Corría el año 2023, y me encontraba viviendo en Sydney, Australia. Ese año, mis padres viajarían a Turquía y me habían invitado a ir con ellos. El viaje estaba planeado para finales de septiembre y principios de octubre. Por mi parte, tenía que viajar desde Australia a Turquía, lo que significaba una ruta larga, agotadora sin mencionar el cambio de horario.

Por experiencia, cuando se viaja de este a oeste, el jet-lag se siente, y lleva por lo menos de cinco a siete días acostumbrarse al cambio de horario. Esto se debe a que desde Australia en dirección al continente europeo, se atraviesan muchas zonas horarias.

El plan, entonces, era hacerlo vía Omán y quedarme unos tres días en la capital, Muscat. De esa manera, mi horario se adaptaría y no llegaría con tanta descompensación horaria a Estambul para iniciar nuestro viaje.

En Muscat, me quedé en la casa de una familia amiga omaní, que tiene una particular historia.

Iniciando una amistad

Yo soy de las que cree que los viajes deben dejarnos, más allá de una enseñanza, algo valioso que se queda con nosotros por mucho tiempo, más alla de que luego toque regresar a nuestro hogar. La mayoría de las veces, eso surge en situaciones espontáneas e inesperadas. Además, un buen viaje tiene que tener anécdotas divertidas, porque es así como se recuerdan las mejores historias de esos lugares. Bueno, esta historia de cómo una familia omaní me acogió en su casa comienza, curiosamente, por situación desafortunada.

En el año 2017 mi papá y mi hermano viajaron a China. De regreso a Argentina, eligieron quedarse unos días en Omán. Era una manera de recuperarse de un viaje tan largo y agotador antes de llegar a destino.

Resulta que mi padre había lavado su ropa interior, y las había dejado enjabonada en el bidet de la habitación del hotel. Cuando vinieron a cambiar las toallas y a ordenar la habitación, el personal de limpieza, sin querer se llevó su ropa, que en total eran cinco calzoncillos. Cuando llega a la habitación, se encontró con que su ropa ya no estaba, por lo que se dirigió a recepción para hacer el reclamo. El hotel inmediatamente contactó al jefe de esa área, pero, lamentablemente no lograron encontrar sus prendas, ya que lo habían llevado a la lavandería y no quedaba en el hotel. Conclusión, se dieron por perdidas.

Pero esto no queda acá. El hotel se disculpó y se ofreció reponerlas, yendo al shopping mall con alguien del hotel. Mi padre aceptó, y salieron hacia el centro comercial en busca de calzonsillos nuevos, pero, ¿quién iba con ellos? Salim, el jefe del personal de limpieza.

Ese día, mi padre y mi hermano hablaron mucho con Salim, quien resultó ser una persona muy amable, sencilla y trabajadora. Es entonces cuando Salim les propone, para el día siguiente, llevarlos en auto a recorrer la ciudad; algo así como un guía turístico, pero ¡gratis!

Los llevó a restaurantes típicos a probar la comida local, ver los sitios de interés más importantes y conocer las afueras de Muscat.

Quedaron encantados. Tanto fue así, que Salim invitó a mi papá a volver y a hospedarse en su casa, porque eran bienvenidos a Omán.

Con esta simple historia, que fue cuestión de horas, nacía una nueva amistad.

Es así que, el día que elijo ir a Omán, mi padre se comunica con Salim, quien, sin dudarlo acepta encantado poder recibirme en su casa. Así es que saqué los pasajes a Muscat, donde me quedaría por tres días. La idea era conocer este nuevo país, donde, además, tenía la suerte de estar ubicada, y poder acomodar mi jet-lag para no llegar tan cansada a Estambul e iniciar otra aventura.

Muscat

Aterricé en Muscat un día miércoles a medianoche. El horario me pesaba un poco porque el cuñado de Salim me iría a buscar al aeropuerto, y yo sabía que era muy tarde. Lo primero que hice fue intentar conectarme a la red wifi del aeropuerto, pero por alguna razón no podía, y tenía que comunicarme con la persona que me iba a buscar. Al salir de migraciones, había un centro de información; me acerqué y pedí ayuda. Les expliqué la situación, y un omaní, sin dudarlo compartió internet desde su celular conmigo. En ese instante, apareció Ahmed. Fue cuestión de segundos: todo se dio a la perfección. Estaba muy contenta, porque inicié mi viaje con una cálida bienvenida. ¡Nunca me habían ayudado tanto en un aeropuerto, los omaníes estaban todos contentos! No en todos los lugares que visitamos tenemos este recibimiento genuino y amable.

