No es comparable a ninguna otra región de España. Su mezcla de colores naranjas, amarillos y azules, es un arcoíris perfecto que hace que está provincia sea incomparable con ningún otro lugar. Sierra y mar, cabo y desierto, calas y playazos, arrecifes y acantilados, gambas y tomates. Un sinfín de deleites para que no olvides Almería jamás.

Almería ciudad

Empecemos por la ciudad. Almería ha sido testigo del paso de antiguas civilizaciones que dejaron sus vestigios en la arquitectura, la cultura y en el carácter de sus gentes. De Almería se cuenta que fue fundada por los árabes en el año 955 cuando Abd al-Rahman III se preocupaba por la vigilancia de la costa para evitar desembarcos enemigos. De hecho, la ciudad es el producto de un proyecto de alcazaba inicial diseñado por los árabes, quienes la convirtieron en la conocida como perla del Mediterráneo. Su nombre original: Al-Meryyat, de traducción La Atalaya.

A pesar del tiempo que pasado, el legado musulmán domina la imagen urbana de la ciudad, donde la alcazaba, una de la mayores fortalezas medievales de Andalucía, preside sus calles sobre un alto cerro. En su interior se encuentra el palacio de Almotacín, el más grande y mejor de los conservados del periodo taifa. Para completar la ruta cultural, se debe hacer parada en la catedral, la Iglesia de San Pedro o la de San Juan, Plaza Vieja y el Ayuntamiento, Puerta Puchena y el santuario de la Virgen del Mar. En Almería es famoso el tapeo de calidad en los múltiples bares de la ciudad.

Cabo de Gata

Salimos de la ciudad y nos adentramos en cabo de Gata. Se extiende a lo largo y ancho de 38.000 hectáreas de tierra y mar donde se intercalan montes, playas arenosas, abruptos acantilados, llanuras polvorosas, arrecifes, pequeñas calas solitarias y aldeas de pescadores. Es un conjunto difícil de describir en el que, a pesar de la aridez, encuentras un tipo de belleza distinto, que te atrapa enseguida.

Un lugar para desconectar, en el que te fusionas con la naturaleza y la brisa se llena con el sonido de las incansables olas. Cuando emprendas tu viaje a este destino, pides que el camino sea largo y lleno de experiencias. Nada como recordar el comienzo del famoso poema de Cavafis, Ítaca, en el Lejano Este andaluz, a lo largo de su centenar de kilómetros costeros. Una especie de rectángulo que se extiende de norte a sur, teniendo como eje principal la propia línea de la costa y que no puede negar la influencia del cercano desierto almeriense, con dunas y salinas en la franja costera y un paisaje de sierra de escasa altura azotada duramente por la erosión del viento, del sol y de las aguas marinas.Con tales condiciones, no es pues extraño que se haya establecido una concreta protección sobre la zona. El lugar fue declarado Parque Natural en 1987.

Este extremo oriental del litoral almeriense está repleto de pueblos blancos, como San José, que aún preserva su esencia marinera. Siguiendo hacia el sur, encontramos las playas intactas del Mónsul y Los Genoveses, un auténtico manjar. La ruta prosigue una decena de kilómetros hasta alcanzar el risco del cabo de Gata, la punta del sudeste peninsular. En su cima tiene un faro que data de 1863, al que se llega a pie por un sinuoso camino que finaliza en el mirador de las Sirenas, con unas vistas fascinantes a este arrecife de roca volcánica.

Y es que las playas, en este entorno y alrededores son paisajes únicos. La Isleta del Moro, El Pozo de los Frailes, Rodalquilar, Las Negras, Agua Amarga, Los Escullos o San José son maravillosos enclaves donde la transparencia de sus aguas es la característica esencial de toda esta franja marítima. Por elegir, además de las ya mencionadas, Mónsul y Genoveses, destacan la playa de los Muertos en Carboneras, el playazo de Rodalquilar, la cala de En medio en Agua Amarga y la cala de San Pedro en las Negras.

Desierto

En el cabo de Gata, el lugar más seco de la Europa continental, las precipitaciones no alcanzan los 150 milímetros al año. De origen volcánico, el cabo de Gata se formó hace entre 12 y 8 millones de años aproximadamente. En este paisaje abundan los paisajes volcánicos, y también las rocas sedimentarias. Pura aridez.

En el interior de la provincia de Almería, se extiende el desierto de Tabernas, un sobrecogedor paisaje de aspecto lunar. Casi 2.000 kilómetros cuadrados rodeados por las sierras de Filabres, Alhamilla y las estribaciones de la Alpujarra almeriense. Su grandeza y su singular relieve han sido testigos del rodaje de numerosas películas ambientadas en el “lejano oeste”.

La Alpujarra almeriense

El recorrido entra en el valle de Andarax y en las Alpujarras almerienses dentro del Parque Natural de Sierra Nevada. El itinerario permite disfrutar de espectaculares paisajes y recónditos pueblos en los que aún se aprecia la huella andalusí. Damos paso al yacimiento arqueológico de los Millares, una ciudad neolítica poblada por más de 1.000 personas y que está vinculada a los colonos del mar Egeo. La Sierra de Gador, Alhama de Almería, Laujar de Andarax son paradas obligatorias.

Pero el pintoresco pueblo de Fondón merece una mención especial. El Cortijo de las Paces, la iglesia parroquial de San Andrés, la de Santa María la Mayor o la ermita de Nuestra Señora de las Angustias son sólo algunos de sus monumentos. Situado en el valle, entre la sierra de Gádor y la cordillera de Sierra Nevada, tiene lugares de gran valor paisajístico como el mirador del Púlpito o el de la Cueva de Campos y el Cerro de la Quebrá.

No obstante, cada uno de los 24 pueblos que forman la Alpujarra tiene un tesoro histórico escondido como el palacio de Fuente Victoria, que fue refugio de Boabdil cuando perdió su reino. También hay lugar para la salud. La Alpujarra almeriense guarda en su interior aguas termales como las del balneario de San Nicolás, en Alhama de Almería, o las de Paterna del Río.

En definitiva, esta región es insólita. Aunque más inaudito es que aún no tenga AVE y no creemos que sea por alejar a los turistas de sus escondidos parajes precisamente.