En el marco del Barcelona Gallery Weekend, ADN Galeria presenta Glass ceiling, segunda exposición individual de Regina José Galindo en la galería. La muestra, que combina performance, vídeo y fotografía, denuncia el desgaste corporal del trabajo, y lo hace a través de un pequeño recorrido conceptual a lo largo de diversas obras de Galindo. La exposición quedará abierta al público a partir del jueves 18 de septiembre a las 12 h. y cuenta con la performance Glass ceiling realizada por la artista a las 19.30 h. en la misma galería.

En su obra la artista explora la violencia que ejercen las estructuras de poder alrededor del mundo. Unas relaciones que se articulan en torno a la extracción, bien sea de recursos naturales de mano de obra humana, creando así formas contemporáneas de esclavitud. Para explorarla, Galindo se vale de uno de los recursos más habituales y efectivos en su discurso: el uso de su propio cuerpo como protagonista de la acción. Un cuerpo político y social que combate las representaciones clásicas, estereotipadas, deliberadamente reductoras y condicionantes de la mujer.

De este modo Regina transforma sus proyectos en espacios donde el propio cuerpo y su performance comparecen como una eficaz estrategia estético-política. Algo patente en los ejemplos que forman la presente exposición, y que abarcan desde los inicios de su producción hasta una performance específicamente encargada este momento. Glass ceiling cuestiona la noción de trabajo asociado a la desigualdad laboral femenina y es explorado por la artista en su obra de título homónimo (2025). Una performance instalativa que pone de manifiesto tanto los límites con que viven las mujeres en un escenario laboral global que a menudo las discrimina; así como las discriminaciones de las mujeres que no se adecuan a unos estándares privilegiados.

Más allá de esta primera obra encontramos Angelina (2001), la primera performance en proceso que hizo la artista. En Guatemala, el trabajo doméstico lo realizan en su gran mayoría mujeres indígenas pobres. Vestida con un traje de empleada del hogar durante un mes completo, realiza su rutina diaria bajo una nueva identidad. Galindo socava los límites sociales y hace visibles las barreras de género, clase y raza gracias a realizar su rutina daría bajo una nueva identidad. La documentación fotográfica muestra a Galindo en diferentes escenarios: una procesión religiosa, un mercado de alimentos y ropa, un cajero automático, un restaurante, un bar, trabajando frente a un ordenador. Algunas de estas imágenes parecen «naturales», mientras que otras saltan a la vista del público como disonantes, revelando el carácter clasista y racializado de ciertas actividades y entornos.

En Aún no somos escombros (2016) Regina José Galindo se apropia de la memoria histórica de las mujeres que, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, retiraron los escombros de los edificios de las ciudades alemanas destruidas por los bombardeos para despejar las calles o recuperar materiales para nuevas construcciones. La imagen de mujeres sonrientes trabajando duro, decididas a limpiar los escombros con palas y cubos o con sus propias manos, está presente en muchos informes históricos, libros escolares, documentales de cine y televisión. De hecho, en los años de la posguerra se convirtió en un elemento constitutivo de la historia de Alemania y en un icono de su memoria colectiva.

En contraposición con esta obra, en No aceptamos sus disculpas (Wir akzeptieren eure Entschuldigungen nicht) (2019), un grupo de mujeres armadas con hachas y otras herramientas destruyen un BMW después de las disculpas de la empresa por sus lazos con el nazismo. Un reverso en dos épocas diferentes de la relación de las mujeres sobre un futuro incierto y los símbolos de poder patriarcales y de explotación capitalista.

También en alusión al cuerpo humano como residuo o escombro encontramos una obra como Paisaje (2012) en la que la artista se posiciona impasible de espaldas a un hombre que cava una fosa, esperando desnuda hasta que su cubierto queda recubierto por la tierra. Esta acción resuena a la performance realizada el mismo año, donde invitó al público a sacar su cuerpo de la bandeja de una cámara mortuoria refrigerada para que observara su “piel de gallina”. Un año más tarde, Galindo se introdujo en un nicho mortuorio que hizo cerrar con una pared de ladrillos y cemento. El público sabía que permanecía allí porque escuchaba su respiración, amplificada por un micrófono. De esta manera, la artista, atrapada en una tumba, describe la rudeza y la frialdad de la muerte o nos enseña lo vulnerable que es una piedra y compone nuestra pequeña noción de justicia al ponerla frente a nuestro concepto del arte.

Para terminar este recorrido, como parte de la muestra Descolonicemos el mundo, Centre d'Art la Panera encargó la performance Fruta amarga (2024), en la que Galindo denuncia la situación vulnerable de las personas temporeras que recogen fruta en Lleida, en su mayoría migrantes. Realizada en la Plaza Ramón Berenguer IV de Lleida, Fruta amarga pone en evidencia el racismo y las difíciles condiciones que enfrentan estos trabajadores, que a menudo duermen en la calle, sin acceso a vivienda debido al colapso de los albergues y a la negativa de los arrendadores de ponerlos a disposición de estos trabajadores.