En una lectura crítica del cuerpo desde la perspectiva del hombre contemporáneo, su configuración física, gestual y expresiva se revela no como mero reflejo de una esencia natural, sino como resultado de fuerzas transgresoras que lo reconfiguran frente a una normatividad que pretende aplanar sus diferencias. En este contexto, el cuerpo no es sólo una forma idealizada bajo cánones establecidos, sino una construcción que desafía los valores estructurados de una sociedad que reprime la negatividad y reduce la libertad a conformidad funcional.

Así, su particularidad formal no responde ya a una lógica de contemplación pasiva, sino que encarna la posibilidad de una resistencia activa. El cuerpo se transforma en sujeto político, en superficie donde se inscriben tensiones sociales, angustias interiores y demandas éticas.

Deja de ser un objeto cosificado por el sistema para convertirse en espacio de enunciación, en territorio donde convergen experiencias que cuestionan la unidimensionalidad impuesta y abre paso a una conciencia más plena, crítica y emancipadora.