcionado y generado graves crisis en sus países.

China ha pasado a ser un actor global y segunda potencia después de los Estados Unidos. Sin duda que aspira a ser la primera en base a su población, poder militar, la fuerza económica de su inmenso mercado interno y su acelerado desarrollo científico, tecnológico y espacial, entre otras características. Desde 1949, año en que los comunistas dirigidos por Mao Zedong tomaron el poder, y luego, con las reformas económicas introducidas por Deng Xiaoping, a finales de los años 70, el país pasó de ser una economía agraria, atrasada y pobre, a uno cercano a convertirse en primera potencia mundial. Ha consolidado su posición en el mercado mundial abriendo el país a la inversión de las grandes empresas de los países desarrollados que han contribuido con su tecnología al desarrollo chino. La política oficial del gobierno, es decir del Partido Comunista, fomentó y apoyó la creación de gigantes económicos, financieros y tecnológicos que han expandido el comercio e inversiones, mientras que Beijín ha complementado su presencia exterior, en el tercer mundo especialmente, con una generosa ayuda al desarrollo. Para varios de los países de América Latina, China pasó a ser su principal socio comercial y destino de sus exportaciones en un mercado que absorbe las producciones de materias primas y de la agroindustria.

De acuerdo con las cifras entregadas por la plataforma de inteligencia de negocios BNamericas para el año 2035 la proyección más conservadora estima que el comercio alcanzará los 700 mil millones de dólares, es decir el doble de lo que es hoy. Esta cifra llegaría a representar cerca del 24% del intercambio de América Latina y el Caribe, con China. Las cifras impresionan aún más al ver que en el año 2000 no llegaba al 2%. Países como Brasil, con un gobierno hostil a China, como lo es el del presidente Jair Bolsonaro, suma más de 66 mil millones de dólares en inversiones directas en los últimos 14 años, lo que representa casi el 50% del total de lo invertido por Beijín en la región.

En el año 2013, el presidente chino Xi Jinping efectuó una visita a Trinidad y Tobago, donde me desempeñaba como embajador de Chile. Ahí se reunió con diez de los 15 jefes de Estado o de gobiernos de los países que conforman CARICOM (Comunidad del Caribe) debido a que los otros cinco mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán. Durante dos días permaneció el jefe de Estado chino junto a una impresionante delegación de altas autoridades, dándose el tiempo para entrevistarse de manera individual con cada uno de los mandatarios que concurrieron y luego, en una reunión conjunta, anunció que ponían a disposición de los países 3 mil millones de dólares en proyectos de cooperación. Dos semanas antes de la visita del presidente chino, sorpresivamente llegó el entonces vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden acompañado de su esposa, Jill, y dos nietas adolescentes. Permaneció menos de 24 horas en Port of Spain, donde anunció que entregarían 250 millones de dólares para proyectos de cooperación. No sostuvo entrevistas individuales con los jefes de gobierno de CARICOM, si no una sola reunión conjunta y posteriormente un almuerzo donde fuimos invitados los embajadores acreditados en Trinidad y Tobago.

El avance de China en América Latina no se ha detenido y se expande a una mayor diversidad de áreas. Ya no es solo comercio e inversiones en infraestructura, si no que se extiende al área científica, tecnológica, satelital, de big data y el llamado 5G, que es una verdadera revolución en el sistema de aplicaciones en las comunicaciones. Este último es el que más preocupación causa en Washington y ha llevado a una efectiva presión a los gobiernos latinoamericanos para que desistan de adoptar esta tecnología en la que China está más avanzada que el país del norte. Esta verdadera cruzada contra empresas como Huawei, ha movilizado también a los socios estratégicos de Estados Unidos, tanto en la Unión Europea como en Japón, Australia y otros que se sumarán, para impedir que se entreguen licencias a las empresas chinas por la amenaza potencial que el 5G representaría para las comunicaciones, energía, transporte o defensa. En Naciones Unidas, en 2018, el expresidente Donald Trump reivindicó la doctrina Monroe sin ambigüedades; y en 2019 y 2020 envió a su secretario de Estado, Mike Pompeo, quien expuso crudamente en sus visitas a varios países sudamericanos advirtiendo del peligro que representaba entregar el 5G a las empresas chinas. El mensaje fue claro en Chile: «Si ustedes usan sistemas no confiables dentro de su red, forzarán a los Estados Unidos a tomar decisiones sobre donde ponemos nuestra información».

La expansión de la presencia china en América Latina y el mundo es consecuencia de su gran desarrollo económico y representa una competencia en todos los planos al poder de Estados Unidos. La ruta de la seda es un buen ejemplo y donde se han plegado numerosos países. ¿Significa ello una amenaza para nuestra región? Desde 1953, año en que acordó con India los cinco principios de coexistencia pacífica, China los adoptó como la base de su política exterior. Uno de ellos es la no intervención en asuntos internos de otros países. No se ha sabido de derrocamientos, golpes de Estado, intervenciones militares o de sus organismos de inteligencia para favorecer intereses de sus empresas en la región. Ha sabido esperar a los países para establecer relaciones diplomáticas y luego abrir oportunidades con ellos ofreciendo su inmenso mercado y gigantescos recursos financieros para apoyar el desarrollo. Los chilenos conocemos del pragmatismo chino. El año 1973, luego del sangriento golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende, China mantuvo y fortaleció los lazos con la dictadura militar ante el horror de la izquierda chilena y mundial, pese a que había sido el primer país en la región -después de Cuba- en reconocer y establecer relaciones diplomáticas con Beijín. China continuará fortaleciendo su presencia en la región y cada país determinará de manera soberana y de acuerdo con sus intereses, las áreas de inversión y cooperación, sin discriminar, y con la sola exigencia del respeto al derecho internacional y a las leyes nacionales.