Nació en el pueblo de Newtown (Gales) en 1771 y falleció en 1858. Aunque muchos no lo saben, se le considera un reformador social y fundador del socialismo y del movimiento cooperativo. Lo extraordinario de eso es que sus realizaciones fueron hechas en una época en que a nadie le importaba el pueblo trabajador. Ya que en esa época, como ahora está volviendo a suceder, lo importante era que el trabajador laborara el mayor tiempo posible con los mas bajos salarios para así el capitalista obtener el máximo de ingresos.

Robert fue a la escuela a los cuatro años (no pasó de la escuela primaria) y a los siete comenzó a trabajar y leía cuanto libro podía. A los 10 años (sí, a esa temprana edad) se fue a Londres a trabajar en una tienda como aprendiz y ya a los trece años era ayudante en una tienda de paños donde laboraba 16 horas diarias.

A los 16 años se fue a Mánchester en una fábrica de hilados. Habiendo aprendido la labor, consiguió un préstamo, compró unas máquinas hiladoras y abrió su propia fábrica. Luego se asoció con un gran comerciante y su progreso fue excelente y con ayuda de él construyó una enorme fábrica de hilados fue así como llegó a ser conocido a los 29 años como un importante industrial y millonario en los últimos años del siglo XVIII. Para rematar, tuvo la suerte de casarse con la hija de un millonario propietario de otras fábricas de tejido en Glasgow.

Como él lo decía, cada uno es responsable de sus acciones y es deber de cada persona, actuar siempre tratando de hacer las cosas de la mejor manera posible. Si uno y el resto de la población somos producto de nuestro ambiente, se hace necesario mejorar la educación y los medios de trabajo para dar oportunidad a la mayor cantidad de gente posible y a la vez mejorar sus condiciones de trabajo. Él creía que el rico debería ser bueno y generoso con el pobre.

Los grandes empresarios de Inglaterra consideraban muy extrañas sus ideas (para esa época) de tratar de mejorar las condiciones de trabajo de sus empleados. Más tarde, el propio Marx lo consideraría el primer socialista utópico, junto con Saint-Simon y Fourier, para distinguirlo de lo que el pensador de Tréveris denominaba el socialismo científico, su propia teoría.

Sin embargo, sus ideas de utópicas no tenían nada, ya que las hizo realidad, iniciando en Inglaterra un experimento social para tratar de acabar con la terrible miseria en los obreros, que enriquecía a los patrones y enfermaba y empobrecía a los trabajadores. La situación de aquel incipiente proletariado de principios de siglo XIX era brutal: habitualmente a las cinco de la mañana iniciaban sus trabajos, desayunaban con un café y un pedazo de pan, a medio día el almuerzo usual era unas papas hervidas en manteca de cerdo, los privilegiados además comían un trozo de tocino; la jornada finalizaba a las 9 de la noche; se alojaban en casas o edificios inmundos, sin instalaciones sanitarias, debido a que el salario no alcanzaba para alimentarse; por esa razón trabajaban también la esposa y los hijos. Las calles estaban llenas de basuras y excrementos y los trabajadores y sus familias vivían en condiciones infames. Por eso Owen propugnaba el socialismo aun antes de que Marx escribiera El Capital.

Dicho socialismo consistía en lo siguiente: prohibió el trabajo en sus fábricas a niños menores de 10 años. Redujo la jornada de trabajo de 16 horas a 10 horas y media. Eliminó las multas por ausencia o errores. Instituyó un sistema de recompensas para estimular a los mejores trabajadores, mejoró la vivienda de los obreros, prohibió las cantinas cerca de las fábricas. Abrió tiendas donde se les vendía a precio de costo los alimentos a los trabajadores; mejoró los salarios, organizó casas cuna para los niños pequeños de los trabajadores, construyó escuelas cerca de las fábricas con clases gratuitas para los hijos de los obreros y cuando estos comenzaban a trabajar, asistían a clases nocturnas para que mejoraran su educación y dispuso atención médica gratuita para todos, fundó un club para trabajadores enfermos y una caja de ahorros y permitió la libertad religiosa.

Nadie lo apoyaba pues eso significaba enormes gastos y menos ganancias e ingresos para sus amigos los capitalistas, ya que los trabajadores laboraban menos tiempo. Y aunque, inicialmente, los gastos en beneficios sociales fueron enormes, poco a poco, la producción se elevó por encima de antes de las reformas, ya que los trabajadores estimulados, y menos enfermos producían más en menos tiempo.