El recorrido en auto hasta la casa fue muy ameno. Conversé con Ahmed, una persona tranquila y reservada, pero muy amable.

La ciudad se veía completamente iluminada, gente caminando por las calles, locales comerciales abiertos, había mucha vida, como si la ciudad no durmiera. Llegué a la casa de Salim alrededor de las 12:30 a.m. A esa hora hacía mucho calor, se sentía el ambiente seco y sin una brisa de aire.

Me recibió su esposa, y Salim por supuesto. Luego llegaron la hija mayor y su hijo más chico. ¡Estaban todos levantados! Yo creí que era por mí, de hecho, pedí disculpas por el horario que llegaba. Me explicaron que en Muscat la gente duerme tarde y poco, ya que la mayor actividad se realiza cuando cae el sol, porque durante el día hace mucho calor. Por eso, por la noche, las calles están llenas y los locales, abiertos.

La casa, preciosa: amplia, moderna, muy limpia y fresca. Se notaba que estaba muy bien preparada para los calores extremos que hace en esos países.

Me acompañaron a mi habitación, que estaba en el primer piso. Era amplia y tenía mi propio baño. Pero lo mejor: una mesita con cosas dulces, frutas, agua, snacks, todo perfectamente arreglado. La hospitalidad en este país ya no dejaba de sorprenderme.

El día a día con la familia

El primer día no hice mucho, descansé, de hecho, no había dormido casi nada, estaba muy desfasada con los horarios. Me dediqué a estar tranquila, además de que en Muscat necesitas auto, si o si, para moverte, y yo estaba bastante alejada del centro. También es cierto que, durante el día, la gente no sale a pasear por la ciudad. Todo gira en torno a lugares con aire acondicionado porque, hace muchísimo calor y el sol es muy fuerte.

Por la noche pude interactuar más con la familia. Fue un momento muy valioso para mí, por su interés en conocerme y en que me sienta cómoda. Compartimos la cena; algo particular es que ellos comen sentados en el piso: colocan un mantel y se sientan o se recuestan sobre almohadones. Esta práctica es muy común y está asociada a la hospitalidad y la cercanía entre las personas. La comida se coloca en el centro y todo es a compartir.

Otra cosa muy importante de su cultura: el famoso té con leche, bebida que siempre me la ofrecían en la casa o en otros sitios. Ese té se llama Karak, hay variantes sobre qué lleva, pero es un té negro con leche, bien dulce y denso. Suele llevar especias: cardamomo, jengibre, canela, azafrán y algún tipo de endulzante.

Es importante destacar que los omaníes son personas extremadamente hospitalarias, sencillas y están muy orgullosas de ser diferentes al resto de los países de la península arábiga. Eso se nota enseguida: en la ciudad no existen rascacielos, de hecho están prohibidos, y no se ve lujo por las calles. Las construcciones son todas blancas y de materiales recubiertos de yeso, ya que el color blanco refleja mejor el calor.

Ellos se destacan en esto, y no les gusta que los comparen con el resto de los países árabes, donde todo es lujo y ostentación. Los omaníes reciben a los visitantes con los brazos abiertos; realmente te dan la bienvenida y las gracias por visitar su país. Te piden que vuelvas, me dijeron en el aeropuerto cuando pasé por inmigración.

Recorriendo Muscat con un local

El segundo día ya me sentía mejor, y tenía muchas ganas de conocer, aunque sea un poco, de Muscat. Organicé con Ahmed para recorrer algunos sitios importantes, ya que Salim trabajaba.

Al primer lugar que visité fue a la fábrica del famoso perfume Amouage. Es un perfume árabe lujoso, y su origen es justamente de Omán. La fábrica fue muy interesante de visitar; me hicieron una visita guiada donde me contaron la historia, y además podés ver cómo lo fabrican: todo es muy artesanal.

Luego, fuimos a la Gran Mezquita. Aquí hay una oficina en la cual te cuentan un poco la historia del lugar y brindan información al turista. Por supuesto, me recibieron con su famoso té negro y gran variedad de dátiles. Me explicaron sobre su religión, sobre los omaníes y cuán importante es para ellos la hospitalidad, ser humildes y agradecer. Esto está relacionado con que Omán es un país con una profunda conexión con el ibadismo, una escuela del pensamiento islámico, siendo este país el único en el mundo con mayoría ibadí. El ibadismo1 surgió en los inicios del islam y se caracteriza por su enfoque en el diálogo y la tolerancia, rechazando el radicalismo y la violencia.

