La cantidad y calidad del sueño es fundamental para que los niños duerman bien. El sueño desempeña un papel esencial en el desarrollo del cerebro, del aprendizaje y de la consolidación de la memoria. Seguir algunas rutinas les ayudará a tener unos correctos patrones de sueño. Te damos una serie de consejos para que tus hijos descansen bien cada noche.

La importancia del sueño en la infancia

Durante el sueño los niños asimilan lo vivido durante el día, lo interiorizan creando recuerdos duraderos y desarrollan las habilidades necesarias para conformar su personalidad y conducta.

Un estudio publicado en la revista Science Advances, afirma que la fase de sueño rápido o REM convierte las experiencias en recuerdos duraderos y habilidades en el cerebro de un niño. El sueño ayuda a los jóvenes cerebros a ajustar de manera adecuada sus conexiones neuronales.

Este es el motivo por el que se sabe que el sueño afecta directamente a las capacidades del niño en el colegio, por ejemplo. Dormir bien también tiene gran impacto sobre el estado de ánimo, la atención, el aprendizaje y el desarrollo tanto físico como mental de los más pequeños.

Cuando un niño no duerme las horas necesarias, la hormona del crecimiento que se segrega durante el sueño no funciona bien. Esta hormona influye en el desarrollo de los tejidos y células, así como modulando el metabolismo de las proteínas.

La ciencia también ha demostrado que los niños necesitan dormir para crecer. Michelle Lamp, de la Universidad de Emory (EE.UU.) y Michael L. Johnson, de la Universidad de Virginia (EE.UU.), publicaron en la revista Sleep un estudio sobre el mecanismo biológico de los «estirones». En él concluyen que los pequeños que duermen un mayor número de horas crecen de manera más rápida y correcta. Esto ocurre porque que el sueño está directamente relacionado con el aumento de peso y grasa corporal.

¿Cuántas horas de sueño necesita un niño?

El sueño de calidad es una prioridad en los primeros años de vida. La Fundación del Sueño de EE.UU. establece que los bebés en sus primeros años de vida necesitan de 12 a 18 horas de sueño al día.

A partir del año y hasta los tres se considera que las necesidades de sueño oscilan entre las 12 a 14 horas diarias. Para los niños de entre tres y cinco años lo indicado es una hora de sueño menos, entre 11 y 13.

El sueño infantil se reduce a unas 10/11 horas a partir de los cincos años y hasta los diez aproximadamente. Los adolescentes pueden tener cubiertas sus necesidades de sueño con nueve horas al día.

La Asociación Española de Pediatría (AEP), recuerda que la cantidad total de sueño es variable en cada niño y puede no coincidir con lo que creemos o deseamos. De hecho, diferencian cuatro tipologías:

  • Los pequeños que son grandes dormilones por la noche.
  • Aquellos que duermen el mínimo de horas recomendadas para su edad.
  • Los niños que duermen siestas largas, de más de 90 minutos.
  • Los pequeños dormilones de siestas, de unos 10 minutos.

En caso de tener dudas sobre el correcto hábito de sueño de nuestros hijos, debemos acudir al pediatra, encargado de hacer siempre la valoración más adecuada.

Establecer una rutina constante

La higiene correcta del sueño pasa por establecer un horario que el niño debe respetar para que su cuerpo se acostumbre a irse a la cama todos los días a la misma hora.

Los pequeños tienen mucha energía y suelen llegar al final del día agotados. Su manera de mostrar el cansancio se traduce en rabietas, mal humor o apatía. Es importante crear un ritual de actividades que ayuden al niño interiorizar su necesidad de irse a dormir.

En su libro Monstruos supersanos, el Dr. Valentín Fuster, Director General del CNIC de Madrid, Director Médico y Director del Instituto Cardiovascular del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, da una serie de consejos para que los niños desarrollen patrones saludables de sueño.

