Siempre he creído que la ciencia es el instrumento más democrático y fiable de conocimiento, sustentada bajo teorías y experimentos de los que obtener pruebas que se puedan considerar concluyentes. La ciencia en sí, vista como fruto derivado del paradigma social actual, no es más que un reflejo de las metas e idiosincracias del ser humano, por eso apoyamos o limitamos ciertos aspectos de la misma desde distintos ámbitos..

Desde las religiones presionan a los grupos sociales que presionan a los políticos que prohíben a los científicos investigar cuestiones como las células madre, por mero desconocimiento y una intención medievalizante para con la sociedad. Pero, ¿qué pasa cuando no es la pasión religiosa la que limita el conocimiento negativamente para la sociedad, sino que, al contrario, desde fuentes oficiales se apoyan investigaciones de las que no se sabe las consecuencias negativas que tendrían?

¿Cuál es la razón principal que hace investigar algunos campos? La principal razón es "porque se puede". La existencia de los instrumentos y capacidades para llevar algo a cabo es el único impulso para concretarlo, por eso, que existieran las maneras y los caminos para concretar todo eso en una bomba atómica, hizo que el Gobierno americano juntara y presionara a las mejores mentes científicas de la época, mandándolas al desierto a vivir hasta que consiguieran construirla sin pensar en si debían: Proyecto Manhattan se llamó.

¿Realmente sabían esos científicos las consecuencias? No se puede echar el peso de las muertes sobre ellos porque había una guerra, había casi un secuestro del Gobierno para que lo hicieran, pero ver las imágenes de Hiroshima y Nagasaki le dio una perspectiva al mundo científico sobre el poder destructivo del ser humano. La primera sensación colectiva del "¿qué hemos hecho?"

Quizás el hecho de que se desvincule a los científicos de las consecuencias que tienen sus descubrimientos, simplemente porque la financiación es privada e interesada, no tendría siempre el mismo efecto de lavado de manos. Está claro que no toda la maldad es un fin en sí mismo, por eso estoy convencido de que nos destruiremos como especie diciendo que teníamos las mejores intenciones.

Muchos años llevo dándole vueltas a una cuestión en particular que todo el mundo aplaude porque nos tranquiliza y de la cual yo sólo veo aspectos destructivos: la investigación para la extensión de la longevidad, vivir más años, vivir eternamente... la eternidad y un día, como rezaba aquella fantástica película del griego Theodoros Angelopoulos.

¿Quién no querría vivir más años? ¿Quién elegiría tener una esperanza de vida corta pudiendo investigar maneras de posponer nuestra propia muerte? Por eso decía al principio que la ciencia es un reflejo de la idiosincracia del ser humano, ya que esta búsqueda de la eterna juventud y la inmortalidad es un anhelo ancestral, una puesta a prueba de las capacidades vanidosas, síndrome de Ponce de León, un miedo irracional que nos hace pensar irracionalmente, clasistamente, primermundistamente, bajo el gesto de aquiescencia de toda la sociedad que permite esa investigación.

Según las conclusiones de James Vautel, director del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica, la esperanza de vida aumenta dos años y medio por década, 6 horas al día, desde la segunda mitad del siglo XIX, y es un hecho constatable. Las razones son las mejores condiciones de vida y una medicina que evita que mueran menos niños y hace que los ancianos vivan más. El profesor Vautel explica el ejemplo de Alemania, de cuando había dos Alemanias: a partir de los 60, en la Alemania Occidental la esperanza empezó a subir hasta equipararse a la esperanza de vida de Francia o Japón; sin embargo, en la Alemania Oriental, la esperanza de vida se estancó, se paralizó debido a las peores condiciones económicas de la zona. Cuando cayó el muro, en poco tiempo las esperanzas de las dos Alemanias se equipararon porque se equipararon sus monedas. El marco de Alemania Oriental valía diez veces menos que el marco en el lado occidental, de un día para otro, sin muro, el marco oriental pasó a valer lo mismo que el occidental, así la gente del Este pasó a ser diez veces más rica que el día anterior, podían comer mejor, llevar una vida menos dura, diez veces más pensión para el anciano... La pobreza, como siempre, limita la esperanza, también de vida.

.... El decir que nuestro organismo no está programado para morir, puede ser una interpretación sobre los procesos biológicos que se podría discutir incluso filosóficamente, pero también es un impulso teórico que usan un grupo de científicos, llamados inmortalistas, para idear estrategias de financiación y posible mercado de sus investigaciones enfocadas en el alargamiento de la vida.

Uno de estos científicos es Aubrey De Grey, investigador en el departamento de genética en la Universidad de Cambridge. Experto en biogerontología, De Grey, lucha contra la muerte con un sentimiento de pérdida que asusta. Es verdad que, comparado con otras especies, el ser humano dedica muchos recursos biológicos al mantenimiento de la vida, pero él habla diciendo que ahora es nuestro turno de tomar el control sobre nuestros genes para mejorar el mantenimiento y, directamente, no envejecer.

