Interesante muestra en Turín sobre los perros en la historia de las artes visuales, Cane in Posa, que durará hasta el 10 de febrero en el castillo de Venaria (Reggia di Venaria Reale, en italiano), una sede natural, ya que este edificio construido durante el reinado de los Saboya en el siglo XVIII fue destinado como lugar de diversión y de placer, muy vinculado al arte venatoria, una de las actividades humanas en las que el perro es el emblema principal: no por casualidad el término mismo caza viene del griego kyon, kynós [nominativo y genitivo], es decir, «perro».

Pero la caza es sólo el aspecto más importante de la relación muy antigua del hombre con el mundo canino, que se articula en diferentes esferas que van desde el mundo laboral al universo lúdico, colmo de connotaciones sociales y psicológicas sobre todo en la realidad contemporánea donde, con la crisis de la institución familiar, el perro casi llega a tener el rol de equilibrador social.

La muestra se adentra en la presencia constante del perro en el arte figurativo, a menudo representado como una herramienta de la gran pintura de historia, pero también como un verdadero género cultivados por pintores animalistas o por artistas que se cimentaron en diferentes sectores, ya sea con carácter autónomo, ya sea ligado al género del retrato. Después de la figura humana, el perro, amigo del hombre por antonomasia, es el animal que más veces ha sido reflejado por los artistas, desvelando una relación afectiva y una afinidad electiva que más allá aspectos del decoro formal y las convicciones iconográficas.

La muestra se divide en cinco secciones: Perros en el arte clásico, constituida por esculturas y objetos de edad grecorromana; Perros posando, constituida por verdaderos retratos de perros posando o en acción; Perros, hombres y mujeres posando, enfocada a retratos de hombres, mujeres y niños con uno o más perros como signo de fidelidad, amor y amistad; Perros en acción, donde el perro es el protagonista de diferentes episodios históricos, religiosos o mitológicos, alegóricos o de vida real como presencia constante en las actividades humanas; Perros imaginarios, relacionados con el mundo del cómic y la esfera de la transfiguración fantástica.

Entre las obras clásicas que se ven en la muestra está en el famoso Cave Canem hecho en mosaico del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles (I siglo D.C.) , símbolo de una de las funciones históricas del perro como expresión de la máxima relación de confianza con el hombre, es decir el de guardián del hogar doméstico.

Hay esculturas de fuerte impacto emotivo y afectivo como la Estela funeraria con niño, perrito y pajarito del Museo Arqueológico Regional de Palermo (III siglo D.C.) y la impactante Urna cineraria con perro guardián en la tapa del Museo Arqueológico de Aquileia (edad imperial), mientras el Grupo de galgos que se lamen, llega desde una Villa imperial en Lanuvio, cerca de Roma, de propiedad de los Museos Vaticanos, que extraordinariamente, han cedido algunas de sus obras para esta muestra.

La pintura gótica es representada por dos preciosas tablas de los Museos Vaticanos, con el Anuncio a Joaquín por el misterioso Maestro del Estrado del Museo Ashmolean y la Adoración de los pastores, del taller de Bartolomeo di Fredi .

Los perros del Renacimiento se muestran en dos famosas invenciones alegóricas de Albrecht Dürer (Alberto Durero, en español); también en los Dos perros de caza de Jacopo Bassano (Florencia, Galería de los Uffizi); en la Pareja de perros mediceos de Romolo Ferrucci, además de pinturas de Jacopo y Leandro Bassano, con composiciones de género y de tema religioso, incluido un estupendo e inédito Venus y Adonis de Luca Cambiaso proveniente de una colección privada inglesa.

Entre las pinturas del siglo XVII se aprecian cuadros de Giusto Sustermans, Mattia Preti, Michael Sweets, «el Maltés» Francesco Noletti, Michelangelo Cerquozzi, Nicolò Maria Vaccaro. Luca Giordano presenta una espectacular Diana y Endimión, proveniente del Museo de Castelvecchio de Verona, mientras Sebastiano Ricci deleita con el majestuoso Retrato de Michelino Pagani con mastín.

