El hombre de larga peluca, delgado y encorvado por el peso de sus sesenta y siete años de edad, vigilaba atento el trabajo de sus sirvientes que terminaban de acomodar en el carruaje su ligero equipaje. No quiso despegarse del pequeño maletín de cuero que apretaba contra su pecho. Se notaba el esmero con el que lo cuidaba. No era para menos. Se trataba del fruto de su trabajo de muchos años. En especial, de los últimos ocho, los cuales había dedicado por entero a darle forma y contenido a su obra. Era el 30 de octubre del 1700 y encaminaba sus pasos hacia la ciudad de Padua, en donde leería el libro que recién acababa de terminar y también lo publicarían.

Anteriormente había escrito muchas obras de medicina, pero ninguna de ellas, ni las que escribiría en los siguientes catorce años de vida que todavía le quedaban, harían algo que superase a las páginas que ahora llevaba celosamente protegidas por su cuerpo. Cuando todo estuvo listo, ya sentado dentro del coche, suspiró tranquilamente y echó una ojeada a la carátula del texto amado que tanto trabajo y hasta, a veces, sufrimiento le había costado: De Morbis artificum Diatriba (Tratado sobre las enfermedades de los trabajadores). Una ola de satisfacción recorrió su cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Bien valió el esfuerzo, así como las largas noches en que, antes de que llegara el sueño, corregía párrafos o aumentaba descripciones clínicas; los amaneceres en que despertaba con ideas para mejorar o ampliar el texto, o las horas vespertinas dedicadas a rescatar sus notas de grupos de trabajadores vistos en sus sitios de labores. Llegaba a conclusiones y vertía en sus descripciones de las patologías lo que había descubierto. Cerró los ojos y por un rato se quedó dormitando, a pesar de los movimientos del carruaje cuando caía en algún agujero o cuando pasaba encima de una piedra.

Quizás, Bernardino Rammazzini no pensó que escalaría los peldaños de la gloria con su libro publicado en el año 1700 ni que, en los años que vendrían, sería considerado el padre de la medicina del trabajo; fue el autor del primer tratado sobre las enfermedades de los trabajadores, la persona que dio origen a una nueva especialidad médica. Estaba consciente de su valía como médico, había tratado de igual a igual a los mejores facultativos de su época, tuvo amistad con los poderosos del momento y fue considerado un grande de la medicina. Pero en su interior, su verdadero sueño era trascender, ser recordado por su obra, figurar al lado de los padres de la medicina. Lo que sí sabía a ciencia cierta era que nadie había escrito algo semejante. Algunos de los grandes médicos habían descrito algunos padecimientos propios de ciertas ocupaciones, pero ninguno había profundizado tanto como él, nadie había intentado ni de cerca realizar un análisis de 53 tipos de trabajo o profesiones. Había sido un innovador, un descubridor, de eso no cabe duda alguna. Vivió 14 años más, murió a los 81 años, una edad sumamente avanzada para la época, lo suficiente para revisar y actualizar, a pesar de la ceguera que ya tenía para ese tiempo, la segunda edición de su obra cumbre publicada en Padua.

Sus primeros pasos

A escasos 20 kilómetros de la ciudad de Parma en Italia, en la pequeña ciudad de Carpi, nació el 4 de octubre de 1633 Bernardini Ramazzini. Fue el segundo de una prole de cinco hermanos. Sus padres eran adinerados, por lo que no tuvo problemas en su infancia. Fue educado por jesuitas y aprendió griego y latín.

Al terminar su adolescencia, se dirigió a la ciudad de Parma para inscribirse en la universidad, estudió filosofía por tres años. Concluida esta etapa, comenzó a estudiar medicina, terminó esta carrera en el año 1659 con el título de doctor en «Medicina y Filosofía». Tenía 26 años de edad y estaba sólidamente preparado para el ejercicio de la profesión, ya que se manejaba perfectamente en el campo científico y humanístico. Pasó un tiempo en Roma, realizando estudios y ejerció en dos localidades al norte de esta ciudad, en Canino y Marta. Esta zona es de malaria; además, pudo observar las malas condiciones en que trabajan los campesinos y los obreros de la zona.

