El arte nos dice que debemos «aprender a ver y sentir la vida», declaró en 1940 Josef Albers, un artista y profesor de origen alemán que entonces vivía en Estados Unidos. Para él, el arte es indisociable de la vida, y nos anima a «abrir los ojos». Esta fórmula se aplica tanto a su concepción de la pedagogía como a su dimensión artística.

Esta exposición examina la manera en que los artistas nos invitan a descentrar nuestra mirada y a transformar así nuestra relación con el arte, la sociedad y el mundo. La exposición, ni cronológica ni narrativa, se estructura en torno a rimas visuales, formales o temáticas. Revela afinidades entre obras de una amplia variedad de soportes, períodos y contextos creativos, reflejando la riqueza y diversidad de las colecciones del Museo Nacional de Arte Moderno (París).

To open eyes es un viaje libre que ofrece una panorámica abierta y no exhaustiva de los grandes movimientos y rupturas que han marcado la historia del arte de los siglos XX y XXI, hasta llegar a creaciones recientes que reflejan algunos de los retos contemporáneos. Las obras ofrecen reflexiones sobre nuestra relación con la historia y la espiritualidad, el lugar que ocupa el cuerpo en el arte y la sociedad, y el modo en que las utopías conforman nuestros imaginarios.

Iconos / Signos

Esta primera sección de la exposición reúne obras, en su mayoría abstractas o conceptuales, que revolucionan la idea misma de obra de arte y rompen con las estéticas o las corrientes dominantes de su época. Un punto en común que comparten Josef Albers, Marcel Breuer, Paul Klee o László Moholy-Nagy es que pasaron por la Bauhaus en la primera mitad del siglo XX. Esta escuela experimental de arquitectura y artes aplicadas revolucionó la concepción moderna del arte. Muchas de las obras de esta sección, aunque producidas en distintas épocas y contextos, presentan un «contenido artístico minimalista» e implican al espectador en un papel activo. Este es el caso de los readymades de Marcel Duchamp, de la Merda d’artista de Piero Manzoni o del tríptico monocromo de Robert Ryman. En la misma línea, los artistas del arte povera como Michelangelo Pistoletto convierten lo banal, incluso lo inmaterial, en la materia misma de sus obras. Con Vera Molnár, el despliegue de la línea gráfica en el espacio permite combinar la investigación formal, estética y poética, mientras que Julie Mehretu renueva la abstracción pictórica arraigándola en la actualidad.

Cuerpos / Colores

El cuerpo humano, majestuoso, fragmentado, descompuesto o simplemente sugerido, constituye el tema central de esta sección. El vídeo de Judy Chicago se hace eco de la enigmática pintura de Juliette Roche, poniendo de relieve las emergentes consideraciones ecofeministas de la época. La década de 1970 fue testigo del desarrollo de un arte feminista: frente a la hegemonía de la «mirada masculina», varias mujeres artistas (Joan Jonas, Friederike Pezold) se reapropiaron de la imagen de sus cuerpos y denunciaron su cosificación en la sociedad patriarcal, al tiempo que cuestionaban los soportes de la performance, el vídeo o la fotografía.

En el ámbito del diseño, los objetos producidos entre finales de los años 1950 y principios de los 1980 revelan los cambios que se produjeron en los países occidentales, marcados por un nuevo hedonismo. Los diseñadores se liberaron de los preceptos del movimiento moderno, que hacía del funcionalismo un objetivo central, y utilizaron nuevos materiales y formas orgánicas para enriquecer la experiencia sensorial del usuario. Estas experimentaciones estuvieron ocasionalmente teñidas de un cuestionamiento crítico de la sociedad de consumo.