Son estos:

  • Mantener una rutina diaria brinda al niño una sensación de seguridad y confort. La hora del baño es muy útil para que se relaje, así como ponerse el pijama y unas zapatillas que sean de su agrado. Lavarse los dientes e ir al baño antes de acostarse es el siguiente paso.
  • La voz de los padres es un estímulo para los niños, les guía y les reconforta en su trayecto nocturno. Una vez en la cama es buena idea contarles un cuento en voz alta, suele fascinarles y reforzará el placer por la lectura, un hábito muy recomendable.
  • El momento de ir a la cama es también bueno para que los padres compartan algo de tiempo con sus hijos. El mundo es algo nuevo para los pequeños y están deseosos de compartir vivencias e inquietudes.
  • La música es otra opción para que se relajen antes de dormir y refuerza las emociones afectivas. Puedes cantarle una canción de su agrado o bien ponerle música grabada.
  • Mantener una actitud serena da confianza al niño que asociará el momento de ir a dormir con un hábito positivo.
  • El ruido y la luz interrumpen el sueño por lo que la habitación debe mantenerse a oscuras o con una luz suave, así como en silencio.
  • Los padres no deben olvidar dar un beso de buenas noches a sus hijos. Cualquier gesto afectivo potenciará la asociación del sueño con un momento placentero y feliz.

Otra rutina importante es intentar reducir la actividad del niño a medida que se acerca la hora de acostarle. Conviene evitar que esté demasiado cansado y que tome alimentos como el chocolate o bebidas excitantes.

Desde la Asociación Española de Pediatría (AEP), explican que no hay métodos buenos o malos para establecer patrones saludables de sueño en los niños. El mejor sistema es el que se ajusta a las características de cada familia, respetando la idea de que la higiene en el sueño forma parte del aprendizaje global del pequeño.

Por otro lado, hay que diferenciar entre lo que es un problema de sueño y lo que constituye un trastorno del sueño. Los problemas de sueño son formas de dormir que no satisfacen a los padres y pueden o no estar relacionados con el bienestar el niño.

Desconectarse al menos una hora antes de ir a la cama

Los especialistas recomiendan evitar ver la televisión, usar la tablet o jugar con la consola al menos una hora antes de irse a dormir. Los dispositivos electrónicos excitan el cerebro de los más pequeños precisamente en un momento en el que necesitan calmarlo para tener un sueño reparador.

La luz que emiten las pantallas inhibe la producción de melatonina, impacta sobre nuestro ritmo circadiano (encargado de sincronizar el sueño) y aumenta el estado de alerta.

Un informe publicado por la revista Archives of Disease in Childhood sugiere que los niños menores de 3 años no deberían estar expuestos a ningún tipo de dispositivo electrónico, ya que estos afectan directamente al sueño y a sus procesos de pensamiento.

La mejor distracción para un niño es un juguete o un libro, ya que son los propios pequeños quienes controlan el ritmo de los estímulos recibidos del exterior. Con el uso en exceso de la televisión y otros aparatos tecnológicos estamos bombardeando el cerebro de nuestro hijo con información aleatoria y a menudo confusa.

La hora de la siesta

Dormir la siesta es un hábito recomendado especialmente en los más pequeños. Ten en cuenta que tu hijo gasta mucha energía y necesita recuperar fuerzas después de comer para superar el resto del día.

Un estudio llevado a cabo por las doctoras Rebecca Gómez y Jamie Edgin, del departamento de Psicología de la Universidad de Arizona, en EE.UU., concluyó que la siesta es una parte integral en el aprendizaje de los niños.

Aquellos que hacen la siesta mantienen el patrón de descanso nocturno con mayor facilidad. Si un niño llega demasiado cansado por la noche a la cama entrará fácilmente en un sueño profundo, lo que puede desencadenar episodios de terrores nocturnos o sonambulismo.

La Asociación Española de Pediatría (AEP), recuerda que los periodos de siesta durante el día irán variando. Cuando el niño tenga aproximadamente un año y medio irán desapareciendo las siestas matinales y quedará tan sólo la de mediodía. También nos indican que seguir una rutina ayudará al pequeño a identificar la hora de la siesta.

