Sí, amigos, es Facebook esa caja de Pandora, donde ángeles y demonios compiten por el trono de los minutos. La competencia es cruenta, lleva a veces risas, otras llanto y otras veces asumen el rostro del Supremo, adueñándose de palabras que imaginan en la boca del dueño de lo alto.

Y en esta pasarela de imágenes y rostros, los egos crecen como levadura para queque. El yo asume su mirada más benévola y el ser humano se hace amigo de nombres desconocidos, que acepta porque son amigos de sus amigos, y así va la repostería creciendo hasta convertirse en un extraño pastel de colores que tiene sus propios planos dimensionales como si se tratara de un edificio con muchas puertas y ventanas.

Al mirar esta pantalla humana, pienso que todos, con nuestras batallas ganadas o perdidas, somos seres cuya característica principal es la ingenuidad, ponemos en ojos del desconocido la imagen tierna de nuestros hijos desprotegidos ante la mirada curiosa y ponemos a la vista nuestros errores, gustos, sueños y hasta el color de la pijama que usamos por la noche.

Otros, que se creen más inteligentes que el resto, sin darse cuenta que aún no abandonan su caudal de ingenuidad, inventan conspiraciones de seres infernales que buscan dominar la Tierra, dominando sus tristes mentes atribuladas.

Sí, Facebook es esa selva donde el ser humano se desnuda, es ese lugar donde pensamos en abrazarnos y donde abandonamos el encuentro abrazo con abrazo.

Si, estamos perdiendo identidad, somos masa, esa masa maleable y benéfica que sirve, sí, sirve para comprar cosas.

Yo hoy me he puesto mi traje de periodista y los miro con un poquito de desconfianza, creyendo a medias lo que me dicen, trato de desnudar su rostro, detenerme en sus arrugas, en sus canas. Me despiertas el interés, entonces curiosa, imagino que entre tus palabras hallo manías inconfesables en medio de la sonrisa que cargas en tu foto de estudio, esa que usas para tu currículum.

¡Qué malpensados somos, por Dios! Solo esperamos que en la foto de la joven se mire el tirante de su sostén para allegar los pensamientos más peregrinos y hasta los malos deseos.

Pero Facebook tiene también grandes cualidades: en Facebook se reúne desde el simple zapatero desahuciado por las fábricas hasta el economista más liberal y calculador de esa dimensión llamada oferta, que sueña siempre en cómo mover esa curva de la economía a su favor, sueña con manipular la demanda. ¿Pecado? ¿Acaso no estamos todos llenos de ingenuos pecados?

A mí, Facebook me encanta, formo parte activa de esta selva; en ella muestro y rajo con mis fotos juveniles y escondo en el escritorio mis fotos actuales. Lanzo al aire las ideas más simpáticas y hasta a veces me muestro inteligente. Mucho agradezco a Facebook: fue dentro de esta red social donde me fui descubriendo poeta y alejando mis expectativas de periodista pensionada deseosa de trabajar. Y como yo, muchos han forjado caminos y hasta carreras acercándose a esta pantalla que siempre nos está mirando.

Porque sí, siempre nos mira, nos mira y despierta paranoias escondidas: con Facebook el loco se vuelve más loco y el racional pierde su cordura.

Fíjense que, en Facebook, puedes encontrar a ese laberinto de aprendices de sabios de las páginas científicas, a lavanderas, panaderos y pensionados aburridos lanzando las teorías más inverosímiles sobre biología, astronomía, genética y hasta física teórica. Un día de estos un curioso preguntaba en una página científica de la que es miembro, si la luz tiene materia. Pues yo diría que este señor no piensa solo en repostería, porque bien claro lo dijo Einstein: la luz actúa a veces como onda y otras como partícula. Entonces si seguimos las enseñanzas de Einstein a este señor le diríamos que en ocasiones sí, la luz adquiere masa, cuando funciona como partícula. Hasta yo, esa persona que soy, que sueña con los crepúsculos, la lluvia y la noche con luna, lanzo mis ideas peregrinas certeras unas veces, divertidas otras, pero siempre aficionadas a la física.

Y es en estas páginas, equivocados o no, donde mostramos nuestra gran capacidad para desarrollar la curiosidad con todas sus consecuencias.

Recordemos que fue la curiosidad la que ha llevado a muchos científicos a dar sus mejores teorías, recordemos la manzana de Galileo, sí, de Galileo, no de Adán. Y es que hallamos en Facebook también a los verdaderos científicos, esos que calculan hasta los segundos y velocidades en que se mueven los astros. Los leo y aprendo, me hacen imaginar cosas, me imagino a nosotros, seres humanos inventando la nave espacial que nos llevará a las Pléyades o a conocer los anillos de Saturno. Un día de estos les contaré que hallaron vida en Júpiter y estoy segura de que muchos me creerán, hasta yo me lo creeré.

Pero no hay que subestimar a Facebook, en Costa Rica casi podría asegurarse que por su medio el partido de gobierno obtuvo el poder casi que arrollando al partido contrincante. Y entre troles, aficionados, periodistas, vagabundos, buenos amigos, políticos, politólogos, científicos, economistas, filósofos y abogados nos movemos todos los días. Somos ese plano dimensional donde nacemos cada día.

Y todos, absolutamente todos, formamos eso que es Facebook, una selva de ingenuos aprendices de locos, que en ocasiones asumimos la cara del monstruo cavernícola o del astronauta famoso.