En medio de una tormentosa situación económica producto de la política de «presión máxima» implementada por el Gobierno de Donald Trump, los Gobiernos de Pekín y Teherán están en proceso de finiquitar un acuerdo multimillonario que ayudaría al Gobierno iraní a resolver momentáneamente la crisis en su entorno.

A los iraníes al menos el proyecto les viene como «caído del cielo» ya que de inicio se prevé un aumento del comercio en los próximos 10 años de al menos 600.000 millones de dólares. El proyecto se llevará de manera escalonada con diferentes partes, comenzando con una inversión en el sector petrolero, gasífero y petroquímico del país de casi 300.000 mil millones.

Queda sobrentendido que el sector energético será el primer mercado al cual los chinos le querrán meter mano por cuanto uno de sus intereses principales se encuentra en conseguir materia prima a un bajo costo, por eso también que la siguiente importante inversión será de 120.000 millones en mejoras de la infraestructura de transportes y fabricación iraní.

La ilusión iraní no es para menos, según sus propias proyecciones requieren atraer una inversión de 134.000 millones en el difícil sector petrolero y 52.000 millones adicionales en la industria petroquímica para mantener el negocio de manera rentable, contemplando la serie de dificultades que ha significado el bloqueo económico y además la competencia contra los países del Golfo, principalmente Arabia Saudita.

La inversión china en la industria energética iraní fue de más de 11.000 millones durante casi 15 años, esto de acuerdo con los datos de China Global Investment Tracker; con este nuevo acuerdo se espera que el porcentaje de aporte en estos rubros se incremente con mucha más fuerza.

El otro proyecto que se espera que ambos países se involucren es en tema militar. No es completamente seguro que los chinos e iraníes mantengan vínculos con entrenamientos conjuntos, intercambio de información para el combate al crimen organizado además del desarrollo de armas; China es el quinto país exportador de armas, donde curiosamente una importante parte de la tecnología actual del armamento en defensa es comprada desde Israel.

Importante señalar que no están considerando en estos momentos que dicha alianza en el apartado de lo militar venga a intentar crear un eje para luchar contra los Estados Unidos, o contra los gobiernos en Riad, Jerusalem o Ankara, sino que solo se concentrará en cuestiones muy específicas de protección de las infraestructuras creadas para el impulso en materia comercial, que es finalmente el punto trascendental de las relaciones chinas en el mundo.

Por otro lado, el Gobierno de Teherán intenta extender un acuerdo de cooperación con su par en Moscú por al menos 20 años, donde se incluyen planes de desarrollo energético, entre esto cooperación en materia nuclear, y por su parte intercambiarían esto a precio de petróleo, sabiendo desde Irán que esta es una efectiva moneda de canje, la cual de alguna manera logrando evadir los controles y bloqueos occidentales podrá lograr desahogar un poco las presiones que desde la salida de los Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto del Consejo de Seguridad más Alemania con los iraníes para evitar un desarrollo nuclear del país persa que inestabilice la región.

Sin embargo, y a pesar de lo soñado que se escuchan ambas propuestas, lo cierto es que los gobiernos de ambas potencias están por sus propios intereses, principalmente en sus agendas geoestratégicas.

En el caso chino es importante señalar que estos obtendrán réditos muy positivos del acuerdo con Irán. Este país se encuentra en una posición de colapso de su economía, con tasas inflacionarias altísimas, elevados niveles de desempleo, además que según datos de los últimos días muestran una afectación a un alto porcentaje de la población contagiada por covid-19. Todos estos factores han llevado a los iraníes a renunciar en su agenda exterior relativamente en el financiamiento de grupos como Hezbollah, Hamas o las milicias hutíes.

La República Popular de China cuenta con un fuerte apalancamiento y evidentemente tiene una posición mucho mejor económicamente. El PIB chino tuvo un incremento de al menos 3,2% entre los meses de abril y junio, en una época donde los países sufrieron contracción económica debido a la pandemia, no hay posibilidades que la capacidad económica iraní pueda competir contra el poder de China, quienes sin duda por medio de este acuerdo tendrán acceso al crudo de Irán con precios bajísimos, contemplando que los chinos son los principales consumidores de petróleo del mundo, además podrán invertir en infraestructura para su proyecto de reactivar la antigua Ruta de la Seda.

En cuanto al acuerdo con los rusos, esto no es nada nuevo, y el gobierno de Moscú ha sido claro en cuanto al vínculo con el gobierno iraní como un compromiso de estabilidad y basta leer a los teóricos de los movimientos neoeurasianistas para ver este rol de enganche que posee este país, tomando en consideración que los países del bloque árabe y hasta hace muy poco, Turquía se han movido principalmente en el eje atlantista, recordando que el antepasado político de Rusia, la URSS era cercano al mundo árabe y también entabló buenas relaciones con el gobierno de la República Islámica de Irán después de la Revolución de 1979.

En el 2017, los Gobiernos de Moscú y de Teherán se comprometieron en lograr la construcción de un canal marítimo que una el Mar Caspio con el Golfo Pérsico a través de Irán. Junto a Azerbaiyán podrían generar un corredor económico que acortaría los tiempos de movilización de mercaderías varios días.

En Medio Oriente directamente se suma a la hegemonía que durante años ha logrado Rusia en la zona y los iraníes son su aliado más fiel, a pesar de que Moscú conversa de algún modo con la mayoría de los actores de peso, Teherán sigue siendo el que mantiene la estafeta de predilecto.