En sus investigaciones él distingue dos etapas. La primera etapa sería la actual, donde desde hace unos años se experimenta con una terapia en ratones. Los ratones viven de media unos tres años, pero estos científicos afirman ya poder coger un ratón, incluso con dos años de vida, y aplicar un tratamiento que le haga vivir hasta los cinco. La segunda etapa sería la posibilidad de que en los próximos 25 años, ya se pueda aplicar un tratamiento en humanos el cual, por ejemplo, puedan aplicar a un hombre de mediana edad y alargar su vida 30 años más de lo que hubiera vivido sin él, asegurándole mínimo el ser centenario.

Aubrey De Gray y los demás inmortalistas se venden bien, usando puro marketing en sus conferencias para recaudar fondos, en su búsqueda de donaciones, y alardean de su eslogan: Si consigues vivir mucho tiempo, vivirás para siempre.

Lo hacen de esta manera porque la expectativa es tener un tratamiento y una corriente social que tenga apoyo moral e interés público, porque así tendrá mercado. Exponen que una persona que se pague un tratamiento para vivir 30 años más, podrá ver cómo en esos 30 años inventan algún otro avance para vivir aún más y así nunca morir.

¿Quién no querría un tratamiento así? Toda nuestra actualidad está ligada a la esperanza de vida. Los movimientos sociales basados en la alimentación y el bienestar, o toda la industria del deporte para la vida sana, lo que tiene detrás es un cambio en patrones sólo para vivir más. Es la idea de salud ligada al ideal, no significa que, por ejemplo, un vegetariano vaya a vivir más que un omnívoro por simple definición de conceptos, pero es la conclusión interna y no quería que se entendiera algo parecido desde mi parte.

Se hace porque se puede hacer. Es un planteamiento que se une irremediablemente al capitalismo de libre mercado: se hace porque se puede hacer, tanto lo podría decir un científico inmortalista como un economista de la escuela de Chicago, los cuales pusieron las bases de las dictaduras económicas actuales.

La ciencia pensada así sólo tiene la barrera absurda que impone la religión ante ciertos eventos, no tiene una barrera intelectual desde la que se pueda decir: "de acuerdo, tú lo quieres hacer porque se puede hacer y te han dado dinero para hacerlo, pero, ¿se debe hacer? ¿Es beneficioso para el ser humano como especie a largo plazo o es sólo el principio del fin, cuando en realidad se está vendiendo como el principio de la inmortalidad?"

No tendría sentido, no sería un tratamiento para toda la humanidad: ¿cuánto tiempo aguantaría el planeta si nadie muriera? Jamás podría ser, porque un tratamiento de alargamiento de vida no podría aplicarse masivamente, un tratamiento así estará controlado por alguna corporación en forma de benévola farmacéutica que venderá el tratamiento genético a un precio elevadísimo por simple lógica comercial. Si cualquier persona quisiera vivir más, ¿por qué no venderlo a precios desorbitados haciendo que sólo sea accesible para las personas ricas, obteniendo más beneficios potenciales?

Es el plan y es un plan con etapas, plazos y métodos que ya están aplicando con éxito en ratones. Quizás en el próximo siglo, las riquezas estén en aún menos manos, controladas por unos hombres que no mueren, controlando a su vez a una humanidad pobre y joven cuyo único deseo no es vivir bien y feliz, sino ser suficientemente rico para vencer por fin el miedo ancestral a la muerte. La muerte se verá como una derrota personal, será algo de fracasados. Quizás en el próximo siglo, algunos estudiosos o curiosos de la historia pensarán y reflexionarán sobre el grado de culpa que tuvieron esos científicos inmortalistas en ese próximo mundo económica y longevamente aún más desigual. Los ricos serán más ricos y lo serán más años y los pobres, al menos, serán pobres menos años.. retorcido, pero lucrativo.

Ya.. lo sé, pura ciencia ficción, pero ¿no es la ciencia ficción de hace 150 años la realidad actual? Aún así, yo no quiero vivir para siempre, ni siquiera estoy seguro que querer llegar a los 100 años. Para mí, la búsqueda de la eternidad, de esa eterna juventud, está totalmente en contraposición con la búsqueda de la felicidad, y claro, la felicidad es un coste demasiado caro, más que el económico... y no dejo de tener la sensación de que dentro de un tiempo, no sé cuánto, existirá este grupo de personas reflexivas de las que hablo en el párrafo anterior, gobernadas por políticos y empresarios de 200 años de edad, hablando sobre la inminente extinción del planeta y del ser humano, y alguno lo justificará diciendo que no es lo que pretendían, que el mundo se ha ido a la mierda, pero siempre tuvieron las mejores intenciones...

Pero , ¿qué científico actual se habrá podido costear el vivir tantos años como para verlo? ¿Quién dirá entonces "qué hemos hecho"?