Seguramente si das un paseo por tu barrio no te costará encontrar más de un bar, e incluso algún establecimiento de venta de bebidas alcohólicas, además de poderlas adquirir en prácticamente cualquier supermercado.

Cuando uno estudia psicofarmacología, una materia donde se trata de comprender los distintos procesos cerebrales y cómo los fármacos inciden en mejorar ciertos trastornos o patologías.

Cuando uno lo estudio, lo primero que se le enseña es la clasificación de las drogas, y los efectos que estos tienen en el cerebro.

Así existen muchas tipologías según sus efectos, u otros criterios, pudiéndose separarse entre drogas «duras» y blandas; depresoras o estimulantes; naturales o sintéticas... pero la que más me llamó la atención es la que separa las drogas entre legales e ilegales.

La comprensión de por qué determinadas drogas, clasificadas como drogas por sus efectos, conociendo el perjuicio que sobre el organismo en general y el cerebro, en particular, tienen estas drogas; y a pesar de ello son legales.

Es cierto que los gobiernos han tratado de regularizar su consumo, sobre todo entre menores para retrasar lo más posible dicho consumo, debido al componente adictivo de la misma, pero a pesar de ello algunos estudios señalan que en determinadas poblaciones la edad media de inicio es de los 14 años.

El problema de la facilidad de acceso, la falta de prohibición sobre la publicidad o la limitación de su consumo como se ha realizado en los últimos años con el tabaco, hacen que ante esta falta de políticas públicas no se vea reducido el número de consumidores, sabiendo que, a más años de consumo, peores son los efectos sobre el organismo.

El propio concepto de droga legal suena hasta contradictorio, las leyes deben de proteger a los individuos no «facilitarles» el acceso a algunas drogas.

Además, dentro del alcohol existe una graduación en función de la cantidad de alcohol que contiene, sobre eso no existe ninguna legislación sobre su consumo.

Por lo que cuando alcanzas la edad legal para beber alcohol, ya puedes hacerlo de una cerveza o de un vodka. Pero... ¿realmente es malo el alcohol?

Esto es lo que se analiza en un estudio realizado conjuntamente por McLean Hospital, Harvard Medical School y Tulane University (EE.UU) publicado en el Journal of Addiction Research & Therapy en el que se compara la eficacia en el aprendizaje entre bebedores ligeros y bebedores de botellona (binge drinkers), los cuales consumen gran cantidad de alcohol los fines de semana, cada vez más frecuente entre los preadolescentes. Se analizaron los resultados en pruebas de habilidades del aprendizaje verbal y espacial comparando 22 binge drinkers frente a 29 bebedores ligeros. Encontrando diferencias en cuanto al aprendizaje verbal, pero no así en lo que respecta al aprendizaje espacial.

Con anterioridad ya se ha establecido la relación entre el exceso de consumo del alcohol con problemas de aprendizaje, así como alteraciones del estado de ánimo, estando en el origen de depresiones, debido a un efecto neurotóxico del alcohol que detiene los factores que promueven la neurogénesis y la plasticidad neuronal, impidiendo así la regeneración neuronal.

Éste estudio permite diferenciar los efectos provocados en el aprendizaje y por ello en el proceso de memoria consecuente, aspecto que con anterioridad no había sido explorado en conjunto. Una limitación de este estudio surge en cuanto al medio empleado para la evaluación de la memoria espacial, a través de videojuego, que se ve afectado por la destreza en el manejo previo en juegos similares.

Queda abierta para nuevas investigaciones comprender el efecto neurotóxico del alcohol en la regeneración cerebral en cuanto al aprendizaje visoespacial.

Esta investigación y muchas que se han realizado señalan los graves perjuicios de esta droga legal y como sus efectos son peores en cuanto ante se inicia su consumo, por lo que sería necesario una regulación más restrictiva además de campañas de concienciación al respecto sobre los perjuicios entre los más jóvenes.