Lo anterior no contrapone a que Rusia mismo se ha encargado de poner límite a la expansión de Irán por el Levante Mediterráneo y son ellos los que controlan lo que puede o no ocurrir en el territorio sirio por ejemplo, donde se ha planteado la posibilidad de buscar un cambio en el régimen iraní dejando eventualmente por fuera a Bashar Al Assad y poner un líder que genere menos anticuerpos y logre unir las fuerzas del país que está fragmentado, donde por ejemplo en días pasados se realizaron elecciones parlamentarias sin presencia de una oposición demostrando así el cisma social que experimenta el país.

Irán ha querido dar un aire de seguir manteniendo dominio en la agenda siria, sin embargo, y a pesar del acuerdo de cooperación en defensa, firmado por el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Irán, el general Mohammad Hossein Baqeri, y el ministro de Defensa de Siria, Ali Abdullah Ayoub, lo cierto es que esto son manotazos de ahogado del régimen de Teherán con respecto al control en Siria que está supeditado a la agenda de Moscú.

Los rusos y chinos tampoco estarán muy interesados en ser parte del patrocinio de las redes proxy de Irán, sino que se desvincularán de cualquier movimiento de esta índole, la relación de poder está debidamente identificada y Moscú o Pekín no irán a ninguna crisis internacional por el gobierno de Teherán, sino que definitivamente el tema de las relaciones seguirá siendo por la conveniencia.

El país persa es una ficha útil para los intereses de este binomio de relación «asimétrica temporal», ya que por naturaleza son enemigos, pero tienen enemigos externos a los cuales quieren encajarles un tipo de «cordón sanitario» para que su influencia sea recortada y en este caso Rusia siempre ha tenido movimientos importantes en Medio Oriente y China se ha salido un poco de su zona de confort y control en las regiones asiáticas extendiéndose a través de su diplomacia económica en otros lugares del planeta, incluyendo África, América Latina y Medio Oriente, entre otros.

En el caso puntual de la República Islámica de Irán mencionar, que históricamente no han tenido necesariamente una visión hacia el eje oriental; y mucho menos hacia el bloque occidental, su política ha estado sobre el establecimiento de ejes de influencia cercanos a su realidad inmediata y de modo indirecto en las fronteras de algunos países enemigos. Por esto han sido vistos como un pivote de las relaciones hacia el Este y una importante puerta de acceso en Oriente Próximo.

De lo anterior se explica el rol proactivo en Asia Central, y sus movimientos políticos casi intervencionistas en Irak y Siria, más sus influencias en Yemen, los territorios palestinos y Líbano con la más importante salida hacia el Mediterráneo y desde donde opera con una organización cuyo brazo armado ha sido acusado en reiteradas oportunidades de actuar de modo extraterritorial por medio de actos terroristas.

Sin embargo, la desconfianza que causa el país gobernado por los ayatolás; considerado menos peligroso hasta la caída del Gobierno de Sadam Hussein, ha generado que las relaciones con el bloque occidental o atlantista siempre les ha puesto en una condición desfavorable. Aparte que los atlantistas en la región de Oriente Próximo están vinculados con importantes liderazgos del mundo árabe, Israel y Turquía (miembro de la OTAN). De alguna manera, esta forma de ver el mundo de manera que solo se aceptan dos opciones de alineamiento, ha llevado a que se tomen decisiones políticas contra el gobierno iraní impulsando medidas represivas por medio del poder fuerte que más que persuadirle de cambiar su posición lo ha empujado de algún modo a tomar la decisión de conversar menos con Occidente, fortalecer su discurso beligerante y acercarse más a las relaciones con el eje euroasiático que además es menos “sentimental” y más funcional en su forma de relacionarse entre Estados.

El eje euroasiático no tiene intereses en democratizar a Irán, ni siquiera ellos están interesados en democratizarse a sí mismos, se apegan a la funcionalidad de la forma de gobernar y mientras sirve, se mantienen, la presencia de gobiernos autocráticos es común y vista como lo normal.

Mientras tanto, el acuerdo occidental con Irán del 2015 impulsaba de alguna forma las motivaciones para cambiar un régimen en Teherán que no está dispuesto a negociar su continuidad, aunque queda claro que son un foco de inestabilidad y peligro para algunos países de la zona, no es negociable su presencia en el poder persa, de ahí que se hace trascendental para estos la alianza con países que los «aceptan» tal cual son y no se meten en esos asuntos «domésticos» de los Estados.

Sin embargo, los iraníes deben tener claro que esto no resta la posibilidad que si eventualmente surgiera un aliado al cual le puedan sacar mejores réditos desde todo punto de vista, tanto el gobierno chino como el ruso podrían echar mano de este, por lo que para mantenerlos contentos el precio a pagar no será para nada bajo.

Aun así, conociendo el poco criterio que expone en muchas ocasiones Occidente en la realidad política actual, llegando a considerarse en ocasiones inefables, en lugar de sacar a Irán del eje euroasiático por medio del uso del poder inteligente, terminen por el contrario fortaleciendo los lazos a través de un discurso contra Rusia y China, o impulsando de manera incorrecta a otros actores que corten los beneficios iraníes en la zona, y que posteriormente se transformen en el nuevo enemigo de este interminable círculo.