En 1925, la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París no fue solo un evento; fue la declaración oficial de un estilo que definiría una era: el Art Déco.
Un siglo después, en 2025, se cumple el centenario de una estética que forjó el glamour, el progreso y la alegría de los "Felices Años Veinte". Lejos de ser un mero estilo histórico, esta corriente estética sigue cautivando a día de hoy por su sofisticación atemporal, sus líneas geométricas definidas y su espíritu de modernidad.
De París a Shanghái, pasando por Miami, México y Nueva York, el Art Déco se viste de gala este año con una rica variedad de exposiciones, actividades y conciertos que rememora un estilo sinónimo de lujo, elegancia y sofisticación. Un movimiento que se convirtió en un refugio de optimismo, innovación y, sobre todo, escapismo tras la Primera Guerra Mundial, un anhelo de belleza y progreso.
Su estética potente y versátil, con líneas geométricas limpias, simetría y formas marcadas lo hicieron memorable en cualquier contexto, desde la alta costura hasta el diseño de interiores moderno. Su simbolismo de progreso y modernidad, mediante la fusión de diseño industrial con un toque artesanal representó el espíritu de una época de grandes cambios tecnológicos y sociales, fascinada por la velocidad. Además, su atractivo residía en el uso de materiales exquisitos como el cromo, ébano o mármol.
Finalmente, su fuerte conexión con la cultura popular a través del cine, la moda, la música jazz y la literatura le otorgó una cualidad icónica que ha conseguido perdurar en la imaginación colectiva.
El eco de una época: del Gran Gatsby a las vidas que forjaron el mito
El Art Déco no fue solo una corriente estética; fue el telón de fondo de una era, un espejo de las vidas que la habitaron. Es imposible hablar de este estilo sin evocar las fastuosas fiestas descritas por F. Scott Fitzgerald en El Gran Gatsby, donde el lujo desmedido y la sofisticación eran la norma. En esos salones Art Déco, con sus lámparas geométricas y brillos metálicos, la vida bohemia de los "locos años veinte" se desplegaba en noches de jazz música frenética, bailes hasta el amanecer y una libertad social sin precedentes.
Pero más allá de la ficción, esta era vibró con personajes cuyas excentricidades y genio acentuaron la atmósfera que les rodeaba. La pintora Tamara de Lempicka, "Reina del Art Déco", retrataba la elegancia y la atrevida modernidad femenina; Incluso su vida con sus romances turbulentos y su estilo transgresor, los estudios parisinos donde se desenvolvía hasta fiestas la mansiones dignas de un Gatsby, encarnaban esta sofisticación.
Si el Art Déco fue la estética visual de la era, el jazz fue su banda sonora inconfundible. Las noches bohemias, las fiestas clandestinas y los clubes de élite vibraban al compás de esta música que, con sus ritmos sincopados y su energía innovadora, reflejaba la modernidad y la liberación de la época. Músicos icónicos como Louis Armstrong, con su trompeta virtuosa y su voz inconfundible, y Duke Ellington, maestro de la orquestación y el swing, se convirtieron en figuras centrales de este universo. Sus melodías, a menudo interpretadas en opulentos salones, eran la esencia de la sofisticación y la efervescencia.
Mientras los clubes de jazz vibraban con la voz de la emperatriz del blues, Bessie Smith, y al ritmo de “Tight Like This”, la sofisticación musical de la era también encontró su cumbre en la música clásica. El Bolero de Maurice Ravel (1928) es un ejemplo magistral de cómo la música de la época capturaba su espíritu. Con su ritmo hipnótico e insistente, su melodía que crece en intensidad y su perfección rítmica evoca la elegancia de un futuro emocionante, lleno de innovación y experimentación.
En este torbellino de jazz y modernidad, la "Diosa de Ébano", Josephine Baker, conquistaba París. Su presencia exótica y sus innovadoras actuaciones la convirtieron en el símbolo vivo de la era del jazz, la fusión cultural y la liberación. Sus espectáculos en locales como el Folies Bergère, con decorados y vestuarios diseñados por Erté, eran el epicentro de la vida nocturna, un hervidero de creatividad, romance y, a menudo, intrigas discretas bajo las luces doradas. Pero más allá del glamour, la diva que deslumbró al mundo con su banana skirt se convirtió en una heroína que arriesgó su vida por la libertad. Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó como espía para la Resistencia francesa. Usando su fama y acceso a las altas esferas sociales y diplomáticas, Baker recopiló información vital, a menudo escondiendo mensajes secretos con tinta invisible en sus partituras o ropa interior, dando una mayor capa de atractivo a su biografía.
Esta época no solo envolvió salones y rascacielos; también fue el escenario de escándalos reales y amores prohibidos. La socialité estadounidense Wallace Warfield Simpson cautivó al Príncipe de Gales, quien se convertiría en el Rey Eduardo VIII. Su relación, inadmisible para la monarquía al ser ella divorciada, provocó una de las mayores crisis del siglo XX, con incluso la participación de servicios de inteligencia británicos y estadounidenses que añadieron misterio a su historia. Finalmente, en 1936, el rey abdicó por ella, consolidando a Wallace Simpson como un icono de una era donde la modernidad desafió las viejas tradiciones.
