Al dedicar un instante a la historia de los números, un fugaz pensamiento trae consigo una cuantía impredecible de nombres inscritos en la matemática, la física, la química, la astronomía, la ingeniería y la cibernética, pero también en la literatura, el arte o la música, e incluso en las tecnologías de guerra, o en el juego. De hecho, importantes hallazgos en el campo de la matemática y la física han ido de la mano de sofisticadas técnicas de creación y destrucción del mundo en el que vivimos, y, por tanto, en la forma en la que narramos nuestras historias. Con frecuencia hallamos en la literatura de Jorge Luis Borges tales cuestiones.
En un breve relato de 1941, El examen de la obra de Herbert Quain, el narrador reivindicaba en cierta novela de Quain, un escritor ficticio, “los rasgos esenciales de todo juego: simetría, las leyes arbitrarias, el tedio”. Una obra, como seguirá diciendo, “regresiva y ramificada”, pues cada capítulo vuelve a lo acaecido en la víspera de la escena narrada y se ramifica en diferentes versiones del momento previo. Así, pareciera acontecer diferentes antesalas a la escena primera. Un pensamiento que nos recordaría a la teoría de posibles, los multiversos y el juego del universo ad aeternum. Pues, el juego oscila entre las estratagemas, el cálculo de probabilidad y la magia, por qué no. Esta idea adscrita al universo borgiano de juegos, incógnitas, un pensamiento metafísico y problemas matemáticos también inspiran a los tres artistas cuyos trabajos se recogen en esta muestra.
Esther Ferrer, Tom Johnson e Isidoro Valcárcel Medina narran de forma poética los secretos del universo condensados en estructuras lógicas de preceptos matemáticos. Un mundo sin ambages, solo concepto. Una interrogación sobre las leyes en las que se da el cosmos y el orden de nuestro planeta mediante el estudio y empleo de números, formas geométricas, sistemas de operaciones matemáticas presentes en la medición de los objetos, el espacio y el tiempo. En la obra de Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) observamos una repetición que genera diferencia. La iteración de los números primos, en una serie que recorre la trayectoria de Ferrer en diferentes épocas como una de sus constantes, nos advierte de una verdad que transciende al universo con insistencia. A saber, la existencia de una estructura que se desplaza hacia lo infinito. Pero esta se muestra de forma irregular, pues los números primos, en su progresión, no se ven determinados bajo una lógica de cierre, sino de apertura imprevista.
En 1996, Ferrer escribió Le poème des nombres premiers. En este breve texto describe la serie de números primos como un ritmo interno de frecuencias desajustadas; allí la disimetría en lo armónico y el caos en lo simétrico permutan en posibles infinitos. Idea que se traslada en piezas que nunca se agotan. Por ello, podemos encontrar en esta muestra piezas de años anteriores estimulando esta repetición y diferencia sumándose a obras de 2025 pertenecientes a la serie bajo el mismo nombre: Le poème des nombres premiers. En esta serie la artista aporta un campo de haces de luz sobre los números primos que muestran las diferencias en la realidad, los planos de iteración, de vínculos o desajustes entre números, las posiciones que revelan las lagunas o vacíos en la serie. Todo ello construye formas fractales partiendo de la espiral que el matemático ucraniano Stanislaw Marcim Ulam, cercano al proyecto Manhattan del grupo dirigido por Oppenheimer, propusiese bajo la forma hexagonal.
En el océano de números la artista concibe el universo como un signo de infinidad. Así el infinito es una secuencia que incesante e impensada se convierte en un código plástico, maleable y virtual, como si de un juego se tratase. La repetición en el juego se ofrece en las composiciones musicales como intervalos reglados. El trabajo de Tom Johnson (Colorado, EUA, 1939- París, 2024), músico y compositor experimental minimalista, se extiende al orden de lo conceptual a través de sus dibujos –fechados entre 2007 y 2024 en esta exposición–. Estos hacen referencia a las composiciones musicales donde la notación se vincula a la enunciación matemática. Estas partituras, así deben ser leídos los números y figuras dibujadas, promueven entendimientos diversos entre lo musical, lo científico y lo visual de una música imaginaria. Gilbert Delor definió su obra como música lógica, pues la pieza compositiva y, también, la obra visual, se muestran como la multiplicidad de posibles soluciones a un problema planteado por Johnson.
En ciertos casos la escritura notal se inspira en el diseño de bloques de la lógica computacional como aquellos basados en las series de números 12, 3, 2 u 11, 4, 6. En el caso de Johnson, podríamos preguntarnos qué precede a la obra, ¿la composición del dibujo o la idea acústica? Algunos de sus trabajos se orientan a través de los dibujos aurales que traducen la música como una partitura. Mientras que en otros dibujan producciones sonoras anteriores siguiendo su propia gramática sónica. En otros distintos, las permutaciones, fórmulas, fracciones y juegos matemáticos configuran imágenes reconocibles como figuras geométricas, flores, retículas numéricas o estrellas. Esther Ferrer buscó en la serie de los números primos una manera de abandonar el punto de vista subjetivo, mientras personalidades ilustres como Lewis Carroll, especialmente en su obra Matemática demente, se empeñaban en combatir con adjetivos emocionales, sensibles y representaciones metafóricas el frío hecho objetivo de la matemática.
Quizá, en un punto medio entre ambos, Johnson apunta a sumergidos en un océano de acordes inspirados entre combinatoria y naturaleza. Dicen que el diablo está en los detalles. Lewis Carroll como Martin Gardner en su Carnaval matemático propusieron una ciencia hundida en la lógica del juego, la astucia, la seducción y cierta digresión. Gardner nos recuerda la importancia de conocer la geometría para vencer al diablo como el Fausto de Goethe dibujando un pentágono para capturar a Mefistófeles en su gabinete. Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, 1937) nos presente en sus obras Las 3 dimensiones (1996), Teorema (2005) y S/T (Las 3 dimensiones y Teorema) (1996-2025 y 2005-2021) una matemática fabulada, una lógica fantaseante, pues mientras los enunciados y formulaciones, los problemas matemáticos y las definiciones de los objetos son de un rigor científico, su manera de interpretar o crear conexiones entre ellos es divergente. Las dos primeras son libros no publicados, pero inscritos en la propiedad intelectual como científicos bajo la firma de Valcárcel Medina. Estos están repletos de pensamientos matemáticos que conllevan una narración paralela a la perspectiva científica.
Entonces se convierten en un ejercicio de erudición, como aquel de Bouvard et Pécuchet de Flaubert, cuyo significado sucumbe al juego con el lector que busque resolver los problemas. Las 3 dimensiones alude a la longitud, la anchura, y la altura: las tres formas de medición de los objetos en el plano físico en el que recibimos la realidad espacial, pero esta vez en un espacio imaginario. De hecho, este es uno de los temas fundamentales de Valcárcel Medina: la relación con el espacio, y, consecuentemente con el tiempo. Teorema gira en torno al teorema de Fermat y en él se brindan las figuras, expresiones, problemas más importantes de la historia de la matemática de tal manera que unos se responden a los otros con cierta irreverencia o vaguedad. Qué irónico ver al diablo zafarse, en el relato de Fredric Brown, cuando fue encerrado en un hexágono. Isidoro Valcárcel Medina hace de la matemática reflexión, juego y práctica artística.
(Texto por Johanna Caplliure)