Los dibujos que forman parte de esta libreta son una especie de diario de color de algunos lugares que visité durante este año. Había soñado con captar las paletas de color de los lugares que habito o que visito en viajes, pero se necesitó de un periodo de quietud y recogimiento especial, que solo encontré este año durante un viaje de búsqueda personal muy profundo.
Durante el viaje, me fui dando cuenta que mi forma de estar en cada lugar, afectaba mi percepción sobre cada uno de ellos. Empecé a apreciar detenidamente la diversidad de tonos que coexisten en una ciudad, en una montaña, en una cripta, en un bosque. Disfruté de observar profundamente cómo ellos se transformaban en cada instante, ante mi presencia.
Al llegar a Roma, me encontré con los ocres cálidos que coincidían con mis recuerdos, y de inmediato surgió el impulso por grabar esas secuencias de color de la ciudad antigua y moderna. Además de visitar algunos sitios mágicos de la ciudad, unos amigos nos llevaron hasta la localidad de Anagni para conocer una pequeña catedral en cuya Cripta dedicada a San Magno se conservan unos fantásticos frescos medievales. Allí me sorprendió un diagrama maravilloso, unicum al mondo, hito de la conjunción entre la ciencia y el arte. Este encuentro me motivó a hacer nuevos dibujos en la libreta.
Más adelante, caminando por las praderas francesas, respirando el aire puro de bosques, colinas, estanques, encontré la fuerza del silencio. Y con ella, regresé a las calles de Madrid, a sus museos, donde acostumbro visitar algunos “viejos amigos” y donde me dejo sorprender por nuevos encuentros. En cada uno de estos lugares y situaciones, comparto lo que me inspira y me sorprende.
De regreso a Colombia, me encuentro en el campo, donde me mueven los sonidos del viento, del agua, del fuego, de la tierra. El silencio de las montañas imponentes de Iguaque, me revela una sinfonía de voces de las ramas en movimiento, de las nubes expandiéndose en el aire como fuegos artificiales. Me sorprenden las consonancias entre el ritmo de esos movimientos y el de mi propia respiración. El aire entra y sale de mi cuerpo lentamente y descubro la claridad, la calma. Mi conciencia sobre el mundo se despierta en el instante en el que logro detenerme, aquietar mi pensamiento y habitar el presente. En ese momento en que el pincel deja su huella de color sobre el papel de algodón, exquisitamente elaborado, se detiene el mundo por un instante y se abre una puerta.
(Lina Espinosa, Se abre una puerta, 2025)
















