Dicen que todos los seres vivos necesitan de la combinación de tres moléculas para existir. Nuestra vida gira en torno al tiempo, conceptualizado por nuestro raciocinio en tres estadios: pasado, presente y futuro. En este “tiempo” experimental que percibimos a través de la materia somos color, somos forma y somos espacio. El concepto de triada se repite una y otra vez como un número mágico que cobra vida propia.

La comunidad del diseño

La Bauhaus fue y es la más trascendente de las escuelas de diseño, fundada en 1919 por Walter Gropius, quien fue el encargado de reunir un equipo académico conformado por los artistas más notables y creando una estructura curricular de vanguardia.
Cuentan que el termino Bauhaus nace de la idea del obrador que se montaba al rededor de las construcciones de las inmensas catedrales góticas, estos obradores eran grandes galpones donde convivían todos los oficios. Allí, pintores, albañiles, vidrieros y orfebres compartían los secretos y la enseñanza de su quehacer, transformando ese espíritu de fabrica en comunidad.
Esta energía o fuerza centrípeta es la que le da luz al programa de enseñanza de la escuela Bauhaus, donde el curso preparatorio obligatorio promovía que los alumnos de todas las disciplinas convivieran y experimentaran con la forma, los materiales y el color en post de un objetivo en común.

A lo largo de los años, la escuela comienza a adquirir una tendencia racionalista en el arte y el diseño, estableciendo el concepto de síntesis, libertad y experimentación.
Usualmente identificamos a la Bauhaus a través de la arquitectura o el diseño de objetos de uso cotidiano, sin embargo, existe una pieza artística que define y le da vida a ese sentido de unidad, ayudándonos a comprender y a respirar el aire de una época revolucionada por el futuro, ansiosa por lo que vendrá, pero sentando las bases de lo primario. Esta expresión artística es la danza, representada por la gran creación teatral que fue el Ballet Triádico creado por el diseñador alemán Oskar Schlemmer.

Un nuevo ser humano

“Representada de manera esquemática, la vida espiritual sería un triángulo agudo dividido en partes desiguales, la menor y más aguda señalando hacia lo alto. Al ir descendiendo, cada parte se hace más ancha, grande y voluminosa”.
Así comienza el capítulo 1 “Movimiento” del libro teórico escrito por Wassily Kandinsky titulado “De lo espiritual en el Arte”, documento que generaría un gran impacto e influencia en la mirada artística de Oscar Schlemmer.

En total conexión con el espíritu de la Bauhaus, Schlemmer fue un artista multidisciplinar. Pintor, diseñador y escultor, ingresa a la Bauhaus en 1920 como director del departamento de pintura mural y escultura.
Tal es su potencial como artista que su síntesis, abstracción y búsqueda de la forma pura se ve traducida, a través del lenguaje gráfico, en el diseño del logotipo de la Bauhaus de 1922. En este signo reconocemos un rostro de perfil que nos sumerge en una nueva concepción del ser humano, redefiniendo la figura a través de las formas elementales. La potencia del diseño que posee este pictograma, se transformo en los años 20, en el concepto universal de esta nueva vanguardia revolucionaria que fomentaba la escuela, resignificando la nueva relación del cuerpo con el espacio, aspecto tan elemental para la arquitectura y el diseño industrial, tanto como para el arte escénico.

En 1922, Oscar Schlemmer queda al frente del Taller de Teatro de la Bauhaus, donde dará vida a la obra que lo hará reconocido en todo el mundo, el Ballet Triádico.

Das Triadische Ballet: La euritmia escénica

El espacio que habitamos, como materia, está compuesto por tres estadios: la altura, la profundidad y la anchura. A través de esta dimensión de volumen creamos imágenes mentales que comprendemos y nos envuelven en una síntesis abstracta lógica y geométrica. Este “fondo” como soporte de contenido es explicado por la Gestalt a través de su relación con la “figura”. Es esta relación figura-fondo la que nos interpela de una u otra manera y la que nos hace, permanentemente, experimentar el mundo de diferentes maneras.
Schlemmer definió esta figura a través de las formas básicas universales: el cuadrado, el triángulo y el círculo, los cuales se transformaron en el alma y la esencia vital para el diseño de estos extraños seres que dieron vida al Ballet Triádico, a su vez que mantenía la identificación estilística, postulada como el corazón de la escuela Bauhaus.
En el afán por rediseñar la forma pura, también mantendrá la simbiosis colorimétrica concluyendo en una triada perfecta a través de los colores primarios, colores fundamentales que permiten crear toda la gama cromática que imaginemos.