Hay también animalistas como Frans Snyders, de quien se expone uno de sus temas favoritos, una transposición de la pintura barroca de Rubens: un combate violento entre perros y lobos. Otros retratos caninos se reflejan en las telas de especialistas como Pieter Boel, David de Coninck y Michelangelo Pace, Michelangelo di Campidoglio, autor de la estupenda serie de galgos provenientes del Palacio Chigi de Ariccia.

El siglo XVIII encuentra amplio espacio en pinturas de Giovanni Paolo Panini, Paolo Maria Bonomino, Domenico Fedeli llamado «Il Maggiotto», y de Jacopo Amigoni, autor de un sentimental juego de angelitos con perro (de Inglaterra, colección privada) y en dibujos de Tiepolo con estudios de perros galgos (de los Museos Cívicos deTrieste).

Pompeo Batoni, fundador de escuela del siglo XVIII en Roma, se presenta con un inédito Antíoco y Estratonice, que traduce en tamaño más pequeño la misma composición en tela del Museo de Arte de Ponce, Puerto Rico, del que tal vez es estudio propedéutico (Inglaterra, colección privada).

De la colección privada de los Príncipes de Liechtenstein llega el Retrato de la familia de Fernando IV de Borbón de Angelica Kaufmann, quien agrega tres perros a la posición de grupo, como si el perro fuese una parte esencial del contexto afectivo familiar. De Antonio Canova, el escultor máximo del siglo XIX, se puede ver el Endimión de la Gipsoteca de Possagno, donde un galgo controla el eterno sueño del hermoso joven amado, en vano, por Diana.

Emblemáticos de un papel tradicional ligado al arte venatorio y a las cortes reales son los dos «perreros» de la Casa de Borbón, encargados de adiestrar y preparar a los perros de caza, pintados por Martin Ferdinand Quadal (Reggia di Caserta), mientras que El Spaniel de la Infanta de España, de Giovan Battista Tiepolo, tiene fuertes connotados psicológicos e introspectivos, que ya vaticinan el cambio de los tiempos.

El siglo XIX abre con el inédito Retrato de Gioacchino Rossi al lado del amado perro, obra de escuela francesa. Luego se pueden apreciar, de esta misma época, obras de Lancelot Theodore, Turpin De Crisse, Friedrich Von Amerling, Ferdinand Georg Waldmüller, Giuseppe Raggio, Raffaele Sorbi y Filippo Palizzi, máximos especialistas de la pintura animalista italiana de la época.

Para el siglo XX, época que prefirió lo informal y el abstraccionismo, se exponen el Verano en el Tirreno de Carlo Carrà y el Otoño de Zlatyu Boyadzhiev, provenientes de la Galería Nacional de Sofia, a los que se agregan una serie de pinturas de Antonio Ligabue, provenientes de colecciones privadas italianas.

Entre los contemporáneos se aprecian Tommaso Cascella, Dario Ghibaudo, Keith Haring, Luigi Stefano Canelli, Corrado Zeni hasta llegar a Matteo Basilé, exponente del arte digital en una original contaminación entre pintura antigua y fotografía, concluyendo todo con el realismo surrealista y alucinado del chileno Guillermo Lorca.

También la fotografía encuentra espacio en esta muestra con obras del gran fotógrafo estadounidense Elliot Erwitt. Una mención especial merece el sector ilustrativo de los dibujos animados: en una sección especial se evidencia la invención de los perros más famosos y divertidos del siglo: Goofy, can antropomorfo, y Pluto, perro real, creados de la fantasía de Walt Disney, más humanos y simpáticos que su infalible amigo y amo, el ratón Mickey.

Y, por supuesto no podía faltar Snoopy, el perro de Charlie Brown, inventado por Charles M. Schultz: en resumen una estupenda exposición no solamente para celebrar al mejor amigo del hombre, el perro, sino también para realizar un paseo por el mundo del arte durante más de dos mil años.