¿Sabías que hay una prenda que tiene mil usos y es de lo más común usar hoy en día, pero hubo un tiempo en que estaba prohibido su uso en la mujer? El pantalón ha sido una pieza clave en nuestro vestidor desde hace un buen tiempo, pero no siempre fue así.
El primer pantalón usado por una mujer, llamada Elizabeth Smith Miller, fue en 1851, y solo ella tenía esta oportunidad. Gracias a ser hija de un congresista norteamericano, fue autorizada por su marido y su padre a usar esta prenda. En los periódicos alzó revuelo por su nuevo estilo y muchas preguntaban dónde conseguir uno.
En 1887 fue Amelia Bloomer la siguiente en romper el molde. Se conoció como el “bloomerismo”: bombachos anchos y holgados que se usaban debajo de una falda corta. Fue una forma de hacer escuchar los derechos de las mujeres y, si bien llegó a un grupo de mujeres activistas, no duró mucho y no fue un ícono conocido. Terminó siendo una burla para la prensa y la sociedad de aquel entonces.
En 1899, a finales del siglo XIX, fue gracias a las actividades industriales que “las muchachas mineras marrones de Wigan” empezaron a generar polémica por su vestimenta de trabajo: pantalones debajo de faldas largas que se arremangaban hacia la cintura para mantenerlas fuera del camino.
En 1920, Coco Chanel fue la primera en usar pantalón por moda y solía usarlos, más que nada, en su intimidad. Aunque ya varias mujeres usaban pantalones en el siglo XX, era más que nada para trabajar en granjas o en aviación. Coco Chanel, la gran diseñadora, empezó a usarlos en los años 20 inspirándose en los marineros.
La influencia del cine en 1930, con fotografías de las actrices Marlene Dietrich y Katharine Hepburn, fue determinante para que el pantalón sea cada vez más aceptado.
En plena Segunda Guerra Mundial, entre 1940 y 1945, las mujeres se vieron obligadas a usar pantalones, ya que era una prenda cómoda y ligera, útil para sus actividades en las fábricas o para aquellas que participaban en “trabajos de hombres” en los servicios bélicos. Durante la posguerra, los pantalones se convirtieron en una prenda casual: para jardinería, día de playa o cualquier otra actividad de ocio.
Para los años 60 se había normalizado su uso, pero solo en casa; aún era mal visto que la mujer saliera a la calle así. Fue gracias a las embajadoras del pantalón que, de a poco, se fue tomando con más naturalidad su uso en los medios televisivos. Katharine Hepburn y Audrey Hepburn fueron una especie de abanderadas para ello.
A su vez, André Courrèges quería introducir el pantalón en la mujer como objeto de moda: un pantalón largo y recto, como parte de un traje. Así, gradualmente, se fue eliminando la prohibición de su uso por niñas y mujeres en la escuela, el trabajo y buenos restaurantes.
No fue hasta 1965 que Yves Saint Laurent incorporó esta prenda como alta costura y prêt-à-porter, y se empeñó en crear un equivalente de la vestimenta masculina, presentando el esmoquin femenino.
En la década de los 70, el pantalón abrazó por igual a ambos sexos. Janis Joplin, toda una leyenda del rock, fue una figura muy importante de esta década y de este movimiento, logrando crear tendencia con sus pantalones acampanados y bordados.
Es en esta época donde esta prenda logra tener más protagonismo, ya que el primer vaquero fue dirigido a mujeres que trabajaban en los ranchos norteamericanos: de corte recto y tiro alto.
En 1975 hubo un antes y un después en la moda. Se decía que era el ideal hippie, sumamente natural, o para otros, lo artificial y brillante de las estrellas del rock.
Si bien el vaquero femenino ya llevaba un par de años dibujando su propia historia, no fue hasta 1981 que Strauss y Davis marcaron el curso de la moda y lanzaron el primer 501 (Levi’s) exclusivamente para la mujer.
Christine Bard, autora del libro Historia política del pantalón, reconoce que no fue fácil sacar estadísticas precisas para esta vertiginosa evolución. Sin embargo, entre 1971 y 1972, en la categoría “prendas de deportes”, las mujeres mayores de 14 años habían comprado en Francia más de 12.363 pantalones por año. Diez años después, ese rubro había aumentado a 2,7 millones y, en 1984, las mujeres de Francia utilizaron 17 millones de pantalones.
A finales de los 80 y principios de los 90, la mujer comenzaba a ocupar puestos directivos, y el estilo dejó de ser tan llamativo y ostentoso como en los 80. Esta época se destacó por mostrar a una mujer comprometida con el mundo laboral. Y si bien los 90 no se caracterizaron por un estilo específico, sí fueron reconocidos por el impulso de las personas por marcar su individualismo a través de la ropa.
En cambio, los años 2000 sí trajeron un gran cambio en los pantalones: el famoso tiro bajo y ajustado, para dejar la espalda descubierta y mostrar la figura.
Hoy en día, esta prenda tiene más de mil usos y estilos. Sería una locura pensar que hay una prenda para un género, ya que, al fin y al cabo, es tan solo un trozo de tela.
El pantalón ya no representa una diferencia de poder ni de género, gracias a la lucha de la mujer a través de los años.
¿Quién pensaría que una prenda tan común, hace un tiempo atrás, trajo tanta controversia?