La revolucionaria obra de Ballet Triádico se estreno el 30 de septiembre de 1922, cambiando la historia del teatro para siempre. En sus escritos sobre el teatro de la Bauhaus, Oskar Schlemmer subraya la importancia del emblema de su tiempo: la abstracción. Por un lado, expresa “desconectar componentes de un todo existente y persistente para conducirlos hacia lo absurdo o elevarlos a su mayor potencial” y por otro, la abstracción como resultado de generalización y sumatoria construyendo una nueva generalidad.

La obra se compuso en tres actos, delimitados por tres colores que componen un escenario absolutamente minimalista. Los trajes establecen esta nueva mirada de conexión entre cuerpo vivo y cuerpo diseñado, en el que uno no puede vivir sin el otro, invocando una sensación de “hombre maquina” y redefiniendo el sentido de confección en un nuevo concepto de diseño y construcción (al igual que la arquitectura).

En 1970 se reconstruyo el material completo de la obra, basado en la obra teatral original. Es este material audiovisual una gran huella que nos permite degustar y desmenuzar la vanguardista y magnífica obra teatral de la Bauhaus.
Es a partir de este registro que me aventuro a analizar algunos aspectos significativos de cada etapa de color.

Amarillo. Primera parte

El impacto de la primera escena nos introduce en un mundo totalmente surrealista, ya no volveremos a ser los mismos, después de sumergirnos en esta experiencia teatral tan moderna y tan actual para nuestros tiempos.
Sobre un espacio totalmente amarillo comenzamos a experimentar la sensación de perspectiva, siguiendo atentamente a una bailarina con un solido atuendo en celeste. No es casual la elección de color, en los estudios de psicología del color los tonos amarillos son los que mas nos connotan alegría, optimismo y energía. Es en el cielo que encontramos el celeste, y el aire al igual que el agua nos envuelve en un estado de liviandad, diáfano y dinámico. Estamos ante un primer acto que nos introduce en la fantasía burlona y alegre, conquistando nuestra mente con el poder del color y la luz.

Junto a la bailarina se suma un nuevo personaje, pero en contraposición a su condición etérea, éste se nos presenta con un carácter más aplomado. Es aquí cuando comenzamos a percibir que los trajes han sido construidos en función del movimiento, de su limitación y del lugar que ocuparan en el espacio. Me gusta pensar que este contraste de volúmenes da sentido de diversidad y enriquece la interacción haciendo de la escena un juego exquisitamente armonioso y equilibrado.
A lo largo de este primer acto comenzamos a experimentar la retícula como elemento compositivo y organizacional. Para los diseñadores la retícula es una herramienta de trabajo vital y elemental, pero, en general invisible al receptor, hacerla tangible al espectador propone un sentido de rebeldía magnético.

Rosa. Segunda parte

Schlemmer en sus escritos nos habla de dos caminos creativos diferentes y fundamentales, por un lado, la expresión psíquica, emoción y pantomima, y por otro el de las matemáticas del movimiento, la mecánica de las articulaciones, la exactitud de la rítmica. Estos dos caminos finalizan indefectiblemente en una obra de arte, pero la fusión de ambos dará como resultado un arte unificado.
Disfrutando este segundo estadio, ya permeable al asombro y al disfrute, nos encontramos en un momento más maduro, las figuras geométricas se nos vuelven familiares y el ambiente de tinte rosa esconde sensibilidad y profundidad ya que se trata de un color emocional. La danza y el movimiento son los predominantes en este acto tan sublime y tan bello.

Negro. Tercera parte

Esta obra artística llega a su fin y ese final comienza con una de las formas más puras, la espiral universal. La espiral comienza desde un punto central para expandirse, crecer, y prolongarse hasta el infinito. A través de movimientos circulares y a modo de mantra, nos transporta hacia un estado evolutivo en un ritmo repetitivo, geométrico y abstracto.
Estamos ante una culminación de seres moviéndose de manera precisa y exacta rodeados por un espacio negro que, en su ausencia de color, como si los absorbiera todos, nos reafirma que nuestros ojos están contemplando algo que no pertenece a este mundo, ni a otro, sino a un todo. El espacio negro se hace tangible en su ausencia a través de contraste y luz calando hondo en nuestro subconsciente.

Han pasado más de cien años desde que la visión artística de Oskar Schlemmer a través del Ballet Triádico fue expuesta al mundo, propuso en los años 20, una nueva reflexión en la relación del ser humano con el entorno, polaridad que, por el contrario de estar en equilibrio, conviven en tensión.
Asombra la actualidad del universo utópico que nos muestra, considerando como, se nos ha vuelto prioridad entender, como es nuestra relación con el espacio que habitamos.
Disfrutar de su obra me hace reafirmar su desmesurado talento y elijo revindicar su arte para traerlo al presente (o al futuro) las veces que sean necesarias.
Esta es la obra artística de un genio.