Las espléndidas salas del Palacio Real de la capital lombarda despliegan una exposición dedicada a las mayores artistas activas durante los siglos XVI y XVII, como Artemisia Gentileschi, Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana, Elisabetta Sirani, Fede Galizia, Giovanna Garzoni y muchas más.

Se trata de asignar el justo valor a unos ofuscados capítulos de la historia del arte y a las increíbles vivencias de 34 diferentes autoras, que retoman actualidad valiéndose de más de 130 obras, en una memoria con sugestivos recuerdos de estas artistas anticipadoras, confirmadas por sus relativas producciones creativas.

Así pues, se encuentran no solo las autoras más afirmadas, sino también las menos —o para nada— conocidas por el público en general como la noble romana Claudia del Bufalo, que se introduce en una historia del arte con el protagonismo femenino, además de algunos trabajos expuestos por primera vez.

Los comisarios, Anna Maria Bava, Gioia Mori y Alain Tapié, han seleccionado un contenido de 67 diversas procedencias, entre las cuales destacan las Galerías de los Uffizi, el Museo de Capodimonte, la Pinacoteca de Brera, el Castillo Sforzesco, la Galería Nacional de Umbría, la Galería Borghese, los Museos Reales de Turín, la Pinacoteca de Bolonia, el Musée des Beaux Arts de Marsella y el Muzeum Narodowe de Poznan (Polonia). Estos préstamos documentan no solo la habilidad compositiva de estas pintoras, sino además el papel social que desempeñaban en sendas épocas.

Entre las participantes en esta cita, se destaca la célebre figura de Artemisia Gentileschi (Roma, 1593 – Nápoles, 1653) hija de Orazio, artista valiente y emprendedora, con una producción de escuela caravaggesca, que rivaliza con la de los pintores de sus mismos tiempos por el éxito cosechado. En definitiva, todo un ejemplo de lucha contra las autoridades, enfrentándose a su padre y al poder artístico, al desafiar los límites entonces establecidos para la mujer.

Por su parte, Sofonisba Anguissola (Cremona, 1530–Palermo, 1626), que vivió más de diez años en la corte madrileña de Felipe II para después trasladarse a Sicilia —donde recibió la visita de Antoon van Dyck en 1624—, presenta entre otras pinturas El juego de ajedrez (1555) y por primera vez el Retablo de la Virgen de Itria (1578). Además de la enseñanza de sus maestros cremoneses, prevalecen en sus lienzos las equilibradas sugestiones de Correggio, Rafael y de otros artistas españoles. Excepcionalmente alabada por Giorgio Vasari, aunque sumamente por Miguel Ángel, se demostró una sensible y elegante retratista, presente en prestigiosos museos.

Lavinia Fontana (Bolonia, 1552–Roma, 1614) hija del maestro manierista Próspero Fontana —hija de artista, como la mayoría de las pintoras desde el Renacimiento al siglo XIX—, y exponente del manierismo tardío, sorprende con 14 obras como Autorretrato en el taller (1579), la Consagración de la Virgen (1599) así como algunas pinturas de tema mitológico de extraordinaria sensualidad. Se confirma una de las primeras mujeres pintoras en la historia del arte, autora representante de los siglos XVI/XVII y una de las más famosas retratistas de sus tiempos.

Asimismo, Elisabetta Sirani, (Bolonia, 1638-1665) pintora y grabadora de aguafuertes, demostrando un notable influjo de Guido Reni y de los Carracci, realizó delicados retratos, además de numerosos retablos para las iglesias de Bolonia, típicos por la luminosidad de la gama cromática y por la soltura de las pinceladas. Entre sus obras, cuelgan los potentes lienzos donde evidencia el valor femenino y la rebelión ante la violencia masculina.

Ginevra Cantofoli, (Bolonia, 1618-1672), pintora de la época barroca, fue una sensible intérprete de una variante intimista del arte boloñés del siglo XVII. Autora de bellísimas obras, atribuidas a otros autores, se acercó tarde a la pintura y estudió en la Academia del Dibujo de Elisabetta Sirani. Es célebre su Joven mujer vestida a la oriental, que luce en la galería de esta exposición.

Sin olvidar a Fede Galizia (Milán, 1578- 1631), que adhirió al estilo del manierismo tardío lombardo aportando acentos personales en la composición y en el color, notable por sus retratos y bodegones, se destaca con su icónica Judith con la cabeza de Holofernes (1596). Y a Giovanna Garzoni, (Ascoli Piceno, 1600–Roma, 1670), pintora y miniaturista. Con la vocación de las Bellas Artes desde muy joven, trabajó en varias ciudades italianas, adquiriendo gran reconocimiento durante el período barroco. En Nápoles, trabajó bajo el ala del virrey, Fernando Afán de Ribera, en Turín realizó excelentes retratos miniados y en Roma, formó parte de la Academia de San Luca. Una maestra completa.

Finalmente, por su lado, la «Tintoretta», Marietta Robusti (Venecia, 1554–1590), hija ilegítima de Jacopo, apodado el «Tintoretto», que la acompañaba disfrazándola de hombre para poder superar las barreras levantadas a las mujeres, fue reconocida como una pintora de relevado talento.

Estas obras maestras resultan aunadas por la característica común de haber sido realizadas por la habilidad femenina, desatendida o incluso ignorada en su momento. En este sentido, cabe citar el libro de Giorgio Vasari (publicado en 1568): Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, desde Cimabue a sus contemporáneos en que el autor, en general, echa una inexplicable y escasa mirada de reojo a las artistas hembras.

Esta cita, se incluye en el programa «Los talentos de las mujeres», promovido por la Consejería de Cultura del Ayuntamiento de Milán, cuyo proyecto se debe al patrocinio de la Fundación Bracco, para enfocar a las mujeres artistas y sendas obras de indiscutible capacidad, rindiéndoles justicia.