Dentro de pocos días comienzan a celebrarse en occidente las fiestas de la Natividad y del Año Nuevo, deberíamos hacer un alto en nuestro camino y celebrar. Serían una hipocresía.

Celebremos por tradición y por costumbre, pero si miramos la realidad del mundo -de la que no podemos escapar-, los peligros y las realidades bélicas son muy grandes. No solo hay dos terribles guerras en curso, en Gaza por parte de Israel y en Ucrania con Rusia. Hay decenas de guerras en todo el mundo a las que ni siquiera le prestamos atención.

El mundo se ha vuelto un lugar mucho más violento simplemente comparándolo con hace un año, con ocho grandes guerras y decenas de conflictos armados.

Además de las guerras de Gaza por parte del ejército israelí con decenas de miles de muertos, luego de ataque terrorista de Hamas, sin perspectivas de paz a corto plazo, y la invasión rusa a Ucrania, que en febrero del 2024 cumplirá dos años, se desarrollan conflictos armados de gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria.

De acuerdo a los parámetros utilizados por el Programa de Datos de Conflictos de Uppsala (Suecia) la UCDP y que son incluso utilizados por los organismos de las Naciones Unidas, un conflicto asume el carácter de una guerra cuando tiene más de mil muertes en un año. Mientras que los conflictos armados son disputas por territorios o por alcanzar el gobierno que resultan en al menos 25 muertes en batallas en un año.

«El número de conflictos ha aumentado y el número de muertes relacionadas con combates ha aumentado en un 97% solo en 2022, con un aumento de más del 400% desde el inicio de la década de 2000», afirma Magnus Öberg, director del UCDP.

Los factores que pueden explicar este incremento de las guerras son las crecientes tensiones económicas y sociales, el incremento de la tensión entre las grandes potencias y su apoyo a los conflictos locales e incluso los efectos del cambio climático.

¿Le prestamos un mínimo de atención a la suma de estas diversas guerras y conflictos? En absoluto. Aunque para algunos estos conflictos puedan parecer lejanos, el riesgo de que se propaguen a otros países vecinos o que involucren directamente a las potencias con capacidad nuclear son cada día mayores.

La falta de visibilidad de guerras y conflictos puede afectar directamente su desarrollo y repercutir en la presión internacional para que se produzca un alto al fuego, se abran corredores humanitarios o se permita envío de alimentos y medicamentos.

La opinión pública internacional no está jugando el papel necesario para exigir la paz, abrir los caminos para la negociación y para el envío de ayuda humanitaria, al contrario, lo que presenciamos a diario es el torrente de decenas de miles de millones de dólares de ayuda militar a esas guerras y la «infección» en la actitud de las sociedades que se insensibilizan ante los graves peligros que afrontamos todos.

La impunidad por parte de las grandes potencias y de las potencias locales, induce a una creciente participación con el aporte de material bélico, de apoyo logístico y de inteligencia e impunidad absoluta. Un clima que debería alertarnos a todos, en particular a los medios de comunicación y a los periodistas. Dar rienda suelta a pasiones y fanatismos cuando asistimos a este incremento exponencial de las guerras y del clima bélico es una gran irresponsabilidad.

Mientras los gobiernos y poderes en el mundo se sienten liberados de toda mesura y colocan sus intereses en primer lugar, las sociedades en todo el mundo han bajado la guardia y son espectadoras de masacres, genocidios y asesinatos masivos.

Se han superado ampliamente las muertes en guerras y conflictos luego del genocidio en Ruanda en el año 1994, donde fueron asesinados de 237.000 tutsis por parte del gobierno hutu de Ruanda.

La mayoría de los muertos se produjeron en el año 2022 por la guerra de Rusia y Ucrania, con 81.000 víctimas y por la que libra el gobierno de Etiopia contra el rebelde Frente de Liberación del Pueblo Tigray, con más de 100.000 muertos, mientras que la guerra civil en Yemen ya ha causado más de 300.000 muertes desde su inicio en 2014; también continúa sin que se vea un final.

Deberíamos agregar zonas de tensión permanentes como la frontera del Tíbet entre India y Pakistán (dos países con capacidad nuclear) y las tensiones en la frontera entre Venezuela y Guyana por el dominio reclamado por Caracas de la región del Esequibo, donde ya se han involucrado Brasil y Estados Unidos.

En Asia, las tensiones entre China y Taipéi se han incrementado con directa participación de autoridades y medios militares norteamericanos y chinos. Estas fiestas de fin de año no son -por cierto- para festejar en un ambiente de paz y de esperanza.