Los primeros cronistas europeos destacaron la existencia de objetos de sobresaliente factura hechos en concha o hueso, cuyo fin era preservar o reproducir los relatos míticos. El acceso a conchas de mares cálidos, muy lejanos, explicita la presencia de redes de intercambio y alianzas a largas distancias.

Las élites gobernantes en los Andes usaron ornamentos corporales para adornarse en acontecimientos públicos y ceremonias, y así distinguirse claramente del resto de la población. Dependiendo del material utilizado, la forma y el diseño, estos comunicaban la capacidad de sus dueños para acceder a mundos y naturalezas varias. Este es un collar formado por caracoles marinos pulidos unidos entre sí, con un dije colgante también de concha.

Las serpientes son animales que expresan la fuerza regeneradora del mundo subterráneo e interior al cual ellas pueden acceder. En este alfiler de hueso, tallado con gran precisión y maestría, se observa dos serpientes entrelazadas, ondulando una sobre la otra y ambas con cabezas de rasgos felínicos, lo que refuerza el sentido del animal predador como una metáfora de la vida que se abre paso y emerge desde abajo.

A la concha spondylus se la vinculaba con los ciclos naturales y era un importante indicador de variaciones medioambientales –como el Fenómeno del Niño–, por lo que revestía importantes connotaciones simbólicas y rituales. Estos extraordinarios pectorales hechos a base de diminutas cuentas de concha spondylus, talladas con suma precisión y destreza, poseen formas escalonadas asociadas a la interacción entre mundos. Lo ritual y la estética se fusionan en la sobriedad que caracteriza a estas piezas Mochica.