La mayoría de nosotros buscamos cuidar nuestra salud y la de los más pequeños mediante una alimentación balanceada; sin embargo, la pregunta es ¿cómo sabemos que es balanceada? Una gran parte responderá por noción común, como si se tratase de un criterio mágico que todos poseemos para poder distinguir lo bueno de lo malo. Pero, si fuese así la obesidad y enfermedades no transmisibles no serían un problema a nivel mundial. Debemos tener en cuenta que la alimentación es un proceso consciente y voluntario que implica la selección de alimentos, misma que se ve influenciada por la disponibilidad de comida, la cultura, la religión, el estatus económico, la publicidad, la moda, entre otros. En otras palabras, tomar la decisión de qué comer es un proceso analítico donde se utiliza el background o conjunto de conocimientos y experiencias que tenemos. El “Shokuiku”; término japonés que en algunos países se traduce como “Educación alimentaria”, tiene como objetivo contribuir a la toma acertada de estas decisiones y en este artículo exploraremos un poco más.
El “Shokuiku” es una política de estado japonesa que busca la adquisición de conocimiento sobre comida y nutrición para fomentar la correcta toma de decisiones en cuanto a nuestra alimentación. Su enfoque es único, siendo el “Kyushoku” una de las herramientas principales con las que cuenta para el logro de sus objetivos. Hasta aquí todo suena demasiado técnico y como mi principal preocupación es el lector, se los resumiré en palabras sencillas. Lo que intento decir es que el “Kyushoku” o almuerzo escolar japonés es un instrumento que permite transmitir el conocimiento sobre alimentación y nutrición balanceada a los escolares, pero solo es una parte (muy relevante) de todo lo que implica el “Shokuiku”.
Es importante hacer una pausa e indicar que los famosos almuerzos escolares japoneses cuentan con mucha historia y tradición, habiéndose servido el primero en 1889 cuando unos monjes de Tsuruoka (Yamagata) ofrecieron comida a los niños más pobres que no podían matricularse en un centro escolar. Ese acto tan simbólico se convirtió en una tradición, que se ha perpetuado hasta el día de hoy con ciertas modificaciones, pero siempre manteniendo la misma esencia. Más tarde, en 2005 los almuerzos pasarían a ser parte de la estrategia del “Shokuiku” gracias a la promulgación de la Ley Básica de Educación sobre Alimentación. Por ello, es que son meticulosamente planificados para alinearse a los principios de esta política, asegurando su balance nutricional y educativo. ¡Sí! Educativo, porque permite a los profesores enseñar a los alumnos sobre el origen de los alimentos que consumen, su valor nutricional e incluso cómo pueden prepararlos en casa.
Este espacio de aprendizaje es único debido a que muchos almuerzos se preparan considerando el “Washoku”. Pero ¿qué es el “Washoku”? Más allá de ser un patrimonio cultural inmaterial reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), este concepto se refiere a las prácticas tradicionales japonesas relacionadas a la producción, procesamiento, preparación y consumo de los alimentos. Quizá sea más familiar, aunque impreciso decir “comida tradicional japonesa”. Todo ello hace que la intersección de la política del “Shokuiku” con la tradición del “Kyushoku” y “Washoku” resulten en algo extraordinario.
Esta maravilla es que a través de las lecciones impartidas en los colegios sobre esta materia logran preservar sus tradiciones culinarias, siendo una forma de mantener viva su cultura y cosmovisión en un mundo donde la dieta occidental o “western diet” prevalece y va despojándonos lentamente de nuestras habilidades culinarias. En ese sentido, el “Shokuiku” se convierte en una política holística que permite mantener el “Washoku” utilizando como herramienta el “Kyushoku” y generando beneficio colectivo a las comunidades.
Ahora, imaginemos que todos los programas de alimentación escolar existentes a nivel mundial adoptaran la misma política y la adaptasen a sus realidades. No solo se lograría combatir la serie de problemas nutricionales que cada uno afronta, sino que se mantendría viva su gastronomía. La gastronomía de cada nación es un reflejo de la cultura misma que los une, muchos platos que ahora nos deleitan el paladar fueron en su momento una respuesta a sucesos históricos positivos o negativos.
Por ejemplo, un clásico de la gastronomía peruana conocido como “Papa a la huancaína” fue el resultado de la construcción del Ferrocarril Central que iba de Lima a Huancayo, dos ciudades del Perú. Su preparación ha sufrido sus variaciones en el tiempo, iniciando con el uso de rocoto dentro de sus ingredientes principales para luego sustituirse por ají amarillo. Sin embargo, esta receta como muchas otras se ven en peligro porque lentamente las vamos sustituyendo por productos procesados que adquirimos en un supermercado y, puedo asegurar que una salsa huancaína de sobre no es igual a la clásica preparada en batán y que tiene más queso que leche.
En resumen, me atrevo a decir que el “Shokuiku” es una política acertada e integral para combatir las lagunas mentales gastronómicas que diversos países vienen experimentando. Constituyéndose como un aliado para la buena alimentación y nutrición de las personas, el crecimiento de los productores locales y el fomento de la diversidad de cultivos.