Si fuera una historia podría ser contada así: una casa amplia, con grandes puertas y ventanas, en la que interior y exterior existen como prolongación uno de otro, fue ocupada por una señora con un vestido negro. En su deambular por los varios compartimientos de la casa la mujer fue inscribiendo sombras y luces, recortes y figuras, un cuerpo en blanco y negro tiznado de vez en cuando de azul o rojo. 1

Prats Nogueras Blanchard se complace en anunciar Sostener la línea con mis dedos, nuestra exposición inaugural de la obra de Helena Almeida (Lisboa, 1934 – Sintra, 2018) en la galería. Almeida fue una de las artistas más relevantes del arte portugués contemporáneo y una figura decisiva en su renovación desde los años setenta. A lo largo de su trayectoria, transitó entre pintura, fotografía, dibujo y performance, explorando constantemente sus límites. En su obra, el cuerpo —el suyo propio— se convierte en herramienta, materia y lenguaje: un espacio donde se funden gesto, imagen y presencia.

Tras sus primeras investigaciones acerca de la ruptura de los soportes en sus telas de finales de los sesenta, Almeida profundiza en la experimentación con el medio material, realizando dibujos con hilo de crin sobre papel. Tres piezas pertenecientes a ese cuerpo de trabajo introducen la exposición: aquí la línea no es un trazo que describe, sino una acción que define un lugar. Es una extensión del cuerpo, un modo de habitar el espacio. Así, la línea se convierte en vínculo entre interior y exterior, entre el plano pictórico y la realidad. A través de este gesto mínimo y preciso, Almeida activa el espacio: el dibujo se abre, la superficie se transforma en escenario, y la imagen deja de ser representación para convertirse en presencia.

De este modo, a partir de obras tempranas como Desenho habitado (1975), la artista dota de protagonismo a su cuerpo, que progresivamente irá transformando y refigurando desde la mera presencia como elemento narrativo hasta una mayor pureza formal: “fueron los dibujos con crin los que me llevaron a necesitar ser fotografiada. Quería sostener la línea con mis dedos, para demostrar que la línea se había solidificado en el papel, que se había liberado del papel, que podía ser sentida por los dedos de alguien, y entrar a través de nosotros”. El juego con el espacio real y el espacio diegético, así como el cuestionamiento de la concepción dimensional del espectador se convertirán en una constante en su trabajo.

Es este diálogo entre cuerpo y espacio –siempre el de su propio estudio–, entre gesto y límite siempre captados por su marido Artur Rosa–, el que le sirve a Helena Almeida para construir una poética de la afirmación y la desaparición. Sus obras trazan un movimiento constante: entrar y salir del cuadro, ocupar y liberar el espacio. En ese vaivén, la artista redefine el acto de mirar: el carácter secuencial en sus series de fotografías desvela un mecanismo casi cinematográfico. Casi, pues “no hay un antes ni un después; estos momentos son sólo imaginados por el espectador. Almeida formula y hace visibles varias partes de un gesto sin que éste llegue a ocurrir en realidad”2. En la exposición, la secuencia aparece en la serie de dibujos rodapé (1999): una suerte de escritura, de cartografía que define el movimiento del cuerpo y su articulación en un espacio que, en la obra de Almeida, deja de ser un mero contenedor del cuerpo para convertirse en su prolongación.

Notas

1 Isabel Carlos, ‘Emociones en estado fotográfico’, en Helena Almeida tela rosa para vestir, Fundación Telefónica, 2008.
2 Filipa Oliveira, ‘The inside of the outside of the inside’, en Helena Almeida: inside me, Kettle’s Yard, 2009.