Me encantaría dedicar este artículo a las tendencias de la nueva temporada o las crónicas de las diferentes pasarelas de moda que están teniendo lugar estos días alrededor del mundo, pero es difícil empezar septiembre sin hablar del panorama político o, más bien, sin continuar hablando de ello. El nuevo curso se plantea bastante entretenido tras el segundo intento de investidura para formar gobierno con una opción que se ajuste a todos los gustos. Un proceso de casi un año de duración y que, pese a la larga espera, no está nada claro cuál será el desenlace.

El día 2 de septiembre volvimos a ver cómo nuestros representantes daban por nula la opción de contar de nuevo con un gobierno de los populares. Tras el debate de investidura, las réplicas y la primera votación, en la segunda vuelta del proceso Mariano Rajoy veía truncada su oportunidad de volver a gobernar. Al no ser capaz de recopilar los apoyos necesarios para la mayoría simple que se le pedía en el segundo intento, volvemos una vez más a ver nuestro futuro en la cuerda floja. Tras un debate de investidura con unas intervenciones bastante mediáticas y propagandísticas, como si estuviésemos en plena campaña electoral, los representantes no estuvieron a la altura de la situación, demostrando que lo único que les importa es el “y tú más” al que nos tienen acostumbrados desde hace años y no mostraron la más mínima preocupación sobre la situación en la que nos sumergieron el 20 de diciembre del año anterior.

El Partido Popular no ha querido dar su brazo a torcer y no ha conseguido apoyo de la mayoría de los partidos de la oposición porque, según varios representantes, la falta de diálogo y de interés por cambiar las cosas son los motivos por los que no podemos permitir otro gobierno de los populares. Acostumbrados a gobernar en mayoría, no se han visto nunca obligados a dialogar con los otros grupos parlamentarios, por lo que siempre se han salido con la suya y han hecho y deshecho a su antojo. Pero esta vez es diferente, aunque se escudan en proclamar su victoria en las urnas y en pedir apoyo simplemente porque han sido la lista más votada, este argumento es muy poco consistente. Es cierto que, como partido, han sido los que más votos han conseguido, pero eso no significa que sean ganadores ya que son muchos más los apoyos del resto de grupos juntos. Ocho millones de votos han ido a la lista de los populares, pero ¿qué pasa con los otros 16 millones?

Como segunda opción tenemos a Pedro Sánchez al frente de los socialistas. Pese a todas las presiones de antiguos dirigentes del PSOE y sus propios compañeros de partido, se ha mantenido firme en el no a Mariano Rajoy. El problema surge ahora, después de la investidura fallida. Sánchez ha comenzado una ronda de diálogo con todos los grupos, incluyendo al Partido Popular, pero se reafirma en que sólo ha tomado la iniciativa para ver qué solución es la más factible, proponer a un candidato y evitar ir a terceras elecciones. Insiste en que él no se va a proponer como candidato sin estar seguro de que recibirá el apoyo necesario para obtener éxito. Hasta aquí todo parece coherente. Pero no quiere acuerdo con Unidos Podemos porque no quiere favorecer a los independentistas; no quiere acuerdo con el Partido Popular porque ambas políticas son contrarias; no quiere acuerdo con Ciudadanos porque han pactado con el Partido Popular por lo que, con esta visión, va a ser complicado conseguir los apoyos que necesita, teniendo en cuenta que los 180 parlamentarios que votaron en contra de Rajoy casi le suplicaron a Sánchez que tomara las riendas y contara con ellos para conseguir el gobierno progresista que necesita el país.

Unidos Podemos carga con la culpa de no haber permitido gobernar a Sánchez tras las primeras elecciones, por falta de entendimiento. Ahora intentan convencer a todo el mundo de que pueden contar con ellos porque son los únicos que pueden acabar con esta situación, pero los socialistas se muestran escépticos. No cesan en su intento de formar un gobierno de izquierdas y progresista, permitiendo dialogar a los nacionalistas, favoreciendo a las minorías sociales y consiguiendo mejores condiciones laborales. Con su discurso, cercano al comunismo, una gran parte de la población no confía en ellos y no les ven capaces de sacar el país adelante por su falta de experiencia, pero a la vez se les mira con bastante recelo ya que es un grupo muy reciente que ha conseguido posicionarse como tercera fuerza política y una amplia presencia parlamentaria.

Ciudadanos ha tomado la posición de apoyar al candidato, independientemente de cuál sea su color, para ayudar a solucionar el problema político español. Esto les hace ser muy queridos o muy odiados, pero nunca exitosos. La primera vez pactaron con el PSOE y éstos no recibieron más apoyos porque Pedro Sánchez había pactado con un partido de derechas, algo que, entre la gente de izquierdas, no tenía ni pies ni cabeza. La segunda vez pactó con los populares y, tras varios ataques por parte de algunos miembros del PP en su última intervención en el debate de investidura, lo único que consiguieron fue darse cuenta de que una de sus condiciones para firmar dicho pacto no había sido respetada.

Con este panorama, seguimos a la espera de una solución. Quizá tengamos que volver a ir a votar el día de navidad, algo que no agrada a casi nadie. Seguiremos esperando a que se pongan de acuerdo entre ellos, que no se censuren unos a otros antes de empezar a dialogar y que hablen, mucho, que como dice nuestro refranero popular, hablando se entiende la gente.