Gregorio Peces-Barba defiende en su libro La Constitución Española de 1978 el sentido de la palabra consenso.

“El consenso supone, como heredero de las doctrinas del contrato social, una teoría que justifica el fundamento último de las normas favorables de la convivencia, del poder y del Derecho en la voluntad de los ciudadanos y de los grupos que los representan”.

¿Soy muy ilusa al pensar que en la guerra de sillones en la que está sumido nuestro país retomar el espíritu del la Transición es pedir demasiado? Si, soy muy ilusa e indiscreta por pensar en alto algo tan inimaginable.

Aquel espíritu nos sacó de la España de Franco y nos metió de lleno en una monarquía parlamentaria. Entonces todo parecía política en todo el sentido de la palabra, entonces las siglas de cualquier color tuvieron su espacio, entonces hablar de democracia era dejar atrás una España atrasada tachada de militar, entonces se soñaba con avanzar y crecer. Entonces había sentido de Estado y el enemigo estaba identificado, había que despojarse de la dictadura.

Ahora que ya creemos ser un país doctorado, la política se hace sin ningún sentido de la palabra, las siglas han llegado a su fin para dar espacio a intereses particulares de lideres engolados, hablar de democracia es una presunción dolorosa porque el voto del ciudadano es manipulado para conseguir coaliciones partidistas que ignoran el sentir del pueblo, ahora lo prometido en los programas de los partidos políticos interesa tanto como leer la etiqueta del champú, ahora el enemigo no se identifica como antaño porque la arena política se ha convertido en un circo romano lleno de mercenarios. Ahora no hay joyas, todo es bisutería.

Y fíjate que los mayores cuentan que la dictadura fue “mala”, que los nacionales y los comunistas eran bandos enfrentados a muerte, que hubo exilios, que no existía la libertad, que se pasó mucha hambre… Discúlpenme si no veo demasiada diferencia en la actualidad.

Restando del drama nuestra guerra civil y la posguerra franquista, nuestro país está igual de fraccionado entre la derecha y la izquierda; ahora a cambio si hay libertad, tanta que España agoniza con el deseo de separación catalana, tanta que los que gobiernan se sienten libres de hacer suyos los fondos públicos; ahora los más jóvenes se “exilian” porque no hay trabajo; y si, ahora también muchos pasan hambre.

Muchas horas de vuelo tiene el bipartidismo PSOE-PP en nuestro país y le hemos prestado nuestro consentimiento más de 30 años, pero pese a quien pese la entrada de Podemos en escena ha hecho que ese bipartidismo se descompense de forma antinatural. No porque nuestro sistema de partidos no tenga espacio democrático para una identidad política más, ni porque nos guste o nos disguste Pablo Iglesias, sino porque Podemos ha conseguido el voto de la gente más decepcionada del PSOE y de IU. Y esto hace que la izquierda se convierta en algo muy peligroso, porque cuentan con la confianza de los seguidores más radicalizados, a la sazón los populistas.

Tras las elecciones del 20D se ha hecho una llamada el espíritu del consenso del 78 y por eso el PSOE hace propaganda de castigo para exterminar al PP obviando cualquier tipo de acuerdo y habla hasta el agotamiento de un gobierno de fuerzas progresistas. El actor secundario, que no se ha visto en otra igual en su vida, se convierte en protagonista principal junto a Podemos y algún partido más que se suba al carro por intereses nacionalistas. Así Sánchez, que nos ha demostrado que sabe sumar, puede asegurar su investidura por mayoría simple en una segunda votación. Y así la indignación del primer momento del PSOE con Podemos por pedir la vicepresidencia y una serie de ministerios ha dejado de ser hiriente para llegar a ser conveniente.

Pablo Iglesias ha demostrado desde las elecciones que el legislador es él. Habló con IU y los catalanes antes que Sánchez y tenía los deberes hechos cuando Rajoy se retiró de escena. Lento, muy lento ha estado el PSOE pero aún así no importa porque Sánchez aguantará todas las plagas del mundo con tal de ser el presidente, y no le importa las concesiones que le exija Podemos.

Y en este largo tira y afloja donde Sánchez se reúne con todos y hace su ecuación con Podemos, Ciudadanos, IU, Compromís… el consenso sigue invalido, sigue sin aparecer el PP. Imagino que ignorar al partido que ha ganado por mayoría las elecciones no es importante. ¿Hay que ser optimistas? ¿Alguien me puede explicar lo del consenso?