A pesar de demostrar él buenos resultados a largo plazo, algo extraordinario para la época y no igualado en ninguna parte del mundo, esta obra altruista de Owen fue lamentablemente calificada de subversiva por los industriales que miraban con horror las reformas hechas y los gastos. De hecho, sus propios socios se enfrentaron con él por temor a perder sus ganancias y tuvo que disolver la sociedad ya que querían destituirlo, pues no entendían de la necesidad de repartir el exceso de ganancias que había entre los pobres obreros y sus familias. Esta crisis la logró superar al encontrar por suerte a dos capitalistas humanos como el filósofo Jeremiah Bentham y el cuáquero William Allen, quienes compartían sus ideas reformistas.

Fue así como logró triunfar económicamente como industrial en esa época e increíblemente sus fábricas eran de las más grandes y prestigiadas en Inglaterra por muchos años, y producían dividendos.

Él convirtió su trabajo en un apostolado social y su labor tuvo gran resonancia local e internacional, ya que su fábrica y alrededores eran visitados por miles de políticos, educadores, filósofos, industriales, reformistas sociales de todo el mundo. Fue, de hecho, un ejemplo a imitar. Su obra fue considerada revolucionaria y admirable por miles de personas, pero también subversiva por los dueños de fábricas y empresas que no querían repartir parte de sus ingresos. Lo que jamás llegaron a entender muchos de esos capitalistas salvajes, era que Owen, para 1812, podía darse el lujo de decir que sus obreros eran honrados, diligentes, sobrios y ordenados, y que excepcionalmente encontraban un haragán o un borracho en sus fábricas. Y que los niños, por justicia humana, debían tener la oportunidad de recibir educación, ya que sólo así se mejoraría a las personas.

Owen pudo mostrar que su empresa crecía, prosperaba e incluso enriquecía a sus dueños, pese a la idea antieconómica de repartir la ganancia con los trabajadores. Fue al Parlamento de Gran Bretaña a mostrarles que la industrialización no había dado paso al progreso social como algunos había creído, además, que los obreros debían tener ingresos que les permitieran vivir mejor e incluso comprar parte de lo que la industria producía. Propuso una Ley de Fábricas, que incluía las mejoras que ya había hecho, fue muy combatida, pero por fin, en 1819 fue aprobada para toda Inglaterra.

Owen fue el primer impulsor del cooperativismo. Él estableció comunidades cooperativas para sus trabajadores, las cuales producían cosas para su propia subsistencia, eran pues, productores y consumidores. Insistió en señalar que los fabricantes, en su avaricia comercial se mostraban ciegos e incapaces para comprender que sus obreros eran también consumidores y eso los favorecería pues comprarían lo que producían. Algo que Henry Ford, en Estados Unidos, reconoció al duplicar los sueldos de sus empleados y lograr así venderles sus coches a todos.

Se retiró a los 56 años muy rico en el año 1828 con la fama de gran reformador social, dedicándose desde entonces a apoyar diferentes proyectos de reformas sociales en la industria, incluso en Indiana, Estados Unidos donde compró una gran hacienda, fundó ahí una comunidad, New Harmony, pero fracasó perdiendo su capital ya que la cooperativa no fue aceptada, pues los campesinos querían ser independientes y acomodados y no reinvertir sus ganancias en beneficios de todos.

A los 73 años me quedé sin un centavo, pero como él dijo, «en mi miseria me sentí feliz de todo lo realizado, ya que, siguiendo mi ejemplo, las cooperativas obreras se generalizaron y fueron legalizadas en todo el país». Había gastado toda su fortuna y había consumido casi toda su vida en pro de su utopía.

Él no era religioso, pues decía que todas las religiones se basaban en el hecho de obediencia absoluta a su credo y la gente subordinada a sus pastores o sacerdotes, mientras estos se daban la buena vida con lo que aportaban los trabajadores llenos de necesidades: «eso no me daba margen para pensar que era bueno. Además, en mi experiencia el hombre se hace a sí mismo y no producto de un Dios que todo lo puede y decide».

La premisa fundamental de Owen era que los capitalistas debían hacer del mundo un lugar mejor, donde los hombres pudieran vivir dignamente. Qué lástima que los capitalistas actuales no conozcan esta historia. Por eso la he relatado.