Definitivamente, en este periodo, asistimos a un reflejo de la creciente emancipación femenina en la vida pública. La nueva mujer, conocida como "flapper" o "garçonne", con su cabello estilo bob, faldas cortas y su activa participación en la vida social, encontró un nuevo marco visual perfecto para su independencia. Esto no solo se vio en la moda, con sus icónicos vestidos rectos que ensalzaban una silueta recta y andrógina, sino también en el diseño de objetos cotidianos pensados para esta figura femenina moderna.
Josephine Baker y su gueparda chiquita en la decada de 1920.
Arquitectos, diseñadores y el arte en movimiento
Una generación de aarquitectos moldearon el paisaje urbano y el interiorismo de la época. Nombres como el arquitecto francés Robert Mallet-Stevens, con su estética purista y funcionalista, o Raymond Hood, artífice del icónico Rockefeller Center en Nueva York, diseñaron los rascacielos que se convirtieron en auténticos templos de la modernidad. Como anécdota debido a su impacto, En Nueva York, una ley exigía que los edificios más altos redujeran su superficie construida en pisos superiores para asegurar el paso de la luz solar, un límite que el Art Déco supo explotar con su fascinación por los zigurats de Mesopotamia, dando origen a sus distintivos remates escalonados.
En el diseño de interiores y mobiliario, figuras como Émile-Jacques Ruhlmann crearon piezas que conjugaban exquisito lujo y artesanía, mientras que René Lalique, aunque famoso por sus intrincadas joyas Art Nouveau, volcó su genio hacia el vidrio, creando desde exquisitas botellas de perfume hasta fuentes monumentales como las "Fuentes de Francia" para la Exposición de 1925. Lalique, mjucho antes que Warhol, democratizó el arte a través de la producción en serie sin sacrificar la sofisticación. El arte visual también fue fundamental, con artistas como Erte (Romain de Tirtoff), cuyas ilustraciones para la revista Harper's Bazaar definieron la elegancia y la fantasía de la era.
Curiosamente, este movimiento no solo miró hacia el futuro, sino que también se inspiró profundamente en el pasado. Tras el descubrimiento de la tumba de Tutankamón en 1922, el estilo adoptó motivos de civilizaciones antiguas como la egipcia, mesopotámica y maya. Esta mezcla de formas geométricas modernas con el misticismo y exotismo de la antigüedad definió su sofisticación que influyó en todas sus manifestaciones.
Pero su influencia no se limitó a grandes estructuras; también permeó la vida cotidiana a través del diseño de objetos domésticos, electrodomésticos y las comunicaciones. Teléfonos y radios lucían líneas aerodinámicas y cromados, transformando la tecnología en objetos de deseo. Un ejemplo paradigmático es el edificio Verizon Barclay-Vessey (1923-1927) en Nueva York, diseñado por Ralph Walker, quien lo consideraba la "catedral de las comunicaciones". Este imponente rascacielos, es un testamento al estilo, con un vestíbulo que destaca por sus murales sobre la historia de las comunicaciones y ricos acabados.
Tamara de Lempicka en un Bugatti.
Pioneros de la velocidad: héroes del aire y el asfalto
El espíritu de modernidad y velocidad del Art Déco encontró su máxima expresión en la aviación y las competiciones automovilísticas. Figuras legendarias como Amelia Earhart, con sus vuelos récord, personificaron la audacia y la elegancia del estilo, símbolos de libertad y progreso femenino. Pioneras como Bessie Coleman también rompieron barreras en el aire.
Este estilo también se extendió al mundo del motor, transformando los automóviles en verdaderas esculturas rodantes. La recuperación económica de Estados Unidos tras la crisis de 1929 impulsó una segunda etapa del estilo, conocida como Streamline Moderne, donde el futurismo y la aerodinámica cobraron protagonismo. Coches como el Bugatti Type 57 SC Atlantic (1936), una obra maestra del diseño aerodinámico de Jean Bugatti, los Cadillac Series 60 Special (década de 1930) o el Chrysler Airflow, pionero en optimizar fluidez, ejemplifican la perfecta fusión de velocidad y estética, con sus líneas aerodinámicas, parrillas imponentes y detalles cromados que evocaban la máquina y el lujo. Eran más que vehículos; eran símbolos de estatus y de una época fascinada por la velocidad y el diseño. Pilotos como Rudolf Caracciola o Tazio Nuvolari personificaron la innovación y perfección técnica en estas máquinas que eran joyas del diseño. Estos héroes del aire y el asfalto, con sus máquinas y proezas, encarnaron el ideal de un futuro veloz, elegante y sin límites.
Aunque el término como lo conocemos hoy no se popularizó hasta 1968 con el libro del historiador Bevis Hillier, quien lo rescató y lo posicionó en el imaginario colectivo como un estilo retro y atemporal; su legado nunca desapareció del todo y sus ecos se perciben en diseños actuales, en la persistente popularidad de las tendencias vintage y en la inspiración de obras cinematográficas o series que buscan recrear un glamour sofisticado. Incluso en la arquitectura moderna, la resiliencia y la perdurabilidad de sus estructuras, construidas con materiales nobles, ofrecen una lección sobre la durabilidad que hoy buscamos en edificaciones más sostenibles. Desde las luces de París a los grandes rascacielos, el Art Déco no es solo historia; es el pulso eterno de un glamour que, un siglo después, aún nos hace vibrar.