Por último, visité la Ópera, que es realmente muy linda, y se puede hacer un tour guiado en inglés. La recomiendo.

Un día muy especial

Llegó el día viernes, y para los musulmanes es feriado, por lo tanto, no trabajan. Este día fue especial para conocer la ciudad de noche, con la hija de Salim, que tiene 19 años, y una amiga de ella.
Antes del atardecer salimos en el auto, buscamos a su amiga y seguimos hasta el centro. Me llevaron a conocer el zoco Mutrah Souq, o “gran bazar”. Este zoco me recordó muchísimo al de Damasco, en Siria, así que fue un viaje en el tiempo.

Una vez que anocheció, caminamos por la costa. Me contaron un poco de ellas, de sus trabajos; nos sacamos fotos juntas, y al final, me invitaron a tomar una bebida, sin alcohol, por supuesto. La verdad es que la hora pico en Muscat es la noche. Aún así, hace muchísimo calor, pero verla iluminada es muy bonito.

De regreso, dejamos a la amiga en su casa, quien, antes de despedirse, me dijo que yo era bienvenida a Muscat, que debía volver y hospedarme en su hogar. Para ella, yo era su nueva amiga; esas fueron sus palabras. Yo realmente lo sentí. Trabajaba como policía, y su vida era bien dura y de mucho sacrificio. Siempre risueña y muy simpática.

Al llegar a la casa, me encontré con una gran sorpresa: estaban las hijas de Ahmed, sobrinas de Salim. Eran seis hermanas mujeres, y junto con Salim y su familia me estaban esperando para celebrar mi último día con ellos. Así que fue un festín. Nos sacamos fotos, compartimos; no todas hablaban inglés, pero en momentos así, la comunicación se da a través de los gestos, mucho lenguaje corporal y sonidos.

Sucedió todo tan rápido que me costó procesar el momento que estaba viviendo. Yo era su invitada, pero también su amiga, por estar compartiendo con ellos. Todo era risas, alegría y eso era motivo de celebración.

Pero eso no es todo, me dieron regalos ¡y eran bastantes! Yo recién iniciaba mi viaje, y ya tenía cositas para llevarme. Es verdad que no esperaba tanto afecto, pero confirmo que los omaníes son personas sencillas, hospitalarias, y muy trabajadoras.

El día que viajaba tenía el vuelo muy temprano, así que me desperté alrededor de las 4:30 a.m., y la familia estaba despierta esperándome en la puerta para desepedirse de mí. Percibí tristeza y alegría al mismo tiempo, yo también estaba triste de irme.

Estos son los viajes que verdaderamente enriquecen y los que permanecen en nuestros recuerdos.

Si bien no pude disfrutar mucho de Muscat como me habría gustado, tuve la oportunidad de conocer y conectar con su gente. Vivir y compartir sus costumbres y su cultura, una mirada desde adentro que, sin dudas, cambia la forma en que uno ve el mundo.

Cuando pasé por migraciones, el oficial me preguntó que venía a hacer a Muscat. Le conté, por supuesto, y él me respondió: “gracias por visitar, eres bienvenida de nuevo”, esbozando una sonrisa. Creo que eso no se escucha todos los días en un aeropuerto.

Aunque estuve apenas tres días, me sentí acogida como parte de una familia, me siento muy afortunada. Son esos pequeños gestos los que uno más valora y atesora.

Omán, no es un país muy popular dentro de la Península Arábiga, pero realmente merece ser visitado. Es seguro, auténtico, diferente; y eso lo hace especial. Su gente es amable, generosa, de gran corazón. Yo deseo regresar y seguir recorriendo sus tierras.

Notas

1 Ibadismo.
En Omán, es recomendable comprar una tarjeta local de SIM apenas llegues al aeropuerto. Esto se debe a que el gobierno tiene bastante controlado el uso de internet, y si querés usar sin problemas todas tus aplicaciones, es mejor contar con una línea omaní.
El islam obadí en Omán. La base de un estado. En Otra lectura.
Un viaje por Omán, la Arabia más fascinante.
Un viaje por Omán. El fascinante (y desconocido) país del incienso.
Sitio oficial de turismo de Omán.