Gestos / Huellas

El cuerpo se aborda aquí a través del prisma del gesto y de la performance. En Estados Unidos, la década de 1950 estuvo marcada por el predominio del expresionismo abstracto, una corriente pictórica asociada al compromiso físico del artista y liderada por Jackson Pollock. Muchos artistas reaccionaron cambiando sus planteamientos. Al mismo tiempo, las obras de Claire Falkenstein anunciaron la llegada de la «abstracción excéntrica». Esta tendencia reúne esculturas, a menudo planas, realizadas con materiales no tradicionales y que abandonan la frialdad del minimalismo para optar por una experiencia más sensual, a menudo teñida de humor (Rosemarie Castoro). A su manera, las pinturas alegres y voluptuosas de Huguette Caland ofrecen un contrapunto a las improntas de las «mujeres-pincel» de Yves Klein. Por último, el compromiso del cuerpo alcanzó su punto culminante en la década de 1970 con las prácticas de la performance y del body art (Carolee Schneemann, Marina Abramović y Ulay, Sonia Andrade). En la actualidad, Alice Anderson desarrolla un trabajo de instalación en la que el gesto performativo ocupa un papel central en el proceso creativo.

Espiritualidades / Sincretismos

Las obras presentadas en esta sección, misteriosas o espectrales, reflejan una hibridación entre tradición y modernidad. Para los artistas, la mezcla de diferentes referencias y fuentes de inspiración es una forma de transmitir una historia cultural, social y humana. Louise Nevelson crea una síntesis entre primitivismo y arte moderno, mientras que Mathias Goeritz, que se inspira en las culturas precolombinas, reafirma la primacía de la emoción en la creación. A través de un fértil diálogo entre las culturas arcaicas y contemporáneas, estos artistas tejen vínculos formales entre épocas, al tiempo que renuevan la perspectiva de la escultura. En su obra, Michael Heizer difumina las fronteras temporales entre la prehistoria y la era industrial. Por otra parte, Claes Oldenburg, ferviente defensor de acercar el arte a la vida cotidiana, transforma una batería en un objeto fantasmal y silencioso. Más allá del antagonismo occidental entre naturaleza y cultura, humano y no humano, muchos artistas recurren a creencias animistas (Caroline Achaintre, Joseph Beuys, Myriam Mihindou), convirtiendo la obra en un vector de transmisión y al artista en un guía, incluso en un chamán.

Ficciones / Proyecciones

El arte siempre se ha hecho eco de deseos utópicos y proyecciones de un futuro idealizado. Así ocurrió en los años 1960, un período marcado a la vez por el hedonismo, las innovaciones tecnológicas y el imaginario de la conquista espacial. En esa época, el diseño se caracterizaba por la ola pop (Pierre Paulin) y la estética futurista (Olivier Mourgue), mientras que Kiki Kogelnik hablaba de «space art» para describir su obra, que oscilaba entre la utopía y la distopía.

El Grupo Internacional de Arquitectura Prospectiva, del que formaban parte Paul Maymont y Nicolas Schöffer, consideraba la arquitectura como un campo de experimentación que permite reimaginar las maneras de habitar y de vivir. Con este mismo planteamiento, Claude Parent y Paul Virilio proponían «vivir oblicuamente», y Gordon Matta-Clark pretendía cambiar nuestra percepción del entorno urbano.

Hoy en día, la ciencia ficción, considerada como una herramienta para comprender el mundo, sigue siendo una importante fuente de inspiración para los artistas. Mientras que las esculturas de Caroline Mesquita estimulan nuestro imaginario especulativo, los ecosistemas creados por Mimosa Echard desdibujan los límites entre lo orgánico y lo tecnológico.

Espacios / Revelaciones

La relación entre la obra, el espacio y el espectador constituye la esencia de las preocupaciones del arte minimalista, cuyos principios fueron teorizados por Donald Judd: neutralidad, objetividad y rechazo de toda expresividad. Sin embargo, este deseo de supresión resulta paradójico, y la aparente sencillez de las obras minimalistas no puede liberarse de la subjetividad del espectador. La escultura de Judd revela una tensión entre interioridad y exterioridad, mientras que el Mirror vortex de Robert Smithson propone una experiencia sobre la difracción del espacio. La dialéctica del interior y el exterior se refleja en la instalación de Louise Bourgeois. Aparentemente cerrada, constituye una puerta abierta al mundo interior de la artista. El negro cuadro de Pierre Soulages produce una sensación de inmensidad impalpable e invita a vivir una experiencia meditativa, mientras que la Tabula de Simon Hantaï sugiere una expansión infinita del campo pictórico. Haegue Yang, por su parte, sigue la estela del arte minimalista, pero desarrolla un enfoque más sensible y narrativo.