Los últimos años no han sido fáciles para el periodismo de todas partes del mundo. A la censura a la que son sometidos varios medios por diferentes regímenes y gobiernos se le suma el asesinato de periodistas. Las decapitaciones del norteamericano Steven Sotloff o del japonés Kenji Goto, así como el atentado contra la revista francesa Charlie Hebdo conmocionaron al mundo. Canales de televisión, medios virtuales, periódicos y emisoras rechazaron los sucesos. Luego del ataque al semanario de Francia, los periodistas del Canal Caracol, de Colombia se tomaron una foto con un cartel que decía “Je Suis Charlie”. Un noble gesto que no han replicado, ni ellos ni otros medios, con los periodistas colombianos que han muerto por acciones violentas –más de 140 desde 1977-.

Hacer periodismo en Colombia, de ese que de verdad incomoda a algún poder, puede convertirse en una labor peligrosa. En 2014, el periodista Javier Osuna trabajaba en una investigación sobre la violencia de los grupos paramilitares –ya desmovilizados– en el nororiente colombiano; al poco tiempo de su regreso, los computadores de su casa fueron quemados con la información recopilada. El año pasado logró terminar su libro pese a las amenazas recibidas. El eco en medios no fue mucho.

Más ruido hizo la muerte de Luis Carlos Cervantes, el periodista “más amenazado de Colombia” según el portal Las2Orillas y quien, tres semanas después de retirarle la escolta que el gobierno colombiano le había asignado, apareció muerto por múltiples disparos. El caso Luis Carlos es el mejor ejemplo de quienes mueren haciendo periodismo: trabajan en los pueblos donde jefes del narcotráfico, de la guerrilla o de bandas delincuenciales son quienes mandan. Luis Carlos fue fiel al oficio periodístico, trasmitiendo noticias para emisoras pequeñas en los pueblos.

Según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), el año anterior dos nombres más engrosaron la lista de periodistas asesinados: Luis Cuellar y Flor Nuñez, ambos de emisoras de pueblo. En ambos casos, como en el de Luis Carlos o en el de Javier, no hay detenidos, culpables o acusados.

Este tema ha perdido protagonismo en el exterior por la situación actual de México, donde el narcotráfico ha asesinado a varios periodistas en los últimos años. Una situación similar vivió Colombia en la década del 80, cuando la guerra contra los cárteles de la droga cobró miles de víctimas. Por ese entonces, Pablo Escobar ordenó el asesinato de Guillermo Cano, director del periódico de circulación nacional El Espectador en 1986. Muchas veces salieron noticias y reportajes que mostraban los nexos de Escobar con dineros de la droga. La insistencia de los temas llevó a que Escobar pusiera un carro bomba frente a las instalaciones de medio en 1989.

Si bien la situación es menos tensa que por esos días, el periodismo siguió siendo objeto de atropellos. Durante el mandato del presidente Álvaro Uribe, se descubrió que el organismo de inteligencia del estado (DAS) realizó interceptaciones telefónicas ilegales a varios periodistas y miembros de la oposición. Entre ellos estuvo Daniel Coronell, actual director de noticias de la cadena Univisión. Coronell tuvo varias amenazas de muerte, lo que lo llevó a exiliarse por un tiempo en el extranjero.

Tal vez el caso que más impactó al país fue la muerte del comediante y periodista Jaime Garzón. Aunque hacía reportajes, sus programas de humor ilustraban la realidad colombiana mejor que muchos noticieros, algo similar a lo que pasa con el comediante británico John Oliver, quien realiza amplias investigaciones para hacer los monólogos de su programa. Jaime Garzón murió en 1999 cuando le dispararon mientras se dirigía a la emisora en la que trabajaba, Radionet. Se sabe que en su muerte hubo participación de las fuerzas militares de Colombia.

Pese a lo escrito aquí, no faltan quienes tratan de ejercer con dignidad y valentía el oficio periodístico. Aún hay quienes buscan hacer un país y un mundo más justo usando como ‘arma’ una pluma y una cámara. Claro, hay quienes con el mismo arsenal trabajan con un objetivo opuesto, pero eso es tema para otro momento.