Ingmar Bergman puso a Escandinavia en general, y a Suecia en particular, en el mapa cinematográfico internacional. En los últimos años, no ha aparecido un nombre procedente del norte de Europa tan célebre y aplaudido en el mundo entero, con la posible excepción del danés Lars von Trier, pero sí llegan a las salas trabajos de gran nivel con la firma de directores menos conocidos entre el público, pero igual de eficaces e interesantes.

Thomas Vinterberg, Susanne Bier, Joachim Trier, Roy Andersson o Pernille Fischer Christensen son solo algunos ejemplos. Estos cineastas escarban en las sociedades aparentemente perfectas de Escandinavia y muestran al espectador sin concesiones las contradicciones y rincones oscuros de suecos, daneses y noruegos, pero también del ser humano en general, sea cual sea su lugar de origen.

En esa lista no debería faltar Ruben Östlund, sueco como Bergman, que hace unas semanas ha estrenado en España Fuerza mayor, su último y aplaudido trabajo, Premio del Jurado en la sección Un Certain Regard del festival de Cannes 2014. Una familia, padre, madre, hija e hijo, pasa las vacaciones en una estación de esquí de los Alpes. La calma en las blancas montañas se ve interrumpida por una avalancha que parece dispuesta a llevarse por delante el restaurante en el que los cuatro turistas van a almorzar. Aterrorizado, papá no duda en salir corriendo sin preocuparse por sus hijos y esposa. Pero, ¿quién lo iba a decir? La avalancha se detiene antes de acabar con los temerosos visitantes. Sin embargo, los vínculos familiares del cuarteto burgués protagonista han quedado rotos ¿para siempre?

Östlund actúa como un cirujano experto que con gran precisión acerca el bisturí a las imperfecciones camufladas que no deseamos mostrar en público y quizá tampoco a nuestros parientes más cercanos, pues estas acabarían con la imagen que proyectamos en nuestro entorno, que la sociedad nos ha enseñado a mantener como un muro infranqueable. Pero las situaciones extremas pueden derribarlo en unos pocos segundos. El cineasta sueco escenifica esa situación, así como sus consecuencias, y plantea preguntas al espectador. Muchas preguntas de las que resulta difícil escapar. ¿Realmente hay coherencia entre las convenciones sociales que asumimos y nuestras acciones? ¿Debe o puede mantenerse dicha coherencia en cualquier supuesto? ¿Es el padre la figura protectora y garante de la seguridad en la familia? ¿Cuánto miedo da afrontar las contradicciones de nuestros actos? La audiencia, implicada, aventura cuál sería su respuesta en la vida real…o imaginaria.

Por supuesto, este discurso está brillantemente filmado por el director de fotografía Fredrik Wenzel y magistralmente interpretado por actores desconocidos en estos lares como Johannes Kuhnke y Lisa Loven Kongsli. Tampoco faltan importantes dosis del humor más negro y ácido posible. Todos estos elementos se unen para evidenciar la podredumbre tras la superficie impoluta de las familias modernas y acomodadas.