El joven doctor vuelve a su ciudad natal y, en 1665, a la edad de 32 años, contrae matrimonio con Francesca Righi. Comienza a hacerse un nombre como médico. En 1676, cuando ya tenía tres hijos, recibe la oferta de servir de médico del duque de Módena. Acepta la oferta y, con su familia, decide vivir en dicha ciudad. Está en la plenitud de su vida y se hace conocer y respetar por sus conocimientos, aunque tal actitud le genere enemistades y polémicas con otros influyentes colegas. A los dos años de su nueva vida, el duque de Módena le nombra profesor de medicina de la universidad regional, cuando ya Ramazzini es un conocido médico no solamente en Italia, sino también en otros países, ya que sus obras fueron traducidas al francés, al alemán y al inglés (Losardo, Binvignat y Pando, 2019). Tiene correspondencia epistolar con figuras de la medicina de la época como Malpighi, Lancisi, Morgagni y Von Leibniz. Ya es una figura famosa y se le reconoce como tal.

La madurez y la gloria

En el año 1700, se le ofrece ser profesor de práctica médica en la universidad de Padua y, posteriormente, se le nombra decano. Ya tiene una fama muy ganada, tanto, que la academia italiana le reconoce como el «Hipócrates Latino», mientras que otros le llaman «Hipócrates III». Así se le señala en un diploma que le dio la Academia de Viena. ¿Qué otro mejor título podría tener un médico en el mundo? Pero aparte de tan honorífico título, fue nombrado miembro de muchas academias de Europa, entre ellas algunas tan renombradas como la Academia Imperial Leopoldo-Carolina de Viena y la Academia Prusiana de Ciencias (posteriormente conocida como Academia de Ciencias de Berlín). En su patria, recibió innumerables premios de distintas academias, incluso distintas a las de medicina o ciencias, como por ejemplo la Academia Literaria de Arcadia en Roma, el Colegio de Filosofía y el Colegio del Artista de Padua.

Su obra

Aparte de su obra más conocida y famosa, Ramazzini escribió sobre las enfermedades que se presentaban con mayor frecuencia en la zona de Módena, especialmente las de índole epidémica; escribió sobre la necesidad de prevenirlas, ante la evidencia de que los tratamientos comunes no surtían efecto. En igual sentido, abogó por la responsabilidad del Estado de atender a la población, no solamente cuando había epidemias. Durante cuatro años, entre 1690 y 1694, compone las «Constituciones epidémicas», que tienen un significado muy importante, al igual que las de Hipócrates (Araujo-Álvarez y Trujillo, 2002). Es durante esta época que comienza a escribir su famosa De Morbis Artificum.

A Ramazzini le toca vivir una época de grandes cambios sociales y económicos, de guerras prolongadas y también de modificación de paradigmas científicos, políticos y culturales. Su vida transcurrió en gran parte del siglo XVII y en los primeros años del siglo XVIII. Su práctica clínica, al lado del enfermo, le permitió conocer las terribles condiciones de vida de los trabajadores y cómo dichas condiciones tenían una incidencia directa sobre las enfermedades que padecían.

El ilustre médico dice que la idea de redactar un tratado sobre dichos padecimientos le surgió cuando le tocó observar la terrible labor de limpiar las alcantarillas y las cloacas de calles y viviendas. Nunca dejó de preguntar a sus pacientes en dónde trabajaban y cuáles eran sus ocupaciones. Su obra constituye el primer tratado sistemático de las dolencias originadas por el trabajo. Antes de él, solamente se abordaba tangencialmente, y de manera parcial, la relación que tenía el trabajo con las patologías. Ahora, gracias a Ramazzini, la medicina es diferente. Hace ver, en primer lugar, la importancia etiológica que tienen las sustancias y materiales que manejan los trabajadores y, luego, la de las posturas, posiciones y movimientos que hacen para cumplir con sus labores. No escapa a su atención ningún oficio o profesión. Incluye a los soldados, a los artistas, a las monjas, a los cantantes, a los marineros, a los intelectuales, a los obreros, a los artesanos, a los constructores, entre otros. Hizo ver que no había nada degradante en que el médico visitara los sitios de trabajo para conocer las condiciones en que trabajaban los pacientes. Esta recomendación sería como una extensión a la necesaria pregunta del interrogatorio: ¿en qué trabaja usted y cuál es el tipo de actividad que realiza? Ramazzini creía que la medicina se aprende al lado del enfermo, pero, añadía, conociendo sus condiciones de vida (Araujo-Álvarez y Trujillo, 2002).

El padre de la medicina nació un 4 de octubre, ese día ahora es el «Día de la Medicina Ocupacional».

Notas

Araujo-Álvarez J. M., Trujillo-Ferrara J. G. (2002). De Morbis Artificum Diatriba, 1700-2000. Salud pública de México, 44(4).
Losardo R., Binvignat O., Pando J. (2019). Bernardino Ramazzini: un pionero de la medicina del trabajo. Revista de la Asociación Médica Argentina, 132(4).