Es importante que los niños no hagan siestas demasiado largas porque esto rompería su ritmo biológico nocturno. Además, conviene recordar que el mejor lugar es su cama, con algo de luz natural y ruido ambiente. Así diferenciará el sueño nocturno del diurno.

El colchón adecuado para que los niños duerman bien

Durante la etapa de crecimiento hay que asegurarse de que el niño descansa sobre un colchón adecuado a su edad y peso. Ayudarle a conciliar el sueño es importante pero también lo es evitar cualquier tipo de malformación provocada por un incorrecto apoyo de la columna vertebral.

A la hora de comprar un colchón para niños tendremos en cuenta su anatomía, peso y cambios posturales.

Para bebés

Confía en productos certificados y en el consejo de tu pediatra. El colchón de cuna debe tener la firmeza justa y permitir la evacuación de calor. Lo más indicados son aquellos que permitan una elevada transpiración y que estén fabricados con materiales que garanticen la ausencia total de sustancias tóxicas.

Niños a partir de los 3 años

La libertad de movimientos y los cambios de postura son los dos factores a tener en cuenta. Dependiendo de su constitución tendrá mayor o menor firmeza, pero siempre debe ofrecer cierta adaptabilidad.

Los materiales del colchón deben ser transpirables y permitir un correcto sistema de ventilación, de manera que la temperatura corporal del niño sea óptima durante la noche.

Es importante que estén realizados con tratamiento anti ácaros para minimizar el riesgo de alergias o que sean lavables.

De los 8 a los 16 años

En esta franja de edad el niño cambia mucho porque crece a gran velocidad. Hacer una estimación morfológica de vuestro hijo entre los 12 y 14 años puede ser muy útil para elegir el colchón más adecuado.

Descarta aquellos que sean demasiado mullidos y de nuevo ten en cuenta la importancia de la transpirabilidad del mismo para facilitar la evacuación de calor y evitar la proliferación de bacterias.

Características del colchón

El colchón ideal debe tener las siguientes características:

  • Debe estar certificado por organismos de control de probado prestigio para asegurar que no contiene elementos tóxicos.
  • Estar fabricado con materiales que no produzcan ningún tipo de alergia.
  • Es recomendable que pueda lavarse para mantenerlo en condiciones de higiene óptimas.
  • Tiene que contener mecanismos para su correcta transpiración evitando concentraciones no deseadas de CO2, así como un calor excesivo.
  • Que garantice la biocompatibilidad con el organismo y la piel.
  • Tener la firmeza adecuada, contrastada con la morfología del niño.

Agradecimientos y bibliografía

Peter Stern. Circadian rhythms and sleep deprivation. Science. 12 Aug 2016: Vol. 353, Isue 6300, pp. 660-662. DOI: 10.1126/science.353.6300.660-m.
Michelle Lampl, PhD, MD; Michael L. Johnson, PhD. Infant Growth in Length Follows Prolonged Sleep and Increased Naps. Sleep. 2011 May 1; 34(5): 641–650.
National Sleep Foundation. EE.UU. Children and Sleep.
Dr. Fernando Malmierca Sánchez (coordinador). Pediatra Atención Primaria. Salamanca. Vicepresidente AEP. Guía práctica para padres. Desde el nacimiento hasta los 3 años. Asociación Española de Pediatría (AEP).
Valentín Fuster. Monstruos supersanos. Hábitos saludables para toda la vida. Planeta, 2010.
Alison Parkes, Helen Sweeting, Daniel Wight and Marion Henderson. Do television and electronic games predict children’s psychosocial adjustment? Longitudinal research using the UK Millennium Cohort Study. Archives of Disease in Childhood. Published Online First 25 March 2013.
Drs. Rebecca Gómez and Jamie Edgin. Learning with the Lights Out. The Scientist Magazine. Canada. Published Date: 2016 March 03.